Apenas podía verlo, las frondosas hojas verdosas le tapaban más de la mitad. Aunque realmente no era del todo importante tener una imagen completa de aquella persona, esa desagradable persona.
Kuroro se encontraba bajo la sombra de una palmera, recostado sobre el tronco del mismo, a diferencia del resto, él no tenía una manta sobre la arena. Él descansaba plácidamente sobre la blanquecina alfombra, sin importar el centenar de migajas que se podrían colar en su ropa, en su piel. Era la tarde del tercer día y sí, todo el día anterior Kurapika había pasado castigado por una travesura que no realizó, eso, sumado a la enorme reprimenda por parte de sus padres.
Ahora mismo, no era capaz de contener la ira que le invadía y más aún cuando notó lo tranquilo que se encontraba Kuroro, disfrutando de un zumo de frutas. —Esto no se quedará así. —se dijo Kurapika casi rechinando los dientes y al final, mordiéndose el labio inferior. El sol estaba a punto de esconderse y él no podía dejar pasar un día más sin ejecutar su venganza.
Llamada así comúnmente, aunque él no supiera cual era el procedimiento correcto para llevarla a cabo. Las ideas que le venían a la cabeza no eran exactamente las más terribles, a veces recordaba que algunos niños solían molestarlo por sus anteojos y en cierta ocasión uno de ellos los tiró al piso, logrando romper uno de los cristales. Claro, aquello era terrible pero Kuroro no llevaba ni lentes de sol. Se le ocurrió entonces, que sería bueno que alguien le aventara aquel jugo en su ropa... ¿tal vez?
— ¡Bola!
Se escuchó a lo lejos y el siguiente griterío proveniente del gentío en la playa, advertía que una pelota se había desviado. Muchas veces las personas se reunían casi cerca del agua para jugar un poco con la pelota, parecía divertido sino fuera porque en muchas ocasiones a alguno de ellos se les escapaba un mal tiro, así, la pelota acaba en la cabeza de algún extraño.
La víctima aquella ocasión parecía ser Kuroro, la pelota ya se encontraba descendiendo por encima de la palmera, logró rebasar las hojas y fue entonces que Kurapika esbozó una media sonrisa. Kuroro se levantó de inmediato empuñó una mano, al ver la pelota lo suficiente cerca, extendió su brazo y se inclinó levemente. Al cabo de unos segundos las personas volvían a gritar, pero todos sorprendidos de la hazaña de Kuroro, él había gritado "mía" antes de devolver la pelota al área de juegos.
Fue una pasada grandiosa.
Algunos aplaudieron y otros le dieron las gracias. Por su parte, Kurapika dejó de sonreír, es más, se sintió incluso más irritado al verlo tan triunfal. Aquella era una acción improvisada, jamás pensó que algo así podría ser tan sorprendente. Sin duda, empezaba a detestarle. Así que se acomodó los anteojos para observar otro punto débil, seguramente tenía muchos, no era más que un niño por más que su estatura no lo acreditaba.
Kuroro terminó de beber la última gota de aquel zumo, pues empezó a agitar el vaso con insistencia, su cara de desagrado evidenciaba la sed que traía encima. Ante la inapetente mirada de Kurapika, soltó un suspiro y dejó el vaso encima de un libro. Como no, su libro.
Kurapika casi enloquece al ver como su tesoro ya tenía bastante arena encima. Repasó cuidadosamente los alrededores, ávido por hacer algo, entonces recordó que las conchas siempre están desperdigadas en toda la playa, se inclinó y tomó las más cercanas. No era habitual en él actuar de forma improvisada pero le pareció la mejor opción y con las manos llenas se adelantó unos pasos para dar un golpe certero.
ESTÁS LEYENDO
Ladrón(KuroKura)
FanfictionBajo las rayos de un sol incesante, gracias a la sombra de una palmera. Kurapika es un niño solitario y Kuroro, quizá un intrusos más de los que suele detestar. Nuevas emociones, sensaciones... sentimientos. Infancia Adolesencia Madurez Sin siquie...