31 Ya no podrás decir que nunca has comido rabo.

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La ceremonia ha sido bastante amena. El cura ha soltado una retaila infernal de palabras raras, pero Derek, sentado a mi lado, a sabido susurrarme chistes al oído, en referencia a toda esa pantomima.

Sigo enfadada con él, por supuesto que sí. Pero hoy no es un día para discutir con él y arruinar la boda de mi amiga. Además, hoy tenemos enemigos en común, y eso solo hace que tenga que unirme más a él.

Mientras picoteamos los entrantes del menú, no puedo evitar pasear la vista entre la gente que, allí reunida, disfruta, ríe, y grita "viva los novios". El momento es bastante alegre, muy emotivo, familiar, y Dakota preside el comedor cual reina, desde la mesa más elegante situada a lo alto de un suelo a doble altura.

Pero yo no miro eso, no. Aunque el momento es pura felicidad digna de admirar y disfrutar, yo ando más pendiente de otra cosa. Igual que Derek, Thomas, Jhon, y el resto de los hombres que vigilan el recinto. O eso espero que estén haciendo, claro.

Al cabo de varios platos, llega un plato en específico que... Dios, tiene una pinta tremenda. No sé qué es, así que cojo la carta en la que se citan todas y cada una de las delicias, y encuentro que ésta carne tan jugosa es "rabo de toro, con crema de champiñones".

Degusto ese plato en silencio, disfrutando del sabor de los champiñones impregnando mi boca, y la ternura de la carne deshacerse con suavidad entre mis dientes. Creo que es lo que más me gusta del menú. Pero siento que se me indigesta, en cuanto vislumbro a Marcos acercarse a mi mesa.

Suspiro con pesar. Espero que no se le ocurra venir a tocarme las narices. Tengo un cuchillo en una mano y en la otra un tenedor. La avería que le puedo preparar en la cara es bastante seria.

Siento la mano de Derek acariciar mi muslo bajo la mesa. Entiendo, que como sinónimo de apoyo, así que permito su tacto durante un par de segundos. En cuanto Marcos ya está sobre nuestra mesa, y su oscura mirada se centra en mi cara, aparto el muslo del tacto de la mano de Derek, y aprieto los puños alrededor de los cubiertos.

Cómo me toque las narices, lo ensarto como un chorizo.

- Norah - saluda, con una amabilidad más falsa que una moneda de madera. Se acerca a Thomas y Jhon, que están sentados frente a mí, y pasa ambas manos por encima de sus hombros.- Vaya... Qué alegría volver a veros - les acaricia en un falso gesto amistoso, que Thomas y Jhon aguantan como pueden. Alza la mirada hacia Derek, y antes de que pueda decir algo, el muy gilipollas pregunta.- Y tú... ¿Eres el nuevo empleado, o la mascota sexual que me sustituye?

Derek ríe, contra todo pronóstico de romperle los dientes de un golpe, ríe.

- No, salado, no. Yo soy el novio al que esperaba mientras se entretenía contigo.

¡Zas!

¿Te ha rozado los dientes, Marcos? ¿No? Entonces te lo has tragado, cabrón.

Marcos, a pesar del hatzazo de Derek, encaja el golpe como buenamente puede, y sonríe. Desvía la mirada hacia Jhon,después hacia mí, y con todo su desparpajo, suelta:

- Oh... Rabo de toro. ¿Te gusta el rabo, Norah?- pregunta, dejando claro el doble filo de sus palabras.

Con la comida no se juega, nene.

Aprieto aún más el cuchillo entre mis dedos, dispuesta a clavárselo en el ojo. Pero Jhon, desde el otro lado de la mesa, me sacude una leve patada en la espinilla. Una patada, que a pesar de haber sido sutil, ha sido suficiente para sacarme del estado de rabia en el que me estaba sumiendo, para devolverme al presente y a la boda de Dakota.

Demasiados testigos para matar a alguien aquí.

- Claro, es mi plato preferido. ¿Y a ti, Marcos?- suelto, a sabiendas de que mi frase no va a tener un doble filo, sino tres, cuatro, o incluso cinco.- Ya no podrás decir que nunca has comido rabo.

Norah Fox Donde viven las historias. Descúbrelo ahora