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Decir que estoy contento es poco. Mis papás me dieron la mejor noticia de todas cuando llegué a casa: veré a Emma. Bien, esa no es la noticia, pero iremos de visita a mi antiguo hogar. Si corro con suerte, podré verla. A menos que ella vuelva a donde vive su familia. Sería la peor de las suertes si eso pasara. Aunque por ahora sólo quiero enfocarme en lo bueno. Este sábado me voy dos semanas.

Mi mamá no quiere llegar con las manos vacías, así que vinimos al centro comercial. No sé qué demonios se supone que comprará pero me arrastró con ella porque papá aún no llegaba del trabajo. Doy las gracias a quien sea que me escuche cuando él aparece entre la gente y puedo irme. Luego de cinco minutos diviso a Carol sentada en el área de restaurantes. Está con su amiga y al parecer, ella también me encuentra. Bueno, al menos no me obligarán a hacer compras con ellas, ¿verdad? Me acerco.

—¿Estás siguiéndome, Kingsley? —pregunta la duquesa apenas llego con ambas.

—Ya te he dicho que no, Lane —le sigo el juego. La otra chica carraspea para hacerse notar.

—¿No nos vas a presentar? —pregunta. Carol lo hace, molesta por alguna razón.

—Encantado —contesto. Hago el mejor intento por mostrarme amigable.

—Sara me pidió que la ayudara a buscar algo de ropa —explica Car —. Tiene una cita con Jordan el viernes. —La mención de mi primo me molesta. Parece que está en todos lados —. ¿Quieres sentarte?

Acepto su invitación y al mismo tiempo, su teléfono comienza a sonar. No atiende. Ni siquiera se molesta en ver quién es.

—Entonces, si no me sigues, ¿qué te trae por aquí? —pregunta. El aparato vuelve a sonar y ella lo ignora otra vez.

—¿No vas a contestar? —pregunto. Estoy casi seguro que hoy es ese día, el cumpleaños de Max —. Podría ser importante.

—Puede esperar —se precipita a decir. Nuevamente, su actitud no coincide con lo que me espero.

—Carol, podría ser él —le recuerdo. Por fin me da la razón y se levanta.

—Vuelvo enseguida. —anuncia.

Un segundo después de que se aleja, Sara empieza a hacerme preguntas. De dónde soy, en qué clase estoy, cuántos años tengo. Ni siquiera he terminado de contestar una y empieza con otra. De no ser porque debo esperar a mi amiga, huiría de su interrogatorio. En fin, tampoco tengo que soportarlo mucho. De un momento para otro, noto que Carol se tambalea. Ambos decimos su nombre. Me levanto de un brinco para alcanzarla justo antes de que toque el suelo.

—¿Qué demonios, Lane? ¿Qué pasó? —pregunto, preocupado.

Su tez morena parece haber perdido todo color; sus ojos luchan por mantenerse abiertos; sus labios de pronto se volvieron pálidos y no parece tener consciencia completa. Débil es la palabra que la describe ahora.

—Está pálida, ¿por qué está pálida? —añade la otra.

—No lo sé —espeto. No es mi intención sonar tan grosero, pero no necesita decirme algo que ya noté.

Carol se desploma por completo en mis brazos.

—Mierda —suelto. ¿Qué pudo haber pasado para ponerla en ese estado? —¡Carol! ¡Carol, despierta!

»¿Le ha pasado antes? —pregunto a Sara.

—No, es la primera vez.

—Esto no me gusta —murmuro.

Una vez que despierta, la obligo a acompañarme hasta mi auto para llevarla a que la revisen. Para una persona normal, no pasaría nada. Sin embargo, Carol estuvo más de un mes en coma. Por un momento creí que podría tardar en abrir los ojos. ¿Se puede recaer en el estado de coma? Como sea, no paro de dar vueltas hasta que la ancianita que estaba con ella me dice que vaya. Cuando me ve abrir la puerta intenta sonreír. Y se queda en el intento, porque no lo logra.

—Me diste un susto de muerte —le digo

—Gracias por traerme. —contesta. Me acerco a ella hasta tenerla a poca distancia.

—¿Me dirás qué te puso tan mal? —pregunto. Ella niega con la cabeza varias veces hasta que veo que empieza a llorar.

—Max —es lo único que dice, entre sollozos.

Debería de aliviarme. No es nada grave. Ningún problema que influya en su salud físicamente. Mis preocupaciones no se cumplieron. Entonces, ¿por qué hubiera preferido que me dijera eso a lo que en realidad pasó? Verla sufriendo de esa forma es una de las cosas que más me han dolido en la vida. No debí decirle que lo contactara. Pude haber dicho lo que pensaba y tal vez no se habría arriesgado.

Me contengo todo lo que puedo, pero al final termino por atraerla a mí. La apoyo en mi pecho y siento cómo mi camiseta empieza a mojarse de sus lágrimas. Ella pasa sus brazos por mi espalda para hundirse más en mí. No digo nada. Me he dado cuenta que Carol no lo necesita. Sólo quiere que la comprendan y la escuchen. Que estén ahí para ella. Y eso haré.

—Te voy a ayudar a subir esos ánimos —digo, una vez que las lágrimas se detienen.

•°•°•

En el tiempo que había estado aquí no se me ocurrió recorrer la ciudad por mi cuenta. No había visto el Arcade frente al centro comercial hasta hoy. Mi amigo Dan, su hermana Abi y yo solíamos ir muy seguido. No había pensado en ellos desde hace mucho. Hago nota mental de buscarlos en cuanto llegue este fin de semana.

—Se nota que eres un chico —dice Carol, arqueando las cejas.

—¿No te gusta venir al Arcade? —pregunto. Que yo sepa, hay demasiadas chicas que los visitan. Tal vez por aquí no.

—No es en lo que pienso cuando tengo que animarme —contesta —. Prepárate para perder —me amenaza.

Pasamos un largo tiempo yendo de una máquina a otra. Mientras tanto, aprovecho para contarle que me iré durante las vacaciones. Ella propone desayunar juntos para despedirme. No me lo pienso dos veces. Me alegra tanto que no piense en lo que la tenía tan mal que incluso aceptaría ir y lanzarme de un puente. Car lo hace más razonable y me obliga a usar camisetas a juego y sacarnos una foto. Claro, por qué no. Después de todo, la humillé terriblemente en mi juego favorito, el Pump It Up.

—Tendré que venir más seguido —dice cuando le abro la puerta de mi amado Camry —. Necesito practicar en esa cosa de baile.

—Ni pasando todo el día aquí podrás superarme —me burlo. Subo al asiento del piloto —. ¿Dónde queda tu casa?

—Calle Santa Mónica, número 55 —responde.

Una vez ahí, me invita a cenar. No me había dado cuenta de lo hambriento que estaba hasta que menciona la comida. La pequeña parada en su casa se vuelven más horas. Son casi las diez de la noche y sigo fuera de casa. Cuando se supone que sólo iría a dar una vuelta mientras mis papás compraban. Aunque no me importa. Me alegra haber estado con Carol y hacerle compañía después de su forzada despedida con Sara.

—Gracias —dice —. Sin ti habría pasado el día entero sola y devastada. —Parece que también pensaba en lo mismo.

—Para eso son los amigos —contesto —. Ahora, por favor, vete directo a la cama. No pienses en nada. Te veré mañana en la escuela —pido.

Me preocupa lo que pueda pasar si estará sola toda la noche. No creo que pensar en la situación sea buena idea. Le doy otra cosa en lo que concentrarse cuando deposito un beso en su mejilla antes de marcharme. Es un intento demasiado tonto...

Pero con suerte funcionará.

¿Y Otra Más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora