dos

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Leah era decidida, y en ocasiones su instinto de liderazgo nublaba lo que en realidad estaba sintiendo. En ese punto, era confusa porque no podías saber cuando estaba preocupada, molesta, asustada o simplemente estaba siendo directa. Si lo hubieras preguntado nadie te habría dicho que ella, específicamente ella, se fugaría de su habitación después del toque de queda para buscarme.

—¿Tienes la noche libre? —fue lo único que dijo en cuanto abrí la puerta.

Estaba sorprendido, pensaba que sería Gerard o incluso, Araya, pero sólo me encontré con ella. A diferencia de su ropa de entrenamiento que usualmente usaba a diario, obscura y ajustada, llevaba puestos unos vaqueros desgastados, plataformas que la hacían ver casi de mi estatura y un blusa suelta de color lila. Ni siquiera sé como puedo recordar eso aún. Como decía, su cabello estaba suelto y, como solía hacer a diario, sólo había cubierto las marcas del entrenamiento con maquillaje. Sólo eso, y lo demás era ella en una forma que no le mostró a nadie.

—Supongo que sí, ¿por qué? ¿hay entrenamiento nocturno? —dije mientras daba un par de pasos apunto de salir, era la única explicación lógica que había en esos momentos pero seguía sin tener sentido, ella me detuvo con su mano en mi pecho.
—No. Pero nosotros vamos a salir. —mantenía la barbilla en alto sabiendo que haríamos justo lo que ella dijera.
—¿Qué?
—Ponte guapo, Chris. Nos vamos.
—¿A dónde?
—Fuera de aquí. —enarqué una ceja esperando una respuesta más convincente, pero ella no cambiaba su aspecto demandante y seguro— ¿Importa a dónde?
—Importa si quieres que vaya contigo.—¿Sabes qué? Iré sola —dijo y se dio la vuelta pero yo la llamé antes de que pudiera alejarse demasiado.
—¡Leah! Espera, iré contigo.

Me cambié la playera de dormir y me puse una chaqueta antes de seguirla por los pasillos, mi mente viajando a las múltiples excusas que podríamos decir en caso de que nos atraparan, sabiendo que no servirían de nada ya que el romper las reglas era una increíble falta de respeto, tan concentrado en cualquier sonido o movimiento que pusiera en riesgo nuestro escape choqué contra su espalda cuando se detuvo frente a la sala de calderas.

—¿Confías en mí? —me preguntó al ver mi expresión y yo asentí. Pero realmente no estaba tan seguro, desde que apareció en mi puerta estaba la palabra "peligro" escrita por todas partes y aun así, me encontraba siguiéndola a cualquier lugar que quisiera ir.

Me tomó de la mano y entró al lugar jalándome con ella, llevándonos por un camino zigzagueante que sólo ella conocía. Era como un laberinto, pero no tardamos en llegar a su destino: una aislada ventilación más grande de lo normal. Me hizo una seña de seguirla, movió la tapa y entró. Eché un vistazo a nuestras espaldas esperando que alguien viniera pero no había nadie, me resigné y agaché la cabeza para entrar detrás de ella. El aire de la noche golpeándonos de lleno en el reducido espacio.

El camino tampoco había sido realmente largo, cuando salimos nos encontrábamos frente al campo de tiro, escapando de las luces de los guardias llegamos a unos antiguos túneles de escape entre los árboles.
Ahí habíamos entrenado un tiempo el primer año después de la inauguración pero lo clausuraron cuando decidieron que no era completamente seguro. A comparación con el ducto de ventilación, la caminata era espaciosa, no tuve que agacharme para poder caminar a través de ella lo que hizo más llevadero el hecho de que tardáramos más en salir por una puerta circular en el techo que nos llevó cerca de las orillas del bosque.

—¿Cómo demonios descubriste eso? —le pregunté cuando estuvimos fuera.
—Soy curiosa —respondió tranquila encogiéndose de hombros.

Dio una vuelta en sí misma hasta encontrar un punto en específico: la carretera al centro de la ciudad.

—Dime que ya has hecho esto antes.
—No.
—¿Qué?
—No. Nunca antes había salido.

La miré alarmado y ella soltó una risa.

—¡Vamos! —echó a correr lejos de mí dejándome como única alternativa el seguirla, por la carretera hasta encontrar las primeras calles de los suburbios.

last damn night,                    CHRIS ARGENTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora