11. poesía hambrienta

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(Narrador omnisciente)

Volaron las horas hasta que llegaron a la casa de Kellin, y después de una velada divertida ambos fueron a la cama. Al otro día debían volver al mundo real en donde sólo las miradas jugarían con las piezas de aquel romance que se había formado entre ellos. No era prohibido pero si un pequeño secreto el cual gustaban exhibir sonriendo cómplices, perdiéndose uno en la imagen del otro, fingiendo que el resto del mundo no existe.

Ahora estaban a media luz sentados en la cama. Ambos con pupilas dilatadas, sus labios entreabiertos mirándose con curiosidad.

Las delicadas manos de Kellin retiraron el suéter y la camiseta de Oliver. Descubrió que sus tatuajes fácilmente podrían ser dibujos de constelaciones marcadas en su piel. Estrellas dibujando historias. Descubrió que ese par de ojos oliva eran como la bruma espacial que hasta en la oscuridad podrían brillar y guiarlo hasta el límite.

Y Oliver hizo lo mismo, le quitó una a una sus prendas a Kellin hasta que dejarlo en ropa interior porque jugaba a ser invidente leyendo poesía en braille, aunque la diferencia era que podía ver la silueta de Kellin a contraluz. Pasaba la yema de sus dedos con suavidad recorriendo el surco de su piel. Como jugando a truco o prenda pero con el lenguaje de las manos, descubriendo un mundo nuevo, perdiéndose en el océano.

Oliver tomó a Kellin de la cintura para acostarlo en la cama. Kellin perdió el tiempo mirando hacia el techo mientras escuchaba el ruido de la hebilla del cinturón de Oliver, ruido de prendas caer al suelo y el suave tacto deshacerse de su boxer. Ahora Kellin estaba libre de sus prendas, al igual que Oliver.

Oliver se acercó a los labios de Kellin. Un beso hambriento se formó de aquel acercamiento, sus pieles rozaban, acoplaban como una música de ambiente que armoniza. Sus lenguas se acariciaron, sus labios jugaron por un dominio inexistente ya que ambos eran libres de las horas que marcaban un límite.

Y cuando Kellin decidió separar sus piernas para dejar a Oliver entre ellas, ambos se separaron del beso para contemplarse una vez más cara a cara. Y la mano de Oliver viajó hasta los labios de Kellin. Kellin tomó su mano, separó dos de sus dedos y les dejó un beso antes de sumergirlos en su boca.

Después de haber dejado humedecido sus dedos, los sacó de su boca y levantó a penas un poco su cadera para brindarle acceso. El cual Oliver tomó hundiendo uno de sus dedos en él provocándole un pequeño dolor.

Kellin se mordió el labio inferior respirando hondo sintiendo sus pulmones llenarse de todo el perfume de Oliver. Y ahora que tenía a ese hombre frente a él expuesto en todo el esplendor de su belleza, debía analizar cuál era la decisión a tomar aquí y ahora. Se encontraba hambriento. Oliver era una presa y Kellin se sentía un carnívoro. Ya no podía controlarse.
Entonces pensó:
-"Oliver, mi más sentido pésame."
-Bésame. -susurró y le pasó sus piernas por alrededor de su cintura. Ahí perdió la línea de su propia guía.

Y Oliver se acercó para besar sus labios, en ese segundo ambos contuvieron su respiración. Kellin ahora se convertiría en un astronauta que quedaría atrapado en la inmensidad de Oliver. Y Oliver se semergiría en la piel de Kellin, como un marinero que naufraga dispuesto a dejarse llevar por la marea.

Kellin estaba dispuesto a ser el postre de Oliver así que se dejó tratar mientras soltaba un gemido al sentir la invasión en su interior. Su mente se despidió de la tierra y comenzó a flotar.

Y Oliver comenzó a mover su cadera contra Kellin, a un ritmo que coordinaba con el de sus respiraciones que luchaban por ser normales, iban pausadas y lentas. Envueltos entre el calor de la suavidad de ambas pieles rozandose para llegar al orgasmo.

Ambos cerraron sus ojos ante aquel beso que se profundizaba a medida que continuaban su viaje.

Kellin se separó del beso para tirar su cabeza hacia atrás y arquear su espalda sintiendo como Oliver iba tocando su punto dulce. Era su primera vez y no temía admitirselo a si mismo ya que en su mente repetiría esta escena una y mil veces.

Oliver tomó a Kellin de la cintura y comenzó a embestirlo. El interior de Kellin se sentía exquisito como para describirlo con cualquier jadeo de placer que pudiera conjugar en ese momento.

Y Kellin no deshacía el agarre de sus piernas a las caderas de Oliver, es más, las movía intentando ayudar en aquellas estocadas que estaba recibiendo.

Oliver se inclinó ante Kellin y continuó con el juego previo, siguió acariciando su piel, acercó sus labios para dejarle marcas. Esa era su primera vez e iba a hacer que no lo olvide y quería que lo tenga presente por al menos una semana al mirar su cuerpo desnudo. Y en la extensión de su blanquecina piel ahora se veían rubores rosas y hasta bordó provocados por esos labios que ahora le pertenecían.

Kellin puso sus manos sobre las mejillas de Oliver y lo atrajo para besarlo. Ambos ahogaron un jadeo en el encuentro de sus bocas y otra vez sus lenguas comenzaron a interactuar.

Oliver se sintió hambriento y mordió el labio inferior de Kellin provocándole que sonría porque ahora lo habían convertido en un canibal. Después con pequeños besos marcó un caminó que recorría desde los labios de Kellin hasta su cuello.

-Oli... -gimió Kellin cerrando sus ojos con fuerza al sentir como le mordía su cuello.

Oliver suavizó su mordida al soltar un jadeo mientras cerraba sus ojos, el cosquilleo excitante del placer había hecho aparición en su vientre. Sus manos decidieron recorrer la desnudez de Kellin hasta llegar a su entrepierna, tomó su miembro y comenzó a masajearlo, logró endurecerlo en pocos movimientos, lo movía desde la base hasta la punta al mismo ritmo en los que sentía su corazón latir contra su pecho. Algo impasible por la lujuria.

Kellin se cubrió su boca intentando ahogar un gemido al mismo tiempo que cerraba sus ojos con fuerza. Sintió sus piernas aflojar el agarre a la cintura de Oliver y finalmente hundido en placer dejó de contenerse y soltó un jadeo profundo. Sintiendo las estocadas que le proporcionaba en su intimidad, sintió el esmero en el movimiento de la mano sobre su miembro y sonrió sintiendose estremecer por tanto placer. Oliver lo había elevado como en un truco de magia.

La respiración de ambos viajaba irregular y cálida, casi como vapor perfumado de frutas prohibidas que eran arrancadas de un árbol y devoradas con ferocidad, ferocidad como la velocidad que tomó Oliver al embestir a Kellin con lujuria, lujuria contenida en los jadeos de Kellin a causa del placer por verse atrapado en la mano de Oliver. Y así ambos se volvieron uno mismo, en ese momento, conectados y extasiados.

No podían evitar por nada del mundo conectar sus labios y besarse una y otra vez, porque era la muestra más clara de que aunque sus cuerpos estuviesen luchando con lujuria y casi con violencia, sus sentimientos seguían ahí, expuestos y apoderándose de ese momento.

Y el tiempo volvió a jugar su papel, ambos parecían haber hecho esto miles de veces por la coordinación que tenían, parecían conocerse de años y juntos llegaron al clímax. Oliver había soltado un jadeo al sentir su mano manchada con el líquido blanco de Kellin, y Kellin soltó un gemido al sentir cómo se llenaba su interior con el líquido tibio de Oliver.

-Oli... -susurró Kellin.

Oliver puso su frente apoyada sobre la de Kellin. Y como si ambos hubiesen compartido el mismo deseo interno desde que se conocieron, Oliver fue el que dejó salir las palabras que Kellin no pudo pronunciar:
-nunca me dejes.

-nunca jamás.-le respondió Kellin.

Ambos sonrieron por aquellos inicios. Quedaría grabado en su memoria hasta su vejez y quedarían los recuerdos enmarcados por siempre en su corazón.

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