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-¡Carol Lane! Pero qué sorpresa encontrarte -dice alguien a nuestras espaldas. La chica y yo volteamos para encontrarnos con un chico bajito y delgado. No lo conozco pero tal parece que ella sí.

-Las fiestas son de Le Rose. Si no se espera ver a alguien, esa persona sería el rival -contesta -. ¿No lo crees, número cuatro? -Debe ser una Pantera entonces.

-Cualquier buen jugador sabe que la rivalidad se queda en la cancha -se defiende él, confirmando mis sospechas. Toma un taburete y lo coloca al lado de la duquesa -. ¿Dónde dejaste a tu novia, chico? -me pregunta. Luego de asimilar que me está hablando, y que no se refiere a Carol como muchos anteriormente, respondo:

-No tengo novia.

-¿No es la muchacha del Arcade? Creí que venían juntos. -¿Andy?

Aquí es donde algo en mi interior enciende una alarma.

-¿Venían? ¿Quiénes, exactamente? -cuestiona Car.

-Sus amigos, ella y ustedes.

Y aquí es donde digo: Me cago en todo.

Ella y yo cruzamos miradas. Duele ver ese brillo en sus ojos que indica que el simple hecho de una posibilidad le causa emoción. Ruego, suplico e imploro silenciosamente para que se quede a mi lado. Pero lo que hace es sonreír con travesura. Y luego de un intercambio de palabras con el jugador, se levanta en búsqueda del estúpido princeso.

Mis intentos por detenerla resultan inútiles. Para el momento en que vuelvo a encontrarla entre la multitud es un hecho, esta noche no será ni por asomo lo que me imaginaba. Me arrepiento inmensamente de no haberla llevado hasta el claro que tanto le gusta en cuanto bajamos del auto. ¿Por qué, maldita sea, el mundo tiene que conspirar contra mí el único día que quería que estuviera a mi favor? Quiero, con todas mis fuerzas, golpear al imbécil que ahora mismo prueba de los labios de mi Carol.

Me acerco junto con el llamado Lou -que no entiendo por qué está siguiéndome- y evito un segundo beso. Y para empeorar todo el asunto, Andy llega acompañada de sus otros dos amigos.

-Hola, Auden -saluda en tono seco. Es un hecho, sigue molesta.

-Hola, Andy -respondo sin siquiera mirarla. Temo que si aparto la vista del azabache, éste se lleve a la duquesa lejos de mí.

Pero, cómo no, lo hace en mis narices.

•°•°•

Oficialmente declaro que haber invitado a salir a Andy fue la peor decisión de mi vida.

-Para de una puta vez, Auden -espeta Jordan, quitándome el chupito de las manos -. Llevas dos horas aquí, ¿ya te diste cuenta?

-Jódete -contesto, arrebatándole lo que me pertenece.

Mierda, jamás en la vida había probado gota alguna de alcohol. Comúnmente es él quien hace estupideces y yo el niñato ejemplar que no rompe ni un plato. Pero heme aquí, sólo, ebrio y devastado en toda la extensión de la frase. Puedo distinguir a Car entre todos los adolescentes pasándosela estupendo con Taylor mientras. Ella cree que me fui desde hace mucho. En cambio, no puedo irme de aquí y dejar de torturarme.

-Escucha -exige mi primo, tomando con fuerza mi hombro -, no me estoy arriesgando a que me vean contigo sólo para que me mandes al carajo. Mi tía te va a matar si te ve en estas condiciones.

-¡Bien! -exclamo -, si me mata dejará de doler, ¿cierto? -Él ríe, por el hecho de que no me lo tome en serio. Ambos sabemos que no está bromeando -. ¿Por qué estoy así, Patrick? Ni siquiera Emma me dejó tan mal.

-Son los efectos colaterales de enamorarte de Carol Lane -dice seriamente, dándome palmadas en el mismo lugar donde me sostenía -. Sé por lo que pasas.

¿Ahora mi primo me está consolando? ¿Cómo llegamos a esto?

-Esto es una mierda.

-El amor es una mierda, sí.

Veo a Carol de nuevo y me arrepiento al instante. Se están besando otra vez. Pido otro maldito trago.

-Ese debería ser yo -digo, señalando en su dirección.

-¿Por qué mejor no dejas de ser tan masoquista y te vas? -inquiere.

-Debo llevarla a casa. -Excusa tonta, dado que, como dije, se supone que no estoy aquí.

-En tu estado no podrías ni conducir una bicicleta -discute -. Además, sabes perfectamente quién la llevará a casa hoy. -Lo miro con irritación. ¿No puede dejarme conservar un poco de esperanza?

-Ahora entiendo todo -dice Andy, tomando asiento en el otro taburete a mi lado -. La razón por la que me botaste fue ella, ¿verdad? ¡Eres un hijo de puta que sólo me usó para darle celos! ¿Y sabes qué? Me alegro de que te haya salido el puto tiro por la culata.

Tengos dos opciones, la primera es pedir disculpas e intentar razonar con la pobre chica que piensa que fue utilizada. Explicarle que no tenía intención alguna de lastimarla y que de verdad creí que podría darse algo. La segunda, es dejarla creer lo que quiera con tal de que por fin deje de darme la tabarra como lo lleva haciendo toda la noche.

Es una decisión seria que requiere del uso de la razón, el arrepentimiento y la empatía.

Pero claro, estoy ebrio hasta el culo.

-Piérdete -le digo, mirándola a los ojos.

Al menos funciona.

¿Y Otra Más?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora