17 ¿Qué coño acaba de pasar aquí?

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Los días pasan, y con ellos, la sensación de que algo malo está por suceder, se hace cada vez más y más evidente.

Jhon también se ha percatado de que alguien nos vigila. Merodea por el exterior de la casa, nos persigue cada vez que salimos, y hasta creo que se cuela en Dirty Diamond y se camufla entre la gente.

Me pone de los nervios no llegar nunca a verle bien la cara y poder identificarlo. Eso me ayudaría a secuestrarlo e interrogarle hasta la muerte si es necesario.

Y para colmo, mi reunión con los narcotraficantes de los países latinos se acerca, y con ella, el viaje hacia Venezuela. Sé que tengo que ir y cerrar todos los tratos que voy a tener con ellos, pero sabiendo que alguien me vigila, o vigila a Derek... ¡Dios! No sé si me conviene del todo hacer lo que voy hacer, pero creo que es la mejor opción para que todos estemos seguros.

-Derek - digo alzando la cabeza y despegando los labios de mi taza de café.- Nos vamos de vacaciones una semana.

Derek, que estaba dando un sorbo al zumo de naranja, escupe sobre la mesa todo el contenido que tenía en la boca. Emite una especie de tos tonta, coge una servilleta de papel y, mirándome como si me acabase de volver loca, se limpia los labios y dice:

-¿Y eso por qué?

No puedo decirle la verdad, obviamente. Pero puedo hacer eso que tan bien se me da: adornar la verdad.

-Tengo un viaje de negocios. No será más que unos dí...

-¿Negocios?- me interrumpe con esa pregunta impregnada de incredulidad. Voy a responder, no me gusta ese tonito de voz, pero el jodido me interrumpe a mí.- Vamos a ver, Lady pequitas...- ríe por lo bajo y se frota la frente con la mano - Tienes una discoteca, no una multinacional. No creo que...

-Oye, cara huevo - le corto en seco. No me gusta una mierda por dónde va la conversación. Clavo mis ojos verdes y asesinos sobre su persona, y me levanto de la silla. Planto las manos sobre la mesa con brusquedad, y poniéndome mi máscara de tía dura y fría, prosigo con lo que iba a decirle desde el principio.- Es un viaje de negocios, sí. Voy a intentar expandir el Dirty Diamond por todo Latinoamérica. ¿No has oído hablar del mundialmente conocido McDonald's? Ellos venden hamburguesas, y yo vendo fiesta. Así que puedo hacerlo.

Derek me mira como si fuese un perro verde. Sé que va a decir algo acerca de que no tiene nada que ver un restaurante de comida rápida, con una discoteca. Pero antes de que diga nada y me desmonte la porquería de mentira que he montado, sigo:

-Además, ¿qué más te da? Para ti serán unas vacaciones por Venezuela y a todo incluido.

-Espera. ¿Venezuela?- pregunta demasiado interesado. Asiento con la cabeza.- ¡Joder! Nunca he estado en Venezuela. ¡Me voy a Venezuela!- grita eufórico.

-¿Cuándo nos vamos?

La madre que lo parió. Si lo llego a saber, le digo directamente eso y ya esta.

Lo miro. Su alegría lo hace parecer un jodido niño de seis años a las puertas de Disneyland. Por un momento, me arrepiento de haberle dicho que viene conmigo. Incluso sopeso la idea de ser mala, mala malísima, y decirle que es broma, que él se queda aquí. Pero no. La guarrilla de mi conciencia me recuerda que, si me llevo a Derek conmigo, es para que no corra peligro. Resoplo, asqueada.

-Mañana por la mañana - respondo sin muchas ganas.

-¡Toma ya!- grita saltando de la silla.

Alise, que hasta ahora se mantenía en un segundo plano trasteando en la cocina, se sobresalta con el grito de Derek.

Bueno... Al menos ahora, sin nosotros, la pobre Alise va a descansar.

Por la mañana, antes de poner rumbo al aeropuerto, dejo a dos de mis chicos totalmente a cargo de la casa, y de la vida Alise. Les advierto de que, como le pase algo en mi ausencia, les corto las pelotas y se las hago comer. Lo mismo ocurrirá si me encuentro la casa descuidada y hecha una mierda.

Norah Fox Donde viven las historias. Descúbrelo ahora