Capítulo XXXIV | Mi razón

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Capítulo 34. Mi razón

Sólo Dame Nueve Meses.

Mi mundo, mis pensamientos, mis preocupaciones o mis frustraciones se esfumaron en un segundo. Ver a Lía con esa sonrisa tan grande hizo que mi corazón se encogiera. En su regazo sostenía con tanta dulzura a... nuestro bebé. Era un sueño o una broma. Sus ojos llenos de amor, todo el amor que ella tenía iba dirigido al bebé que sostenía en sus manos. Lía se veía exhausta,  sus mejillas y labios rosados, su cabello húmedo por el sudor, llevaba puesta una bata de color rosa y, oh, por dios, se veía increíblemente preciosa. Lía siempre se veía preciosa. Ella ni siquiera se había percatado de mi presencia, tenía toda su atención en nuestro bebé. Aproveché para observarla, como siempre había hecho desde que la conozco, admirarla de lejos. Admirar su belleza desde lejos.

—Es una niña—me dijo una enfermera con una gran sonrisa.

Cuando me preguntaba si sería posible que mi corazón alcanzara a latir con más fuerza, sucedió. Otra vez, mi mundo se detuvo en ese preciso instante. Era una niña. Una niña, mi niña. Mis dos niñas...

—Aparentemente, hubo una equivocación en el ultrasonido —continúo la enfermera.

A penas y ponía atención en lo que decía ella, yo seguía mirando a Lía, admirando la manera en la que le sonreía a nuestra bebé y tocaba sus diminutos dedos, era perfecta... Sin percatarme, ya me había encaminado hasta Lía. Estaba a su lado, me coloqué en cuclillas y entonces observé a la bebé. Sus ojos cerrados, pero movía sus manos, sus diminutas y preciosas manos, respiraba con tanta paz y puedo jurar que una sonrisa se dibuja en ella. Era el ser humano más hermoso que había visto, estaba cubierta por una manta blanca. Por supuesto que lo era, Lía era su madre. —Es hermosa —susurro, cerca del oído de Lía.

Ella se estremeció, entonces depositó sus ojos en mí. Sus ojos cafés, esos ojos que me hacía temblar, llorar o enamorarme estaban presentes. Me veían con tanta intensidad que por un momento olvidé cómo respirar.

—Josh... —dijo, sus labios curvándose y formando una sonrisa. Dios, sus labios..., el impulso de besar sus labios me envolvió.

—Hola, holaaa —Escuché la voz de mi madre, quien se asomó por la puerta y luego entró en compañía de los demás. Sophia fue la primera en acercarse con rapidez a nosotros.

De pronto, la habitación se llenó de globos, ramos de flores y regalos. Todos hablaban al mismo tiempo, pero Lía y yo intercambiábamos miradas llenas de palabras, llenas de deseo. Sin embargo, sus ojos se despegaron de los míos y depositó su atención en Sophia, quien le hablaba de toda la ropa que le había comprado a nuestra bebé y que ahora debía cambiar. Lía solamente reía.

—¿Puedo cargarla? —pregunto, de pronto todo el cuarto guarda silencio. Lía parece pensarlo unos segundos, pero luego me sonríe. Con cuidado sostengo a la bebé en mis brazos, atrayéndola a mi pecho, ella a penas se mueve, está tan tranquila. Y es entonces, en ese preciso instante que siento que mi mundo empieza a tomar sentido, mientras sostengo a mi bebé en mis brazos siento la necesidad de protegerla, de sostenerla por el resto de mi vida en mis brazos. En menos de un minuto en mis brazos se ha convertido en el sentido de mi vida, en la razón por que respiraré por el resto de mis días. —Hola —le susurro —, hola, mi bebé.
Espero que a través de mis palabras pueda sentir que ahora mi corazón está latiendo gracias a ella. Ella es mi razón de ser.

— ¿Qué nombre sugieres? —me pregunta, Lía. Yo deposito mis ojos en los de ella y solo puedo ver el parecido de su rostro con el de nuestra bebé. Entonces lo entiendo, ellas se convierten en la razón por la que respiraré de ahora en adelante. No respondí, estaba completamente perdido, admirando a la madre de mi bebé y a mi bebé al mismo tiempo y no quería salir de este momento.

— ¿Cómo está la pequeña Bella?

Aquella voz me resultó familiar de inmediato, así que me giré para encontrarme con la persona que acababa de hablar. Se trataba del doctor Franco... Aaron.

— ¿Disculpa? —le digo y mi voz se escucha con más fuerza de lo que esperé.

—Suelo nombrar a los recién nacidos —se ríe y yo aparto la vista de él, ni siquiera me apetece verlo —. Lamento que mi asistente haya hecho un mal trabajo con el ultrasonido —dice, dirigiéndose a Lía, ella lo ve con una sonrisa, pero no hay rastro de algo más, tampoco en él —. Felicidades, Lía.

Finaliza mirando a mi bebé, quien sigue en mis brazos.

—Gracias, doctor Franco —dice Lía.

—Aaron —responde él, corrigiéndola. Yo tenso mi mandíbula, pero ahora él se vuelve a mí, seguramente notando mi descontento por su presencia —. Felicidades, Josh. Eres un hombre jodidamente afortunado —él se acerca a mí —, espero la ames de la misma forma en la que ella te ama. Ella lo merece todo —finalizó en voz baja, solamente yo pude escucharlo. Me limité a verlo a los ojos.

—La amo —digo, mi voz igual de baja.

Él me sonríe.

—Lo sé —responde y sin más, se retira.

Vuelvo mis ojos a Lía y ella me está mirando, con una sonrisa llena de felicidad.
—Ya lo sé —dice, yo llevo toda mi atención a ella —, ya tengo un hombre... Isabella.

Isa, Isabelita, Isabella. Le sonreí.

—Isabella —susurré, volviendo mi atención a mi bebé, mi niña. Mi mundo entero —. Es un nombre precioso, Lía.

—Solo falta decidir cómo vamos a dividirnos para que pases tiempo con ella.
Mi corazón se detuvo. La miré fijamente, confundido, tratando de entender sus palabras, pero su rostro era frío, decidido. Esperé a que continuara, pero no hubo más.

—¿Qué quieres decir? —casi titubeé, mi voz débil y llena de confusión.

Ella no me miraba a los ojos. No más. Permaneció callada unos segundos, luego suspiró con pesadez —Debemos de ponernos de acuerdo, los días en los que Isabella estará contigo y los días que estará conmigo.

Volteé, pero me di cuenta de que ya no había nadie en la habitación. Todos habían salido a petición de una enfermera. Sentía que no podía respirar.
—Pero...

—Se acabó, Josh —ella cortó. Su voz seguía siendo decidida, directa y podía sentir cómo atravesaba mi pecho —, no seguiré siendo un juego para ti. De ahora en adelante, lo único que nos unirá será nuestra bebé. No seguiré en espera, no seguiré esperando a que decidas qué debes hacer.

Podría jurar que alguien estaba asfixiándome, quitándome el aire lentamente.
—Lía, pero yo...

—Está decidido —ella elevó su mano, evitándome —, ahora mi única prioridad será Isabella. Lo decidí en el momento en el que estuvo en mis brazos. Ella es lo único que me importa de ahora en adelante.

Ella estaba deshaciéndose de mí. Estaba perdiendo a Lía en ese preciso instante.

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Solo Dame 9 Meses ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora