Capítulo XXII| Latidos

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Capítulo 22. Latidos

Sólo Dame Nueve Meses

Miraba a Aaron y él me miraba a mí. Era inevitable sentir la tensión que ambos estábamos experimentando en ese instante, era muy obvio que yo quería que me besara y..., a juzgar por sus ojos, era muy obvio que él quería besarme. Sin embargo, no pasó, porque por alguna razón podía sentir que ambos sabíamos que no era el momento, también sentía que ambos comprendíamos hasta qué punto llegar.

A pesar de nuestras bromas y coqueteos repentinos, también hablamos por horas de cosas diversas. Resultaba ser una persona con la cual conversar parecía ser lo más fácil del mundo. No hubo silencios incómodos entre nosotros, en cambio, creo que hablábamos de más. Tenía curiosidad acerca de su vida y él no se opuso en ningún momento a compartirme su vida de manera tranquila. Me comentó acerca de su juventud y por qué decidió estudiar medicina, resulta que su madre ha padecido de una enfermedad desde joven: artritis, enfermedad que la ha obligado a limitarse como persona desde que Aaron tenía 15 años. Aaron sin duda alguna, era un hombre que había luchado por lo que es él actualmente y eso es algo que yo admiro totalmente.

Después de nuestra cena juntos, salimos a disfrutar del clima que ya empezaba a darle la bienvenida a la primavera. Aaron había aparcado su coche a unos metros del restaurante, debido a la cantidad de coches que se encontraban alrededor. El centro de Boston siempre solía ser caótico, lleno de coches por todos lados y pocos sitios de estacionamiento.
Las luces de la calle colocadas estratégicamente para que las personas disfrutaran del bonito panorama que ofrecía el centro de Boston, daba esa sensación de estar dentro de una película. Sí, sin duda alguna, me sentía dentro de una película mientras caminaba al lado de Aaron. En varias ocasiones pude sentir cómo su mano rozaba la mía, era como si trataba de cogerla, pero después se arrepentía, pues disimulaba rascándose su barbilla.

—Me he divertido mucho esta noche, Aaron —le informo, llamando su atención. Habíamos hablado como locos esta noche en el restaurante, no obstante, cuando caminamos juntos, Aaron no pronunció ni una sola palabra. Parecía que se le había apagado el interruptor del habla de manera repentina.

—Yo también, Lía.

Lo miré por un momento, esperando que dijese algo más, pero se quedó callado. Aquello me extrañó un poco, pero traté de comprender la situación: es un doctor, quizá ya está cansado. El silencio prevaleció, incluso mientras condujo hasta mi edificio. No me molestaba su silencio; de hecho, era muy agradable, él llevaba música de fondo y yo miraba por la ventana, disfrutando del camino a casa. Sentía que podía quedarme dormida, pero antes que eso pasara, llegamos a mi edificio. Él salió del coche de manera rápida y de igual forma lo rodeó para abrirme la puerta, agradecí y nos dirigimos a la entrada de mi edificio.

—Lía —le escuché decir. Levanté mi cabeza hasta poder encontrarme con sus ojos, pero era difícil mantener contacto visual con él sin sentirme débil —. Probablemente sonaré como un idiota precipitado, pero realmente me gustas.

Sentí de inmediato cómo mi rostro empezó a hervir. Aquello me había tomado por sorpresa, a pesar de que Aaron me había dado señales de esto, que lo dijese de esta forma era... exquisito, definitivamente la mejor palabra para definir esta sensación.

—Pero —agregó —. Necesito saber que tú y tu amigo no tienen algo en realidad. Necesito asegurarme de eso, Lía.

Tenía la boca seca. No sabía qué decir, no sabía cómo responder. Era imposible decirle que no sentía nada por Josh porque estaría mintiéndole por toda la cara, pero sé que su petición era un llamado a ser clara y dejar las cosas de manera seria.

—Josh y yo no tenemos nada, además de mi bebé, claro —reí, por lo irónico de todo esto.

—¿Piensas decirle al fin?

Solo Dame 9 Meses ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora