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—Primero no paran de gritar y ahora ninguno quiere hablar —se queja la directora, masajeando sus sienes. Alguien toca la puerta —. Adelante.

Lucía se interna en la oficina.  Estoy tan acostumbrado a verla tan confiada e imponente que me es raro notarla insegura y tal vez hasta intimidada por la figura de poder delante nuestro. Claro que eso no evita que pueda lanzarme una mirada furibunda con disimulo. La enfermera, quien fue llamada para curarnos, se retira para dejarnos solos.

—Esto es inaudito, Martin —comienza la mayor —. Llevo quince años en esta escuela y jamás había visto tanto revuelo como hoy. —A la mujer le gusta exagerar. Lo digo por si no es obvio —. Tu trabajo es encargarte de que los muchachos tomen buenas decisiones. Y está claro que pelear en los pasillos no es una. Mucho menos si se trata de estos dos jovencitos. —«Aquí vamos...».

»Joven Jordan, ¿qué pasaría si debido a esto tengo que suspenderlo del equipo? —Sí, ahí está. Todo mundo se preocupa del pobrecito Patrick y su puesto en las Gacelas —. Usted es el principal líder de toda la escuela, no sólo en la cancha.¿Está bien que descuide eso por una simple disputa entre su primo y usted? —Ambos nos removemos en el asiento, incómodos. No importa cuántos años pasen, jamás nos acostumbraremos a que nos relacionen como familia.

»Joven Kingsley —continúa, sorprendiéndome —, esperaba más de usted. —Lo que me faltaba, la voz de la razón para él y para mí la de la decepción —. Su expediente estaba impecable; calificaciones, asistencias, disciplina... ¿qué es lo que tuvo que pasar para que cambiara eso? —Nuevamente, silencio.

»Bien. Si no quieren hablar no lo hagan. Pero alguien tendrá que limpiar la sangre en los pasillos y no será el personal de intendencia. Los quiero mañana a primera hora aquí. A ambos.

—Tengo entrenamiento matutino —replica Patrick.

—Debió pensarlo antes de lanzarse contra su primo, jovencito.

—¿Ya puedo irme? —digo, ganándome más de una mirada de indignación. Sin embargo, creo que hasta la mujer ya tuvo suficiente de nosotros porque contesta con una afirmativa. Los dos nos levantamos y Lucía está a punto de hacerlo cuando la otra suelta:

—Llama a la señorita Lane, por favor.

•°•°•

—¡Auden! —exclama mi mamá al verme llegar —. ¿Pero qué... Patrick —adivina.

Paso de largo y me interno en mi habitación. Ella me sigue, le evito entrar cerrando la puerta. Me ganaré una buena reprimenda cuando mi papá llegue, no estoy de humor para contestar preguntas. En realidad, nunca lo estoy cuando se trata de mis peleas con Jordan.

—Auden, abre la puerta, por favor. —No contesto —. ¿Qué ocurrió? —Tampoco respondo —. ¿Estás bien?

Cada quince minutos vuelvo a tener así a la pobre mujer pidiendo que la deje pasar. Una vez que llega mi padre, me veo obligado a abrir la puerta. Muy pocos saben esto, todo aquel que viene a esta casa dirá que la figura de poder recae en mi mamá; sin embargo, ninguna de esas personas lo ha visto a él en su rol de padre disciplinario. Es diez veces peor que ella.

En fin, tengo un ojo morado, moratones por todo el cuerpo, heridas abiertas y lo que más me preocupa aunque no lo parezca es el regaño que él me da. Incluso dos días después, luego de haber cumplido mi castigo en la preparatoria y siendo mi cumpleaños, él sigue molesto y yo sigo siendo un idiota. Tanto con él como mi mamá. Y por supuesto, por qué no, con Carol también.

¿Y Otra Más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora