siete

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Corrí detrás suyo y al entrar, Leah se sentó en la primera mesa disponible que encontró. Me senté frente a ella, sus piernas se cruzaron debajo de la mesa y esperó con una sonrisa a que una mesera se acercara. Ninguno dijo nada sobre lo que había sucedido, tampoco hice el intento de hablar pero estaba casi seguro de que estaba sonriendo casi como ella. No podía desviar la mirada de ella, su apariencia era casi hipnótica para mí, a diferencia de ella que permanecía atenta a la mujer que caminaba a paso lento y desganado hacia nosotros. Apenas nos miró al dejar caer en la mesa el menú.

—El especial del día es pay de mora azul y capuchino descafeinado —gruñó con su voz nasal.

Leah pasó sus ojos azules por el menú ignorando la actitud molesta y la impaciencia de la mesera frente a ella. Casi hago lo mismo que ella pero me giré discreta e instintivamente hacia la barra donde dos hombres de la edad de Gerard hablaban sin despegar la vista de nosotros. No hubiera encontrado algún problema si no fuera porque uno de ellos iluminó sus ojos de azul un momento y el otro soltó un gruñido amenazante por lo bajo. Manteniéndome alerta al instante, planeando rápidamente cómo sacarnos de esa situación sin alterar a las demás personas, me había acostumbrado tanto a ser como una persona normal que olvidé que nosotros no lo éramos.

—Sí, nos da dos de esos por favor —tomé el papel de sus manos y se lo entregué rápidamente a la trabajadora.

Ella asintió, lo apuntó en su libreta y se fue sin decir nada. Leah siguió sin hablar, sólo me miró extrañada y volteó hacia la ventana. Obviamente ella no sabía sobre lo ocurrido, ya que aquellos hombres estaban fuera de su vista periférica.

—¿Estás bien? —le pregunté, preocupado de que se sintiera molesta pero sin dejar que la ansiedad nublara mis sentidos.
—Claro. —ella sonrió y me miró a los ojos.
—Bien, porque debemos irnos.
—¡Pero ni siquiera hemos probado el pay!
—No hace falta, seguro sabrá horrible.

Ella estuvo apunto de reclamarme pero la sostuve del brazo e hice que caminara frente a mí mientras salíamos.

—¡Oh, mira! —gritó mientras corría hacia un taxi como lo había hecho saliendo del club.

last damn night,                    CHRIS ARGENTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora