9

220 22 3
                                    

Se despertó varias veces y en todas esas ocasiones no fue capaz de decir en donde estaba, aunque el rostro de Arwin siempre constante aparecía sobre él. Finalmente se despertó una última vez. Esa vez pudo ubicarse, estaba en su habitación en el castillo de la reina. La ventana estaba cerrada por lo que Elliot no podía saber si era de día o noche, además no estaba solo, Arwin estaba frente de su armario y tenía algo entre las manos. Cuando vio a Elliot le sonrió y agitó hacia él lo que tenía en su mano.

—¿Este fue el regalo de Walden? —Elliot se frotó los ojos, demasiado ido como para dar una respuesta.

—¿Qué pasó? ¿Cuánto llevo dormido?

—¿Dormido? —Arwin se volvió al armario y dejó allí la poción—. Más bien noqueado, guerrero. —Elliot se sentó en la cama decidido a pasar por alto el sarcasmo en la voz de Arwin—. Aunque debo admitir que diste una buena batalla, tu error fue no manejar bien tus tiempos. En vista de que solo eres un humano, en el momento en que te estampaste con el suelo, te desmayaste. Ganhame te dejó caer a una altura no mortal, porque sabía que el efecto de la sangre se estaba pasado.

—Entonces, ¿cuánto tiempo llevo noqueado?

—Dos días y te has perdido muchas cosas.

—¿Qué cosas? —Arwin meneó la cabeza, sacó un par de prendas del armario y se las arrojó.

—Primero tienes que comer. Te hemos mantenido a base de miel y agua. Vamos, vamos. Te espero en la cocina.

Sin esperar nada más ella se marchó. Elliot se colocó la ropa que ella le escogió y luego caminó en dirección a la cocina, sintiendo su estómago rugir, su garganta seca y una ligera punzada de dolor en la cabeza. El castillo tenía la misma actividad acostumbrada. Hadas yendo de aquí para allá, hablando entre ellas e ignorando a Elliot.

Por fin llegó a la cocina, un fuego estaba encendido y sobre él Arwin meneaba una sopa. Elliot se adentró, allí no habían más hadas. Tomó asiento en la isla de la cocina y escogió una naranja de un cesto y comenzó a pelarla.

—¿Qué estás haciendo?

—Un guiso de comadreja.

—¿En serio?

—Uh-uh —Elliot agradeció tener aquella naranja entre sus manos.

—Entonces, ¿de qué me he perdido?

Arwin probó la sopa, debía de haberla estado haciendo desde antes que él se despertara porque ella asintió para sí misma, apagó el fuego y sirvió un poco en un cuenco que dejó frente a él. Elliot vio la carne con sospecha flotando entre vegetales. No la probó, en cambio arrancó un gajo de su naranja recién pelada y se lo llevó a la boca. Arwin se sirvió un plato para ella misma y se sentó frente a él.

—La reina Beth ha decido tomar medidas más drásticas de las que esperábamos.

—¿Ha atacado? —Arwin bebió sopa y meneó la cabeza.

—No tan drásticas. Pero Dentory asegura que se han infiltrado en Adah. No sabemos cuántos, ni quienes, ni si han averiguado algo sobre ti o el arma, pero la reina ha puesto una alerta. Dentory tiene soldados vigilando cada rincón de Espinas y Adah por completo, además tú te has convertido en algo así como de extrema confidencia.

—¿Qué quieres decir? —Elliot estaba terminando su naranja pero su hambre no remitía, miró el cuenco humeante de sopa, diciéndose que bien podría ser una sopa de res.

—Bueno, hasta el momento te paseábamos por Adah como un trofeo lindo, pero eso se ha acabado. No volverás a salir del castillo. La reina quiere asegurarse de que la reina Beth no sepa sobre ti o el arma.

La senda de las espinas [La senda #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora