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Anastasia

-¡Oh cielos mira que cosa tan adorable! -Kate fue directo a mí con un conjunto de vaquero diminuto, solté una carcajada y ella señaló un sombrero a juego. -Será el vaquero más guapo del mundo.

-Esto es Seattle Kate, no Texas -negué con la cabeza.

-Aún así me lo voy a llevar, la tía Kate le sacará fotos como todo un cowboy -puso una mano en mi barriga. -Voy a ser tu tía favorita, Mía puede ser la segunda.

-Te escuché -dijo la aludida, apareciendo por detrás de nosotras, llevaba las manos llevas de ropa diminuta. -Yo seré la tía favorita, le voy a regalar un pony en su primer cumpleaños.

-Alto ahí las dos -dije sin parar de reír. -Nada de ponys, y nada de vaqueros, solo veníamos por unas cortinas y ya tenemos una pila de cosas sobre la caja.

-Solo lo mejor para mi sobrino -Mía pasó de largo y dejó el montón de ropa junto a las cosas que la vendedora parecía encantada por escanear y sumar a la cuenta.

Puse una mano en mi barriga y la acaricié, lo siento Blip, solo te he podido conseguir este par de tías locas que te van a adorar.

-Hablando de compras, espero que las dos vengan conmigo la semana que viene, tengo que comenzar a ver los vestidos de novia pronto y tengo una cita en una tienda exclusiva.

Mía y Kate se enfrascaron en hablar de los preparativos de la boda mientras yo recorría la tienda para bebés, Blip llegaría en cuatro semanas, yo parecía a punto de estallar en estos días, Christian había estado raro los últimos días, quizá se debiera a que su padre finalmente lo había obligado a ir a las oficinas y comenzar a involucrarse de nuevo en el trabajo, iba dos días a la semana por unas cuantas horas, eso nos había retrasado en la mudanza a la nueva casa, Grace no se había mostrado muy animada pero aún así nos había echado una mano para preparar más el lugar, sobre todo la habitación del bebé, ella era quien nos había enviado a buscar las cortinas, seguro nos reprendería al vernos llegar con todas las cosas que cargábamos ahora; mi móvil sonó, era un mensaje de mi madre, quería estar aquí cuando su nieto llegara al mundo y me decía que ya tenía los boletos para estar aquí en la semana que salía de cuentas, le comencé a teclear una respuesta cuando las tías locas iban a la caja una vez más con más cosas en los brazos, dejé el móvil en la bolsa de mi ancho vestido y las detuve con las manos en alto obligándolas a devolverlas a su sitio, de lo que no pude detenerlas fue cuando sacaron sus tarjetas para pagar todo aquello.

-Bueno, pero yo pago las cortinas -añadí sacando mi propia tarjeta.

De camino a casa, paramos en SIP para que yo pudiera entregar algunos trabajos pendientes y me entregaron una pila de manuscritos más, Hanna vino a darme un enorme abrazo y todos los que me vieron me saludaban y preguntaban por el bebé y cuándo me incorporaría de nuevo, les dije que planeaba hacerle luego de que el bebé naciera, tendría que conseguir una niñera para eso, o quizá una guardería, me despedí y volví al auto, Taylor acomodó los montones de manuscritos junto a las bolsas que llevaba amontonadas en el asiento del copiloto, volvimos a la nueva casa y fuimos directo a la cocina por limonada, mientras bebíamos el fresco líquido me sorprendí al ver llegar a Christian, estaba muy guapo con una camisa blanca de botones, pero sus jeans y las converse negras le daban ese aire juvenil que me encantaba, a vernos a las tres se quedó con los ojos como platos, luego noté que en realidad era por todas las bolsas de compras.

-Solo nos aseguramos de que al pequeño Grey no le falte nada -dijo Mía sacando unos zapatitos diminutos de una de las bolsas.

-Me doy cuenta -dijo él.

-Tiene suficiente ropa como para cambiarlo unas tres veces al día hasta que cumpla un año -dijo Kate que sacaba las prendas pequeñas y las iba apilando.

Christian fruncía el ceño, yo me encogí de hombros como para disculparme y el pasó a mi lado, tomó un vaso de limonada y salió disculpándose.

-¿Cómo sigue la cabeza de Christian? -preguntó Kate en voz baja.

-No ha habido mucho cambio hace algunas semanas, con la mudanza y el volver al trabajo, puede que lo tenga algo estresado.

-Eso y tener a mamá cerca seguro lo tiene así -Mía puso los ojos en blanco haciéndonos reír. -Ahora volvamos a lo importante: Kate debe llevar el cabello suelto el día se su boda.

Y la conversación se enfocó en eso.


Christian

De nuevo tenía dolor de cabeza, fue leve durante la tarde pero ahora después de la cena hacía que la cabeza me palpitara, fui a darme una ducha y me tendí en la cama, todo parecía muy vacío en el Escala ya que la mayoría de las cosas estaban ya en la casa nueva, cerré los ojos y comencé a respirar con calma, quizá en algún momento me quedé dormido porque imágenes extrañas vinieron a mi mente, eran borrones de color rojo, escuchaba la voz de Ana y estaba alterada, la piel se me erizaba y luego ella comenzaba a decir la palabra rojo, la decía una y otra vez, yo me asustaba, quería soltarla pero las manos me temblaban, ella lloraba, no dejaba de hacerlo y yo quería consolarla, iba a tomarla en brazos y luego mis ojos se abrieron, estaba en la cama aún, miré al rededor y sin poder permanecer sin hacer nada me levanté y fui al piso de arriba, me detuve delante de la puerta que debía estar cerrada, agité la manija pero nada pasó, la sacudí con fuerza y le di una patada, sentía que lo que provocaba mi dolor de cabeza estaba ahí, había algo que yo debía saber...

-¿Estás bien?

Ana salió por la puerta de su habitación, llevaba unos pantalones cortos y un top que le dejaban toda la barriga al descubierto, parecía asustada justo como acababa de soñarla, mi respiración estaba agitada, puse mi espalda contra la puerta y sacudí la cabeza.

-No lo sé, siento que mi cabeza es una caja fuerte y no tengo la llave para abrirla.

-Estás alterado, es todo se acercó y puso una mano en mi hombro, me moví y la dejó caer. -Lo siento, vamos por algo de té, ¿quieres?

-No, lo que quiero es saber qué pasó -cerré los ojos. -Dime qué pasó, porqué me dejaste antes del accidente, quiero saberlo todo.

-¿Estás seguro?

Asentí, ella puso la espalda contra la pared delante de mí, habló con voz baja pero segura y me contó cómo se había enterado que estaba embarazada, mi reacción y que luego me había marchado, que se sintió cansada por mi actitud y decidió irse, que estuvo en Detroit todo ese tiempo, que no supo nada de mí hasta que no pudo más y decidió volver en nochevieja, y cuando volvió yo estaba en el hospital, todo eso me lleva a creer que quizá después de todo mamá tenía razón: ¿Cómo pudo estar tanto tiempo fuera sobreviviendo en Detroit sin trabajo? De algún sitio tenía que conseguir dinero.

-No tienes idea, jamás lo tendrás, de cómo me sentí al volver y saber que fue culpa mía que casi, de que lo que pasó... -sacude la cabeza, como para alejar esos pensamientos. -Me odié a mi misma por hacerte eso.

-¿Peleábamos mucho?

-Bueno, lo normal supongo, como cualquier pareja.

¿Lo normal es pelear al grado de abandonarse y hacer que el otro quiera acabar con su vida? Mi cabeza duele más, me llevo las manos a las sienes, Ana lo nota y se acerca, sus manos cubren las mías, las intento apartar sujetándola por las muñecas, Ana se queda congelada y me mira con los ojos muy abiertos.

-No estás bien, llamaré al doctor Flynn.

-No vas a llamar a nadie, no estoy mal -la suelto y le doy la espalda, bajo las escaleras y ella viene más despacio, voy a mi habitación y tomo el móvil, cuando Grace atiene Ana está llegando a mi lado con el rostro pálido aún en la oscuridad. -Mamá.

-¿Qué pasa Christian? ¿Estás bien? ¿Y el bebé?

-Tengo... esto -carraspeo, me doy la vuelta para no mirar a Ana, sus grandes ojos azules están asustados. -Quiero ir a casa.

Hay un silencio sepulcral, escucho unos pasos salir de mi habitación y luego mi madre suspira por el teléfono.

-Voy para allá.


No mires atrás | Christian y AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora