Capítulo 23

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—¡Frezzia! —se escuchaba a Ji entregándole un collar.

—¿Qué es esto? —preguntó.

—Frezzia —se oía decir a Ji muy lejos—. No dejes de luchar.

El mismo sueño.

Frezzia se asustó al ver a Tim dormido en su cama, lucía muy dulce y apetecible. Los rayos del sol iluminaban su rostro.

¿Acaso estoy roncando? preguntó abriendo los ojos.

Para nada. Estoy viendo lo hermoso que eres.

Te oí hablar en la madrugada indicó Tim—. Las pesadillas de nuevo ¿verdad?

—Sí —contestó molesta—. Ji está bien ¿verdad?

—Ya te dije que los sueños no significan nada —dijo en tono molesto.

—Pero ¿por qué siempre es lo mismo? —replicó ella—. Debo empezar a asesorarme del tema de los sueños y entender o tratar de descifrarlo.

—Gracias por la maravillosa noche mi amor —soltó de la nada Tim.

Frezzia se ruborizó pero le dio un beso.

—Esta vez cocino yo —dijo ella—. Debo ir a mis tutorías.

—Yo iré a mis temas de la empresa.

Después de desayunar y bromear, se alistaron para salir. Ya en la puerta se despidieron.

—Me llamas en cuanto te desocupes —le indicaba Tim.

***

— ¡No puede ser! ¡Pasó la noche con ella! —gritaba furiosa una mujer desde el frente de la calle.

Era Malí. Tecleó en el celular.

— ¿Qué rayos crees que estás haciendo? —decía—. ¿Acaso te mantengo para que no hagas nada? ¡Ángel debemos vernos y ahora!

—Malí ya no puedo seguir con esto —suplicaba el chico—. Ella ha sido muy buena; mi madre ya se enteró que la engañé y no la estoy pasando bien justo ahora. Si te refieres al dinero que me prestaste, te lo devuelvo ahora mismo a tu cuenta. Así que no tengo razón para seguir ayudándote. Solo fuimos diversión y nada más. Te aconsejo que dejes de hacer daño, ella no te quitó nada. Tú nunca tuviste a Tim.

—¿Quién eres tú para darme lecciones de moral? —replicó Malí—. Está bien, no necesito a cobardes. Si me pagas no te ata nada a mí.

Desde ese día nunca más se volvieron a ver.

***

Después de varias horas de trabajo en la Universidad, Frezzia llamó a Tim.

—Ya terminé mi tutoría. ¿Dónde estás?

—Creo que nos veremos hasta la noche —decía Tim al otro lado.

— ¿Todo está bien?

De pronto sintió que alguien la agarraba por la cintura.

Gritó.

—Soy yo, no grites —decía Tim asustado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Frezzia—. Me has pegado tremendo susto, dame un beso —reclamó.

—¿Cómo estuvo tu gestión? —preguntó ella.

—Tenemos que hablar de eso —Tim lucía nervioso—. Malí está en Londres, creo que me está siguiendo.

—¿Estás seguro? —preguntó viendo a todos lados.

—Sí, contraté a alguien para que la vigilara —respondió—. Me llamaron anoche para decirme que la vieron volar a Londres, tiene problemas psicológicos por eso vino huyendo de Corea. Sus padres fueron a mi casa la semana pasada, están muy preocupados.

—Está muy obsesionada contigo —afirmó Frezzia.

—Sí —maldijo Tim—. Averigüé su caso con el doctor que la trató en Estados Unidos y no terminó su tratamiento, huyó. Hoy fui a hablar con el doctor que la trató hace algún tiempo aquí y en todos los reportes médicos la denominan como esquizofrénica en potencia. Los síntomas están siendo muy notorios. Ahora todo apunta hacia nosotros.

—¿Qué le hiciste para que llegue a eso? —preguntó asustada Frezzia.

—Desde pequeños, nuestras familias pactaron en casarnos —empezó a contar—. Yo nunca estuve de acuerdo con eso. La traté siempre como mi hermana menor, ella siempre lo supo y cuando finalmente logré convencer a los mayores sobre ese matrimonio me odió en ese instante; teníamos doce años y la volví a ver a los dieciocho, cuando la conociste. Aparentemente lo había superado ahora es como una cruz que empecé a cargar por compromiso y retribución por lo que le hice.

—Pero ahora se salió de control ¿no?

—Es capaz de cualquier cosa y no sé si ella sepa que yo estoy aquí —decía consternado—. Si no lo sabe, vendrá por ti, no sé cómo dejé que esto ocurra. Debí internarla la última vez que la vi, me preocupas tú. Así que no es conveniente que nos vea juntos —ordenó Tim.

—¿Perdón? —ladró Frezzia—. ¿Quieres que dejemos de vernos por ella?

—Estando aquí y sabiendo que puede vernos. Sí, eso quiero.

—Terminaré contigo definitivamente si me pides eso —reclamó Frezzia.

—No lo tomes así mi amor, únicamente sería hasta atraparla. Debemos despistarla —replicaba Tim.

—No quiero ocultarme de una loca, en todo caso contrata a alguien para que me vigile y la atrape —ordenó Frezzia.

—No se me había ocurrido —se alegró—. Perdona mi amor pero estoy muy preocupado por todo esto.

—Tranquilo lo solucionaremos, siempre hay solución —decía mientras lo abrazaba.



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