9. Alegría

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El flash de la cámara volvió a cegarle por milésima vez, su cuerpo se sentía de piedra, era casi como si no tuviera la facultad de caminar hacia otro lado a pesar de que el gentío empezaba a retirarse.

Y al encontrarse con sus padres en uno de los días más importantes de su formación académica su comparación resultó bastante certera. Ahí estaba, Kurapika con una capa color naranja sobre su pulcro uniforme, acompañado de varios diplomas. Sus reconocimientos no solo se debían al pasar excelentemente el último año de primaria hacia el primer nivel de secundaria, sino que también había unos cuantos que mencionaban excelentes notas, puntualidad, mejor egresado en ciencias y demás.

Oficialmente ya era un estudiante de grado superior.

—Bien, una fotografía más. — dijo la glamorosa mujer acoplando su propio ojo entre la abertura de la diminuta cámara. Su seriedad era inminente, más, aquel día mantenía un ápice bastante alegre, el mismo que compartía su padre. Sin importar lo estrictos que podían llegar a ser, el orgullo les llenaba por completo aquel momento. Su hijo no recordaba la última vez que los vió así, además de representarle un alivio, era una completa satisfacción. Recordó que apenas regresó a la ciudad hace cinco años ya no le era sencillo seguir manteniendo la faceta de muchacho responsable, es más, hasta sus propios anteojos empezaron a estorbarle. Nunca dejó de leer pero ya no era habitual en él quedarse en casa todas las tardes después de la escuela. Mantener un promedio excelente había sido demás complicado, pues a veces solía descuidarse de sus tareas para escapar y hacer actividades normales para alguien de su edad; jugar videojuegos, hacer deporte, tener amigos. Todo eso, lo había aprendido en un lejano verano.

A veces el recuerdo vivaz retumbaba en su mente, golpeaba su pecho con ansiedad, inquietaba sus manos desenfrenadamente.

Las palabras así como la imagen de su amigo de la infancia le traían nostalgia y culpa.

Eso último se debía a que ellos jamás regresaron a vacacionar por la playa. ¿Por qué? Pues, nada más era la forma de evitarse problemas según la lógica inquebrantable de sus padres. Al parecer, evitar el contacto con ese medio era su forma de castigo por todas las travesuras que cometió. Era exagerado, fuera de lugar ¡sin sentido! Más, Kurapika no pudo enojarse, ni mucho menos cometer un escape magistral.

Su vida en la ciudad se encontraba realizada. Por más que le doliese, su promesa de la infancia no sería nada más que un lindísimo recuerdo. Como no, una sublime experiencia.

Kurapika sonrió ampliamente y esperó recibir el flash nuevamente en sus ojos, no le gustaba mucho tener que presumir todos sus logros (había personas intolerantes que solían molestarle) pero, sus padres insistían. Él se colocó alado de varios arreglos florales y se acomodó el largo cabello hacia atrás. Los diversos colores contrastaban el tono fresco de su túnica, además de resaltar con su rubio cabello, el único tono que parecía no encajar mucho era el de su misma piel. Hace mucho la lucía un poco más bronceada debido a sus vacaciones y con el tiempo había regresado a su estado natural. Pálida, aburrida.

—Déjame hacerlo. — súbitamente dijo su padre incorporándose a su lado, le tomó el cabello y lo devolvió hacia el frente. Donde se divisaba lo largo que se había puesto, ya le llegaba hasta la altura del hombro.

Ladrón(KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora