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¿El Espresso era un café? El capuchino... ¿Un té? ¿Un jugo?

Volvió a hojear aquel extenso manual cuyo contenido eran las recetas de cada una de la bebidas que se servían ahí y que por supuesto, debía memorizar.

La señora Watson le había ofrecido un trabajo a medio tiempo en cualquiera de sus tantos negocios, como agradecimiento por lo ocurrido aquél trágico día. Ella, como primera reacción, no supo bien como escoger entre la gran lista, puesto que nunca antes había tenido un empleo o siquiera algo cercano a ello y no sabía cuál le convendría más.

Aunque finalmente sólo optó por el de una cafetería, le pareció bonito en cuanto lo vió; pensó que quizás sería agradable trabajar ahí, y talvez sería lo mejor para que sea su primera vez en algo así.

Se equivocó.

Todo era tan excéntrico para ella, ¿Cómo iba a siquiera imaginar que existirían tantos tipos de café o de té?

De cualquier manera, ella siempre supo que nada sería fácil. Puesto que ahora debía dar todo de sí para ganar su propio dinero y valerse por sí misma. Ése sería el primer paso para cumplir su objetivo. Quería dejar de ser una carga.

Soltó un gritito de sorpresa en cuanto notó que el vaso al que pensaba cargarle sólo un chorrito de leche ahora se encontraba desbordado y con un charco de ésta en toda la mesa. Evidentemente se había quedado demasiado sumergida en sus pensamientos.

Comenzó a limpiar con frenesí aquel sitio y en un intento por arreglar el desastre, uno de sus codos empujó otro recipiente, causando ahora otro regadero.

Suspiró profundamente. Talvez debió considerar la ayuda de otros empleados para aquel labor de preparar esas bebidas, pero no, ella quería demostrar que podía sola y así no molestar a nadie más. Tampoco podía fiarse de su peculiar habilidad; ya se había metido en suficientes líos con aquello y corría un gran riesgo con aquellas amenazantes láminas de vidrio que hacían de paredes. Además, no pensaba que sería buena idea hacer más embrollos ya que su jefe era un poco...

—Señorita Blue, ¿Aún no sirve los pedidos de la mesa número...— las palabras se le quedaron en el aire al notar bien el estado de todo ahí. —¿Qué has hecho aquí?

Blue no supo que decir, sólo se quedó congelada allí de rodillas y mirando de forma inquebrantable al joven castaño frente a ella.

—Señor Hansol, discúlpeme, fue mi error.— dijo eso mientras se levantaba, con la cabeza agachada. —Juro que limpiaré todo...

El chico lanzó un suspiro y apretó su puente nasal de forma impotente mientras negaba.

No había duda de que se encontraba cansado de ella, y así era. Aunque a penas era el segundo día en el que Blue había empezado a trabajar allí, su inexperiencia la delataba horriblemente. Fueron incontables las veces en que ésta cometió errores y claro estaba que para Hansol, su joven jefe, cada equivocación de ella significaba una astilla más en el dedo para él. 

Desde un principio el chico se notó en desacuerdo con aceptar a Blue allí pero de todas formas tuvo que hacerlo puesto que, por un lado él también fue uno de los rescatados por Blue aquella vez y además, también era nieto de Watson Minhee; una mujer nada facil de contradecir.

—A penas hemos empezado la mañana y tú ya has hecho otro de tus desastres. No sé en qué estaba pensando mi abuela al dejarte trabajar aquí. Y tampoco entiendo qué tan especial eres como para que te ofrezca algo así.— por fin lo soltó, suspiró cansado; parecía estar totalmente al borde de su paciencia. Entonces le lanzó esa mirada de perspicacia que siempre mostraba desde que la conoció, como si algo en ella le hiciera ver sospechosa; como si de alguna forma él fuese consciente de que algo extraño ocurría con la chica. —Todo eso sólo me lleva a una misma cuestión... ¿Acaso utedes dos ocultan algo que yo no sepa?

The stranger ➸ J. HoSeok ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora