2. Tormenta

416 46 4
                                    

El agua se entregaba de forma pura, en el estado más natural que un ser humano podía apreciar. El cristal en constante movimiento era similar a un espejo cuando empezaba a salir el sol. Eran casi las seis de la mañana, el momento más placentero para relajarse en la playa.

No había gente, no había ruidos y lo mejor, no existían los teatros improvisados.

—Siguiente página ¿sí?— dijo Kurapika algo risueño, estaba demás consciente de que no era precisamente común hablar con sus libros. Era inevitable, pues cada palabra escrita en el papel también tenía vida, el sentimiento brotaba cuando leía en voz alta, la vida se sentía mágicamente a su alrededor. Así, era la única forma en que se sentía complacido de estar rodeado de personas, quizá personajes.

El agua le tapaba los pies descalzos, le encantaba saber que a esa hora la marea no subía y su espacio era totalmente respetado. Odiaba mojar su ropa, detestaba ser regañado constantemente por sus estrictos padres. La brisa le acariciaba la piel así como despeinaba cuidadosamente cada hebra de su cabello dorado, definitivamente era una deleitante calma antes de la tormenta.

—Una tormenta calurosa.

Dijo alguien en un susurro cantado, alargando cada sílaba como si saboreara sus propios labios. La frescura en la esencia de su cuerpo se percibía a kilómetros. Kurapika regresó a ver con algo de calma, pues no tenía planeado arruinar el mejor momento del día, tampoco tenía los suficientes ánimos, su mente se encontraba demás relajado. Su rostro iluminado y sin ningún ápice de mal humor lo denotaba.

Era Kuroro, el muchacho de cabello oscurísimo, ojos similares al crepúsculo. El que podía robarse la noche con una mirada. Ahora, mantener la compostura parecía un verdadero reto.

Él se acercó con suaves zancadas, también tenía los pies descalzos, su piel se veía complacida de hundirse en la húmeda arena de la orilla. Su delgado cuerpo debía medir al menos un metro setenta y eso ya era decir mucho para un niño. Sonrió antes de volver a hablar— ¡Hey, hola! Te recuerdo ¿me recuerdas?

Kurapika arrugó el entrecejo e hizo una mueca algo forzada, sus pálidas manos apretaron el libro mientras comprobaba que todo estuviera en orden y con ello, se refería a sus anteojos.

Al ver como no hubo respuesta, Kuroro soltó una risa sutil mientras regresaba la mirada hacia el horizonte. En sus manos llevaba una canasta algo maltratada, aunque no se llegaba a apreciar lo que contenía. Entonces dijo: — Deberías dejar ese libro, deberías apreciar un poco más la realidad...— se detuvo, esperando una respuesta.

Silencio.

—Bien, muchas veces la realidad no suele ser bonita, ni siquiera agradable pero ¿sabes? Se viene una tormenta calurosa...

—Ya es la segunda vez que lo mencionas.

Kuroro se sobresaltó al escuchar una respuesta, le pareció divertido reiterar aquel tono agudo que le había propuesto matrimonio el día de ayer (Sabía que no era para él, y obviamente tampoco era real, pero de igual manera lo tomaba en cuenta) así dejó escapar un sonrisa amplia, dejando al descubierto dos hileras de dientes blancos. Sus ojos se movieron incluso mucho antes que su cabeza cuando decidió volver a verle. Hasta ese momento su compañero ya había vuelto a su libro.

Ladrón(KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora