Capítulo 27 (FINAL)

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Personal de la seguridad del hospital forcejeaba con la puerta para sacar al hombre que estaba gritando en el cuarto de limpieza.

Cuando al fin lo lograron, contó lo sucedido.

Revisaron las cámaras de seguridad, el personal del hospital no conocía a la enfermera que aparecía en los videos.

—Es la señorita Malí —gritó el guardia de Frezzia—. Debemos avisar al jefe.

— ¡¿Cómo es posible?! —gritaba furioso Tim—. Les dije que era muy importante vigilarla. Empiecen a buscarla, saldré en este momento.

— ¿Qué ocurre hijo? —preguntó al ver a su hijo exaltado en el restaurante.

—Malí ha secuestrado a Frezzia —dijo apretando los dientes—. Ella estaba inconsciente y acababa de salir de la operación. ¿Cómo puede hacerle esto? Debo volver inmediatamente padre.

En el aeropuerto Tim se impacientaba porque no encontraba vuelo, gritaba a todo mundo. Pensó que era el fin.

Inmediatamente se le ocurrió llamar a Joe y pedirle prestado el avión privado de la compañía.

Joe a la brevedad posible pudo conseguir los permisos de vuelo y en media hora partirían a Londres.

—Gracias por venir chicos —decía Tim—. No sé qué hacer, mi seguridad no contesta y ellos saben que si le pasa algo a Frezzia, los mataré.

—Tranquilo Tim —decía Ji abrazándolo—. La encontrarán, pero no logro entender la actitud de Malí.

—Te acompañaremos —soltó Joe.

— ¿Están seguros?

—Es lo menos que podemos hacer —respondió Ji.

Durante el trayecto del viaje les iba contando los detalles del tumor de Frezzia, del tratamiento y de la operación.

—¿Por qué no nos contaste? —lo regañó Ji—. Debíamos estar con ella en estos momentos, quizá algunas cosas se hubiesen evitado.

—Querida por favor —reclamó Joe—. No es momento de torturarlo.

—Ella tiene razón, no debí hacerle caso —decía llorando— debí contarles a todos. Espero que Malí no le haga daño.

Después de diez largas horas de vuelo, aterrizaron.

En el aeropuerto los esperaba la seguridad y empezaron a informar lo conocido hasta ahora.

—¿Entonces no sabemos en dónde se encuentran? —gruñó Tim—. Deben revisar de nuevo las cámaras de seguridad.

—Rastreamos el teléfono de Malí—decía uno—. Nos arrojó a un depósito de basura, fuimos pero no las encontramos. Ahí cambiaron de carro y hemos desplegado a varios grupos de búsqueda en las diferentes rutas. Las encontraremos pronto.

Pasaron dos horas y no recibían noticias.

Tim se enloquecía.

Sonó el teléfono, ¡número desconocido!

—¡Seguro es ella! —exclamó Joe—. Rastreen la llamada.

—¿Hola? —balbuceó muy nervioso Tim.

—¡Oppa! Quiero verte ahora, o sino tu mujer pasará a mejor vida.

—¿Dónde están? —preguntó—. Lo conozco, cerca del río Támesis. No te atrevas a hacerle daño, iré a hablar contigo por favor. ¡Espérame!

Cortó la llamada.

—¿Anotaron la dirección —preguntó Joe—. Envíen a las patrullas.

Con la mente más despejada, Tim subió a su motocicleta y emprendió el viaje.

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