last damn night, CHRIS ARGENT

ocho

Entró a la cabina de un salto y me repetí internamente que todo estaría bien mientras intentaba caminar tan rápido como ella. Ellos no habían despegado la vista de nosotros y debí ocuparme de eso en ese instante; no lo hice.
Lo olvidé en cuanto me llamó desde adentro agitando sus manos como lanzando una señal desde la ventana. Troté más rápido y me adentré junto a ella.
Pudimos haber tenido un plan si no hubiera llegado la noche anterior para que saliéramos, hubiéramos tenido precaución y tener un plan de emergencia. Hubiéramos pensado a dónde ir pero ella sólo dijo "Conduzca por los mejores lugares de la ciudad" y dirigió su vista a la ventana esperándolos. El conductor nos miró extrañado, pero no dijo nada, sólo murmuró "oui" y condujo por los lugares turísticos mas conocidos. Cada cosa o monumento que pasaba, agrandaba la sonrisa de Leah y yo me sentí mal, porque no podría arruinarle su única noche libre.

—¡HOLA NORTEAMÉRICA! —gritó extasiada por el ambiente y el alcohol aun presente en su sangre, sacando la cabeza por la ventana saludando a los desconocidos en la calle.
—Leah, esto es Francia.
—Oh, cierto. ¡LO SIENTO FRANCIA, TE AMO!

Solté una risa e intenté disfrutar el viaje, y después de un rato así ella soltó un chillido viendo un punto en específico que yo no podía encontrar y sacó rápidamente dinero del bolsillo trasero de su pantalón. Sus movimientos a pesar del alcohol eran rápidos y me tardé un momento en salir también.

—¡Vamos! —exclamó emocionada mientras jalaba de mi brazo hacia una calle escondida entre los edificios.

Subimos por unas escaleras de emergencia hasta la azotea de un lugar tan ordinario que no podía entender su emoción de estar ahí.
Me llevó hasta la orilla y se sentó. Permanecí en mi lugar hasta que palmeó a su lado esperando que me situara junto a ella. Se podían ver los tejados de las casas en el horizonte y a la derecha, más lejos, la Torre Eiffel y los primeros reflejos de los rayos de sol apenas lograban dar pistas de estar ahí.

—¿Puedes creer que no dormimos en toda la noche? —me preguntó divertida.
—Sí, créeme que sí —respondí, aunque realmente lo había olvidado.
—Claro, ya habíamos entrenado en la noche, no sé porqué te pregunté... —su voz bajando de volumen con cada palabra, avergonzada.

Sonreí enternecido y la rodeé por los hombros con un brazo, esperando hacerla sentir mejor.

—Te quiero, Leah —musité cuando el sol de asomaba finalmente.
—Te quiero, Chris. —y sentí su delgado brazo darme un agarre firme por al cintura.