14. Los príncipes azules no existen.

6.9K 1.2K 450
                                    

Cuando Finn llegó al cuarto donde Verónica estaba en el hospital, casi cayó de rodillas en el piso. Verónica estaba leyendo una revista, parecía un poco enferma, muy pálida y delgada, pero aparte de eso ella tenía la expresión de siempre; no impresionada de que Finn estuviese exagerando, al igual que su madre. Ella negó con la cabeza y palmeó un lado vacío en la camilla. Finn se arrastró con la poca fuerza que tenía por haber corrido por los pasillos y se sentó frente a ella. Había lágrimas en el borde de sus ojos que amenazaban con salir y él finalmente podía dejarlas ir con un suspiro. Ella le acarició la mejilla y lo dejó desahogarse.

Ella solo había tenido una recaída, estaba débil, muy débil, pero no estaba en sus últimos momentos ni mucho menos. Finn pensó que era el final cuando la madre de Verónica lo llamó, ni siquiera le importó que Gideon estuviese abajo con muchas preguntas, él podía esperar o preguntarle a la madre de Verónica, probablemente haría lo segundo, de todas maneras, tenía practica pronto. Finn sabía que cuando bajara él ya no estaría.

—Tu madre dijo que era urgente —murmuró Finn entre lágrimas.

—No es nada, yo estaba bastante triste y le dije que quería verte, ella bajaría las estrellas del cielo por mí en este momento —Verónica le sonrió, tomando la cara de Finn entre sus manos—. Estoy bien, cariño... ¿Qué te pasa a ti? No pareces muy calmado.

—No lo estoy —Finn seguía llorando, cada vez más fuerte—. No puedo con todo esto.

—¿Es él? —Verónica no parecía sorprendida pero no por eso parecía menos enojada, ella soltó un gran suspiro y procedió a peinar el cabello de Finn mientras él colocaba su cabeza sobre su regazo—. Cuéntamelo todo.

—No quiero agobiarte —él masculló.

—Me agobia más que no me cuentes, mira que no soy alguien con mucho tiempo.

—¿Pero tienes tiempo para hacer chistes sobre algo tan serio?

Verónica rió, su risa sonaba alegre y vívida, como el resto de ella no aparentaba estarlo.

—Es la única manera en la que se me perdona, debo aprovechar —ella le golpeó el hombro—. Vamos, cuéntame.

Fin se acomodó y le dijo todo a Verónica, absolutamente todo, incluso lo que él no sabía que había sentido hasta que se lo soltó todo a ella. Le dijo que estaba decepcionado, enojado, muy enojado consigo mismo y con Gideon. No tendría por qué estarlo, no era culpa de Gideon no ser gay y solo estar confundido, querer hacerlo sentir bien por culpa de algo que pasó con su primo. Gideon tenía buenas intenciones, Finn no quería estar enojado con él pero así estaban las cosas ¿Qué más podía hacer él? Encima había dejado ir a Parker y se rehusaba a volver a buscarlo, sería todo menos lo que Parker merecía, él no podía hacerlo sentir como una segunda opción. De cualquier manera, Finn tenía peores problemas, tenía a Verónica contando los minutos y sus padres estaban reconciliándose, odiaba que en medio de todo eso debía darles la noticia de que Verónica estaba muriendo, lidiar con eso y encima con sus propios sentimientos.

Sí, él no tenía tiempo para el amor, eso era lo mejor.

—Y una mierda —Verónica gruñó cuando Finn terminó su confesión—. Deberías ir por Parker.

—No es el momento —él dijo—. No creo que él quiera verme de cualquier manera, Abi dijo que estaba muy herido.

—Bueno, pero no te dirá que no—ella acarició su cabello—. Finn, nunca has tenido un amante de verdad y yo... realmente creo que es bueno que tengas a alguien lo suficiente cercano para cuando esto acabe, alguien en quien puedas apoyarte.

Quisiera conocerte | Quisiera 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora