8. Prohibidos

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— ¿Te gustaría ser mi princesa?

Él lo había dicho con una naturalidad apremiante, su postura era ridículamente innecesaria al punto de vista de su novia. Más, la radiante expresión que le dedicaba compensaba sus acciones nada sutiles.

Era su costumbre desde niño.

La chica había estado en silencio por un prolongado tiempo, incapaz de mover su cuerpo y que decir de sus ojos, pues no tenían la facultad de desprender su atención hacia aquel par de oscurísimo tono. Bueno, en realidad si podía, la única posibilidad que le daba era desviar hacia aquellos labios rosados, carnosos, húmedos y como no, ávidos de un beso. La mano extendida del joven todavía permanecía a la expectativa.

A un hecho obviamente triunfal.

Nadie parecía resistirse al encanto inefable del chico más popular del tercer año de secundaria, su belleza veraniega así como su particular forma de ser, era lo que le diferenciaba del resto. Ella súbitamente recordó la primera vez que le vio; tan firme, serio, hasta había advertido un sentimiento de temor cuando le habló por primera vez. La adolescencia muchas veces resultaba más confusa que las clases más complicadas, las emociones no solían ser controlados cuando llegaban a esa edad. Para ser claros, eran su propios labios los que empezaban a gesticular un no, pensando con un grito sonoro diciendo sí. Puede que a medio camino se decidiera por un talvez con la misma fórmula difusa. Una palabra, una sensación contradictoria y al mismo tiempo, una decisión segura... atrevida.

—Me lo has pedido unos segundos antes que yo. — Ella contestó risueña, tomándole la mano con fuerza. Dejando que el temblor de su nerviosismo fuera parte de su encanto, así como su largo cabello dorado.

Ahora, era un hecho.

Kuroro se puso de pie con total galanura, su uniforme se había arrugado un poco y las rodillas de su pantalón se mancharon de barro. Su imagen de joven seductor se perdía de a poco, pues su verdadera personalidad resultaba todo menos seria. Ya, a comienzos de su último año de secundaria sus acciones infantiles y para nada sutiles le brindaban aquel toque especial.

Daban la impresión de que jamás envejecería.

Y así fue como logró conquistar el necio corazón de una muchacha sencilla, inteligente y bastante peculiar. Poco o nada era la diferencia que mantenía con aquel recuerdo no muy lejano, aquel retrato viviente de su propia infancia. Kuroro Lucifer ya no era más un niño, de hecho en un par de semanas cumpliría los diez y ocho años, por lo que no quería presentarse frente a sus padres con la mano vacía, helada. Él más que nadie deseaba tener una compañera de vida y nada mejor que la singular chica de la biblioteca. Tal vez, con alguien así, volvería a experimentar la dicha de una aventura contradictoria.

Cómo sucedió hace cinco años...

— ¡Hey!— la voz aguda de la chica a su lado le llamó algo molesta—. Kuroro ¡Kuroro!— No contenta le dio una palmada en el hombro, sabiendo que en medio de tanto escándalo el contacto físico resultaba más efectivo. Ella, lucía realmente radiante como jamás nadie le había visto, pues su faceta tímida se vio tergiversada cuando su actual novio le había pedido ser su princesa.

Ladrón(KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora