Magnus contuvo el aliento cuando las puertas del elevador se abrieron para revelar el lustroso piso de la dirección. Se obligó a exhalar cuando se dijo que de todos modos no podía dejar de respirar para evitar el fuerte aroma de Alexander.
Caminó en dirección a la chica rubia que para ahora ya sabía que era la secretaría personal de Alexander. El piso estaba vacío, solo podía oler el suave aroma de la chica y el intenso aroma de Alexander.
—Hola... —dijo Magnus agachando las orejas al sentirse avergonzado, no podía recordar el nombre de la señorita.
—Lydia —contestó la sonriente chica —en un momento anuncio su llegada al señor Lightwood permí...
—No es necesario —la voz gruesa de Alexander interrumpió a la chica que solo asintió y volvió su mirada al monitor de su computadora.
—Buenos días, señor Bane —saludó Alexander con un tono engañosamente tranquilo.
—Buenos días, señor Lightwood —respondió erguido y con las orejas levantadas—, para ser sinceros no es necesaria tanta cortesía, si vamos a trabajar juntos puedes decirme simplemente Magnus, ¿está bien?
La mirada de Alexander lo recorría por todos lados sin centrarse en un punto en específico.
—Bien, entonces puedes llamarme Alec.
—Alexander suena mejor, es un desperdicio que un nombre tan hermoso se reduzca a un simple diminutivo —contestó moviendo su cola de manera seductora.
Casi se muerde la lengua, coquetearle a este hombre era lo último que debía hacer si quería que los inhibidores que Ragnor le inyectó funcionaran correctamente.
La mirada intensa y sin expresión de ese hombre no ayudaba a no perderse en esos hermosos ojos azules. Ahora que ponía atención, hacían juego con su elegante traje azul, ese día se veía especialmente apuesto.
—Trabajarás en este mismo piso —dijo repentinamente Alexander sacándolo de sus pensamientos—, instala tu equipo en el espacio al lado de mi oficina.
—Mmmm —musitó Magnus viendo a su alrededor y aunque todos las oficinas lucían vacías, sabía que en cualquier momento se llenarían de todos esos alfas que las ocupaban el día anterior.
—No te preocupes por tu seguridad —comentó Alexander con tranquilidad—mudé a todos los alfas al piso de abajo, aquí solo estaremos tú, Lydia y yo. Además, habrá un guardia en cada piso para vigilar que no vuelva a ocurrir otro ataque.
Magnus asintió con calma y vio cuando Alexander señaló un gran cubículo con paredes de cristal que dejaban todo a la vista. Se dirigió a ese lugar dispuesto a concentrarse, tenía trabajar para terminar lo más pronto posible esa medicina y regresar a sus laboratorios.
Los pasos de Alexander sonaban detrás de él que lo seguían muy de cerca, casi podía asegurar que sentía su respiración colarse por su cabello, lo cual hacía que su pulso se acelerara. Deseaba voltearse y besarlo, treparse encima de él y lamerlo por todos lados.
Se detuvo en la entrada del laboratorio y se tensó cuando escuchó la respiración descontrolada de Alexander sobre sus orejas. Solo en ese momento fue consciente de que el lazo en su muñeca se puso muy caliente.
—Nadie te marcó —escuchó esa voz grave engrosarse aún más, casi volviéndose un gruñido.
Se obligó a voltear y enfrentar esos oscurecidos ojos azules.
— ¿Por qué alguien tendría que marcarme? —respondió con la voz un poco temblorosa sobándose el cuello que se volvió insoportablemente doloroso.
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Mi felino destinado (Malec)
Fiksi PenggemarMagnus y Alec son descendientes de las razas más puras de gatos, aunque sus vidas no podrían ser más distintas. Alec es, como toda su familia esperaba, un poderoso alfa que mantiene en alto el apellido Lightwood. En él recae la responsabilidad de m...