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Ya habían pasado varios días desde ese desacuerdo con mi hermana. Desde esa vez, no volvimos a hablar tanto, excepto por  algunas palabras cruzadas de vez en cuando. Me sentía un poco mal al verle y quería hacer algo, pero ella debía entender que yo tenía una  visión diferente de aquello y, por lo tanto, eso mantenía la distancia entre ambos.

Creí que sería mejor así; aunque me sintiera algo solo. Era la única forma de no herirla con mis palabras.

Levanté el flequillo de mi frente y pude apreciar allí, reflejado en el espejo del baño, la herida anterior ya cicatrizada.

Salí de ahí y me dirigí a la sala. Por lo que pude ver en un reloj de pared, no era tan tarde.
En la sala no había nadie, me encaminé esta vez a la cocina, curioso por un gustoso aroma que provenía de allí.

Asomé mi cabeza con sutileza por el marco de la puerta y allí pude ver; no era mi hermana.

Blue -si ese era su nombre-, estaba ahí de espaldas, completamente ensimismada en lo que preparaba como para notar mi presencia.

¿Acaso esa tipa seguiría instalada aquí?

En serio, de seguro ya estaba afincadose en 'mi' casa. Y mi hermana tan tranquila.

Fruncí los labios e ingresé sin valerme mucho su presencia.
La cafetera se hallaba sobre la misma mesada en la que ella ahora cortaba algunos vegetales. 

Me acerqué y ésta al notarme dió un pequeño brinco. Me miró como siempre, inspeccionándome con sus ojos obscuros, tan grandes como los de un alien; en realidad, parecía un alien.

—¿Qué tanto miras?— la señalé con el mentón, mirándole con desprecio, mientras hechaba los granos de café.
Ella se había quedado viéndome sin hacer nada más. Luego de oirme se encogió de hombros y rápidamente bajó la mirada volviendo a lo que hacía.

Una vez que mi café estuvo hecho y lo vertí en una taza, me encaminé a la isla. Antes de retirarme por completo, le dediqué una última mirada a la chica que estaba de espaldas; me fijé en su largo cabello negro, estaba suelto.

—Sabes, deberías recoger tu cabello.—
ella giró su cabeza para mirarme tímida, esperando.
—No me gustaría comer comida con pelos.

Ella asintió y bajó la cabeza. Salí de la cocina y me senté en la isla, viéndola de reojo de vez en cuando.

~

Me estiré un poco en el sofá, haciendo crujir mi espalda. Suspiré sobrepasado al oir una nueva notificación en mi teléfono. Desde que lo volví a encender hoy no he dejado de recibir llamadas y mensajes. Sólo comprobé la hora y volví a bloquear la pantalla; no estaba de humor para estar contestando, al fin y al cabo, no debían interesarse en cómo me sentía. Que más da, no era de su incumbencia.

De todos modos, si querían dirigirse a mí por temas laborales, no era necesario, ya que mi hermana había arreglado el tema con la empresa en la que trabajo. Ella dijo que no volvería a trabajar a partir de dos semanas ya que, según ella, necesitaba un tiempo para respirar. Y de verdad ella estaba en lo cierto, no quería estar allí, no por lo del respiro, sino por el hecho de que ya estaba harto, el modo en el que era tratado allí, la forma en el que todos se comportaban, esa misma monotonía con la que hablaban ya me hartaba.

Siempre sus mismas sonrisas, forzadas, al dirigirme la palabra. Las palmaditas que daban en mi espalda al tratar de reconfortarme, ¿quién diablos dijo que lo necesitaba? Al menos si dejaran de lado esa notoria falcedad, serían capaz de ayudar. Al menos para hacerlo menos incómodo.

Ciertamento ya no quería estar allí; no soportaba aquellas miradas de pena sobre mí.

Sentí una mano apoyarse sobre mi hombro, quité la vista del televisor y divisé de quién se trataba.

The stranger ➸ J. HoSeok ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora