Capítulo XX |Mariposas

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Capítulo 20. Mariposas.

Sólo Dame Nueve Meses

A pesar de encontrarme en un estado de paz. Mi corazón no deja de latir con rapidez. Es increíble lo que la presencia de este hombre está causando en mi interior. No he dejado de repetir su nombre desde que me pidió que lo llamara de esa forma, aunque yo ya lo hacía mentalmente, con anterioridad.

Aaron. Aaron.

Qué nombre tan perfecto. Incluso su nombre lo era.

—¿Qué ha sucedido, Lía? —le escucho preguntar.

Él va a pensar que tengo un grave problema por la forma en la que tardo tanto en responder, pero me es imposible lanzar una respuesta clara con rapidez en el estado en el que me encuentro. Ni siquiera he logrado descifrar lo que me sucede, pero si de algo estoy segura es que es él, es él lo que me pasa.

—Aparentemente me he caído y he estado inconsciente..., no sé por cuánto tiempo —respondí, finalmente —. La cuestión es que, me siento muy bien, me siento completamente estable. Había un doctor..., él dijo que la vida de mi bebé corría peligro.

Veo cómo Aaron se tensa de inmediato.

—¿Qué has dicho?

—Sí. Por supuesto que no le he creído y por eso lo contacté a usted.

—¿Cuál era el nombre de este doctor?

Hice memoria, pero no recordé que se hubiese presentado o algo por el estilo.

—No lo recuerdo.

—Sea quien sea, hiciste bien en llamarme. Ningún doctor capacitado te diría algo como eso sin ningún tipo de prueba —, hace una pausa y niega con la cabeza —. No tienes que preocuparte, vamos a ver cómo estás tú y cómo está tu bebé. Mañana por la mañana quiero que te presentes al hospital. Vamos a salir de cualquier tipo de duda, ¿está bien?

Asentí y sonreí. Aquello era reconfortante. Todo lo que salía de la boca de él me parecía reconfortante, me daba paz y eso era algo que se sentía increíblemente bien.

—Gracias doc... —hago una pausa y recuerdo lo que me pedido — Aaron —corrijo. Ahora es él, el que sonríe.

Luego de aproximadamente media hora de camino. Aaron aparca su coche. Posteriormente, se abalanza sobre mí y desabrocha el cinturón, yo casi pierdo el aliento por esta acción. Sonreí a manera de agradecimiento.

—Debo admitir que siempre que te veo no puedo evitar admirar tu sonrisa —dijo. Aquello hizo que mi estómago se volcara de inmediato ¿En serio había dicho eso?

Aclaré mi garganta para tratar de decir algo, pero nada salía. Estaba congelada, otra vez.

—Lo siento —le escucho decir —, no debí...

—No —me apresuré a decir —, está bien. Yo también soy culpable, no puedo evitar admirar sus ojos —me reí nerviosa. Él sonríe y yo soy más culpable ahora, pues su sonrisa también es de admirar. Veo a mi alrededor y me doy cuenta de que estamos aparcados en un lugar que no logro reconocer — ¿Qué hacemos aquí? —pregunté.

Solo Dame 9 Meses ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora