Durante sus años transitando por la escuela secundaria, todo adolescente quiere vivir una fiesta al mejor estilo Proyecto X. O, mejor aún: todo adolescente sueña con ser el anfitrión de una fiesta como la de esa película, llena de alcohol y otras sustancias más que ilegales. En mi escuela, nadie lo había conseguido hasta ese momento... Pero alguien estaba a punto de hacerlo.
En Buenos Aires —al menos hasta donde yo sé—, no es muy usual que los padres se vayan de viaje y dejen a sus hijos solos en sus casas el tiempo suficiente como para organizar una fiesta de tales dimensiones. Por eso, cuando Ignacio vino a sentarse a nuestra mesa durante la hora del almuerzo y, tras pasar un brazo por los hombros de Olivia, dijo que haría una fiesta en su casa, todos asumimos que no sería la gran cosa.
Después de todo, nunca lo era.
Un día después de esa "invitación informal", todo mi grupo de amigos y yo nos encontrábamos en la sala de estar de la casa de Julieta, debatiendo adónde debíamos salir ese sábado por la noche. Por el momento, la mayoría de los votos se los llevaba una discoteca que ponía música electrónica. Nadie parecía recordar la fiesta de Ignacio.
—¿Qué tiene esta cosa? —le pregunté a Julieta, entre tosidos, mientras inspeccionaba el líquido naranja del vaso que me había pasado. No sabía lo que era, pero me había quemado la garganta.
—Vodka —respondió, sin inmutarse, mientras le pasaba otro vaso idéntico a Jaime. Teo se echó a reír.
—No deberías darle vodka a Arabelle —dijo él—. Ya sabes lo flojita que es.
Teodoro no mentía: como yo casi no tomaba, mi nivel de resistencia al alcohol estaba en valores negativos. Después de todo, alguien tenía que estar en control de la situación cuando nadie más lo estaba. Sin embargo, todo el mundo bromeaba al respecto, incluso yo: Arabelle la flojita, la responsable, la santita.
Arabelle, la mentirosa.
Dejé el vaso en la mesa, cerca de Julieta.
—No se acostumbrará jamás si no toma —puntualizó ella, empujando el vaso hacia mí otra vez.
—Estoy bien con un vaso de Coca-Cola.
—¡Mira lo que has hecho! —Exclamó una indignada Julieta.
—¡Oigan! Creo que ya sé adónde podemos ir —gritó Olivia, por sobre las voces de Catarina y Jaime, quienes seguían discutiendo (ella era partidaria de la música electrónica y él, partidario del reggaetón), y por sobre la indignación de Julieta—. Hoy es la fiesta de Nacho.
—Por supuesto que la novia de Nacho quiere ir a su fiesta —bromeó Jaime. Olivia, ruborizada, le propinó un golpe en el brazo.
—¿Creen que será tan buena como él dice? —Quiso saber Teo.
—Seguro exagera... Es decir, una fiesta de ese estilo es algo que muchos han intentado y ninguno ha podido —respondí, a lo que él asintió. Todos recordábamos el fiasco de la fiesta de Sebastián, el primer intento de imitar aquella película: un vecino terminó por denunciar a su padre, que terminó detenido unas ocho horas—. Pero hay que admitir que las fiestas de Nacho siempre son buenas.
—¿La fiesta de Nacho, entonces? —Preguntó Olivia, intentando en vano esconder una sonrisa.
Luego dejaríamos de referirnos a esa fiesta como "la fiesta de Nacho". Sin embargo, todavía no lo sabíamos, por lo que respondimos que sí.
♡・・・・・・♡
Al final, "la fiesta de Nacho" era lo más parecido a Proyecto X que hubiera visto alguna vez (bueno, sin contar la Granny's Fest, una fiesta que mi hermano solía hacer en Londres todas las vacaciones). Si bien la casa era bastante más grande que aquella en la película, transmitía las mismas vibras: Ignacio había imitado desde la banda sonora, hasta los icónicos vasos de plástico rojos.
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Atrapados en el Mar (Atrapados #1)
Teen FictionTodo parece perfecto... Cuando el hermano de Arabelle y su prometida deciden tener una boda simbólica arriba de un crucero, lo primero que Ara quiere hacer es salir corriendo. Tiene sentido: nadie querría pasar veinte días en un crucero en lugar de...