Epilogo

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La reina Eliza volvió a su habitación. Walden estaba recostado en la cama y entre las sabanas. Eliza sabía que debajo de la misma no había ropa. Se acercó al balcón y miró hacia afuera. En la distancia se podía apreciar un punto negro que se alejaba. Elliot en su caballo negro.

—¿Ya se fue? —preguntó Walden, Eliza asintió—. ¿Es posible que la reina Eliza este sintiendo melancolía al pensar en su hermana?

—No sé lo que siento —contestó ella, por un segundo deseó que fuera posible mentir. Decir que toda esa guerra era lo que deseaba, pero si lo intentaba su lengua solo se trabaría—. Estoy enfadada con Beth. No tiene ningún derecho a meterse en los asuntos de mi corte. Pero por otro lado, no la estoy solo castigando, voy a provocar su fin.

—¿Y no era esa acaso tu visión cuando te coronaste? ¿Qué caso tiene que luches contra lo inevitable? Abraza el destino. —Eliza se giró y recordó la visión que le transmitió la corona.

—Un arbusto de flores con espinas muy viejo hablaba, un tallo de rosa sin flor ataca un jazmín y le destruye. Una mariposa revolotea un arbusto de espinas y a su paso flores nacen. —Eliza se sentó a la cama junto a Walden, este le tomó la mano, ella se la apretó—. Esa fue la visión.

—La conozco, mi reina —él comentó, ella apretó aún más su mano.

—Me preocupa esa humana. Me preocupa que pueda confundir a Elliot. —Walden se rió.

—No estés preocupada. Creo que estos dos humanos nos van a aportar mucho entretenimiento. —Eliza retiró su mano y lo vio a los ojos. Walden era hermoso, de una forma que incluso para las hadas parecía fuera de lo ordinario. Era hermoso en una forma en que Florian no lo fue, y en que Nicolas ni lo hubiera soñado. Era como ver el sol fijamente. Su luz te encandilaba y te podía dejar ciego. Su belleza incluso asustaba un poco y por algún motivo, ella logró esquivarla e intimar con él. Pero había una cosa que no podía negar de Elliot su campeón, y eso era que el chico no estaba tan equivocado al sospechar de Walden, los procederes de este eran sospechosos y su lealtad incierta.

—¿Por qué buscas la destrucción de tu propia gente?

—¿Mi gente? —dejó escapar un suspiro—. Mi reina, soy muy viejo. He estado aquí incluso antes de que las hadas se dividieran. —Eliza había escuchado sobre eso, pero no eran temas que se conversaran mucho. Las hadas pasaron por muchas eras, en una de esas algo sucedió y Adah se separó de Daha, creando a las hadas de Espinas—. Estoy cansado de explicar esto, estoy aburrido. Solo quiero ver qué pasa.

—¿Qué crees que vaya a pasar? —Él sonrió.

—No lo sé y eso es lo interesante. Eso es lo divertido de involucrar humanos, nunca sabes qué decisiones van a tomar influenciados por las normas impuestas de su sociedad. Nunca sabes si van a seguir sus sentires o sus pensamientos. Además verles debatirse en dilemas morales es muy divertido.

—Por lo que dices, es como si creyeras que el desenlace de la guerra está en manos de Elliot y esa tal Fernanda.

—Oh... así es. —Se vieron un instante, Walden prosiguió—. Tú y Beth se convirtieron en hadas hace mucho, pero no demasiado tiempo. Aún conservan reminiscencias de su humanidad, muy leves pero allí están. Las dos se buscaron un campeón, porque no quieren pelear la una contra la otra, así que buscaron a otros que lo hicieran. Como dijo un humano una vez, ustedes mis reinas, se han lavado las manos.

—Siento como si todo lo hubieras orquestado tú.

—No es así. Admito que moví algunas fichas, quizás dejé caer comentarios por aquí y por allá en los momento adecuados. Pero todo lo han hecho ustedes. Yo solo me sentaré a ver qué sucede al final, que como ya te dije, no sé cuál será. Y por lo tanto me intriga. ¿Qué sucederá cuando Elliot vuelva a ver a nuestra testaruda Fernanda? ¿Se dejara convencer? ¿Se aliara a Beth? ¿O será Elliot quien pondrá a Fernanda en contra de la reina Beth? ¿Hay suficiente oscuridad en el corazón de Fernanda como para que se haga un lado y deje que una raza entera de seres mágicos muera? ¿Les desprecia tanto como para hacer eso? Como ves, mi reina, siento mucha curiosidad y sea cual sea el resultado, no me afecta en lo absoluto.

—¿Qué piensan los otros antiguos?

—Oh, no tengo ni idea. No me junto demasiado con los otros antiguos. Les veo en mis bares, pero ellos en lo suyo y yo en lo mío. Ahora, mi reina —Walden estiró los brazos y envolvió la cintura de Eliza atraiéndola hacia si—. Todavía faltan varios cambios de luna antes de que nuestro intrépido campeón Elliot llegue a su destino, mientras tanto deberíamos pasar ese tiempo divirtiéndonos un poco, sé que no soy Florian, pero tengo mis encantos.

Eliza le miró, los ojos le brillaban e hizo que el corazón de ella saltara. Walden mencionó a Florian de una manera que no dejaba lugar a dudas. Él sabía quién era ella, quien había sido antes de volverse hada, antes de volverse reina. Ella nunca lo comentó con nadie, solo Beth podía saberlo y aunque hacia mucho que no hablaba con su hermana una cosa era segura: Beth no se lo había contado a Walden, así que ¿Cómo lo supo?

Eliza dejó que la besara, devolvió el beso y las caricias y se perdió en la pasión, pero estaba en guardia. Walden no era cualquier antiguo. Lo podía decir con solo verlo. Walden era peligroso. Era como una serpiente escondida entre las sabanas, como un escorpión en el cajón de la ropa interior. Era hermoso como el más brillante de los animales venenosos y contrario a lo que constantemente pregonaba, Eliza a cada segundo estaba más segura de una cosa: Walden no era solo un simple espectador.

Fin

La senda de las espinas [La senda #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora