No hace falta aclarar que, tras aquella cena en Río, mamá nos largó a André y a mí el sermón más largo de nuestras vidas. En él, condensó que los habíamos avergonzado frente a sus amigos (es decir, frente a los padres de Étienne), y que ambos estábamos "bastante grandecitos" para actuar como niños de tres años. ¡Incluso nos comparó con el hijo de su mejor amiga!
El crucero volvió a zarpar al día siguiente, justo antes de que empezara a anochecer.
El sexto día, el cual era de navegación, Étienne y yo nos encontramos en los alrededores de la piscina. Tonteamos en el agua el mayor tiempo que pudimos, pero cuando comenzó a caer la tarde, decidimos que habíamos tenido suficiente. Así que nos sentamos en el borde, con los pies en el agua, y nos quedamos charlando animadamente.
—¿Has visto la historia que publicó Olivia en Instagram? —Le pregunté.
Como negó con la cabeza, le pasé mi teléfono.
Se trataba de un video de Julieta y Teo, pero lo gracioso era la expresión de este último al final. Olivia había filmado a Juli de lejos, que caminaba hacia el agua junto a Catarina, y luego había movido la cámara hacia Teo, que la miraba boquiabierto.
La expresión de Teo también divirtió a Étienne, quien se echó a reír de tal manera que sus mejillas adquirieron un leve tono rosado.
—La cara de Teo parece un meme de The Office —comentó, aún entre risas, mientras me regresaba el teléfono.
—¿De qué?
—The Office. Esa serie en la que sale Steve Carell —explicó, pero yo fruncí el ceño—. Deja que te busco una foto.
—¡Ah! Sí —respondí, una vez que hube visto la foto—. No la vi, pero los memes son conocidos. ¿Tú has visto la serie?
Negó con la cabeza.
—Bah, he visto algunos episodios al azar. Lo mismo con Friends. A esa sí la conoces, ¿cierto?
—Bueno, que mi cultura televisiva no es tan pobre —me quejé, con fingido enojo. Unos segundos de silencio después, me aclaré la garganta y, con timidez, le hice una pregunta—: Eh, Étienne... ¿Qué te parece si nosotros también publicamos una historia en Instagram?
—Me gusta la idea —devolvió, con una sonrisa brillante.
Repliqué el gesto. Acto seguido, deslicé el dedo por la pantalla hábilmente para encender la cámara y extendí el brazo para enfocarnos juntos. Nos tomamos varias fotos, con filtros bonitos y divertidos, esos que te iluminan la cara y con los que ponen la imagen en blanco y negro. A pesar de que no estaba convencida de publicar la mayoría (bueno, después de todo, las personas tenemos inseguridades y no queremos sacarlas a relucir en las redes sociales), las guardé todas. Quizás no fueran "dignas" de ser publicadas, pero todas tenían su encanto. «O todas tenían a Étienne, querrás decir». Bueno, eso también.
Me quedé un momento observando la última foto que nos habíamos sacado, deteniéndome en los ojos azules de mi francés favorito... Y eso fue lo último que hice antes de que un pie (era un pie, no me pregunten cómo lo supe) me empujara al agua.
Grité. Mucho. Tanto como para que me oyeran hasta el otro lado del mundo.
Por fortuna, no nos encontrábamos sentados a orillas de la parte profunda de la piscina, por lo que pude salir a la superficie sin problemas. No obstante, sí había tragado bastante agua, así que salí tosiendo y con la respiración agitada.
Me sequé los ojos con el dorso de la mano, lanzando improperios a la persona que me había empujado. Entonces fue que la vi: Luciana, con una mano apoyada en su cintura, al mejor estilo Regina George de Chicas Pesadas. Sus ojos brillaban con malicia.
—¿Por qué diablos hiciste eso? —Espeté, tan pronto como pude dejar de toser.
—Ups, fue un accidente. Lo siento —devolvió ella, con fingido arrepentimiento.
—¡Sí, claro! ¡Se nota que fue un accidente!
—Ara... —Llamó Étienne, pero no hice caso, puesto que estaba demasiado concentrada trazando un plan para partirle la cara a mi propia prima—. Ara... Tu teléfono...
Esas dos palabritas sí consiguieron llamar mi atención. Entonces, llevé la vista hacia el agua: en el fondo, a mis pies, descansaba aquel rectángulo rosa que iba para todos lados conmigo. No había manera de que pudiera sobrevivir a semejante cantidad de agua.
La frustración hizo que las lágrimas se agolparan en mis ojos. Bueno, en realidad, era más que eso: sentía impotencia, enojo y, sobre todo, tristeza ante esos momentos que tenía guardados allí y que jamás volvería a ver.
Como tenía el agua casi a la altura del pecho, tuve que retener el aire para sumergirme y tomar el aparato. Lo dejé afuera de la pileta, bajo la atenta mirada de ambos. Étienne estaba desconcertado, mientras que Luciana se encontraba más que satisfecha consigo misma. Suponía que era como una de esas promociones "pagas uno y llevas dos": empujar a Arabelle a la pileta para empaparla y, además, romper su teléfono. ¿Qué otra cosa podría ser mejor que eso?
Con la adrenalina a flor de piel, trepé por la pared para salir y, cuando estuve afuera de la piscina, me abalancé hacia ella.
Sí, no fue la más inteligente de mis decisiones, pero no se me ocurrió otra cosa.
—¡Mira lo que has hecho! —Vociferé, estirando las manos para alcanzarla. Deseaba poder dejarla completamente calva... O, al menos, parcialmente.
Sin embargo, no había contado con los rápidos reflejos de Étienne, quien me atrapó antes de que pudiera dejar a mi prima necesitada de una peluca. Estaba tan furiosa que ni siquiera podía reparar en el hecho de que tenía los brazos del chico más lindo del mundo alrededor de mi cintura.
—¡Idiota! —Continué, implacable, mientras me retorcía para llegar a ella—. ¡Rompiste mi teléfono!
Sabía que Étienne tenía fuerza, pero no tenía idea de cuánto tiempo podría soportar eso.
Quería asesinarla y, esa vez, no era un simple decir.
—¡Suéltame! —Pedí—. ¡Suéltame, Étienne! ¡Hazlo, así puedo arrancarle los pelos!
—No le arrancarás los pelos —replicó él, con la mandíbula apretada.
—¡Sí, sí que lo haré! No vas a impedírmelo.
—Te advertí que te alejaras de él —intercedió ella, como si esas simples palabras justificaran todo lo que había sucedido en los pasados cinco minutos.
—¡Estás mal de la cabeza! —Espeté—. ¿Ahora ves por qué no te quiere?
—Eres un jueguito para él. ¿Acaso no te das cuenta?
—Cierra la boca, Luciana —ordenó él. Ambas lo ignoramos.
—Estás celosa de que esté conmigo y no contigo.
—¿Estamos juntos? —Me preguntó, aunque no sabía si obtendría respuesta.
—Solo está confundido —devolvió mi prima.
—No estoy confundido.
—Tú estás demente, y él no está confundido.
—Deja que él mismo responda si está confundido o no —replicó Luciana.
—¡Ya he respondido! —Exclamó él, con desesperación.
—No hace falta ni que responda —dije.
—¡Pero que yo ya he respondido!
—Es un pobrecillo a quien tú solo manipulas.
—Yo no lo manipulo —respondí, indignada—. Si hay alguna manipuladora aquí, esa eres tú.
—Eso es cierto —aceptó—. Y, si fuera tú, tendría cuidado. No hago amenazas vacías.
—¡Estás loca!
—¡¿Qué diablos está pasando aquí?!
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Atrapados en el Mar (Atrapados #1)
Novela JuvenilTodo parece perfecto... Cuando el hermano de Arabelle y su prometida deciden tener una boda simbólica arriba de un crucero, lo primero que Ara quiere hacer es salir corriendo. Tiene sentido: nadie querría pasar veinte días en un crucero en lugar de...