nueve

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Giró su cabeza hacia mí y nos besamos nuevamente. Sólo pude concentrarme en nosotros juntos y no me importaba nada más. Éramos cazadores bastante conocidos y nuestras familias se las habían hecho de enemigos a costa nuestra, debí considerar seguir alerta, debí hacer un plan de emergencia en cuanto salí de mi habitación. A partir de ahí, todo sucedió demasiado rápido.
Un segundo estaba en mis brazos y al siguiente uno de los hombres lobo de la estación la sostenía del cuello con las garras amenazando con desgarrárselo, sus ojos brillaban en azul metálico y tenía una sonrisa que gritaba venganza en silencio. Soltó una risa antipática y dijo:

—Creí que los Clayton eran invencibles.

Titubeé al momento de tomar la pistola escondida en mi pantalón, sin separar mi vista de Leah. No podía preocuparme menos las garras y las amenazas del hombre lobo, el terror en la vista de Leah era lo que más me afectaba. Sus lágrimas acumulándose en sus ojos, su labio inferior temblaba de miedo y sus manos se resbalaban intentando alejar inútilmente las manos del hombre de sí misma. Un tiro y tenía un agujero entre los ojos por una bala explosiva de acónito. Sus pupilas se dilataron mientras él caía de espaldas dando un ruido sordo.

Leah se dejó caer de rodillas al suelo y estalló en llanto. Cubrió su cara con ambas manos, corrí hacia ella y a mitad del camino vi saltar de la plataforma de las escaleras hacia nosotros al otro hombre lobo que acompañaba al anterior. Casi en cámara lenta, hice contacto visual con él pero Leah no salía de la burbuja en que se había encerrado. Seguí corriendo, pero de un solo salto él ya estaba detrás Leah enterrando sus garras en su espalda baja y de un tirón rasgó hasta arriba con tanta fuerza que la separó del suelo. Todas las costillas rotas, algunas vértebras también y pulmones perforados, sangre espesa salía de su boca y nariz deslizándose por su cara y goteando hasta el suelo, el brillo en sus ojos azules se apagó al instante. No hubo oportunidad de decir nada, y la tristeza se transformó en ira rápidamente. Él sonrió cínicamente y abrió la boca para decir algo pero un disparo lo interrumpió atravesando su cabeza.
Su cuerpo inerte cayó cerca del de su compañero con el cuerpo de Leah sobre él, dejando a la vista a Victoria detrás de ellos, con el arma en alto.

—Omegas —explicó rápidamente, enfundando el arma—. Los Clayton asesinaron a su manada hace años, no es sorprendente que atacaran en la primera oportunidad que tuvieron... —esperó a que respondiera, pero no podía decir nada. Seguía con la respiración acelerada, su tono cambió cuando notó mi estado— ¿Por qué siento que no deberían estar aquí?

Grité de ira hasta que me quedé ronco, y me abalancé a terminar mis balas entre los cuerpos muertos de los hombres lobos. En ese momento me prometí que no perdería a nadie más que amo a causa suya... No me malinterpreten, Allison tomó su decisión. Ella murió salvando a sus amigos y eso es respetable. Pero Leah estaba indefensa.

Cuando terminé mis sentidos estaban exhaustos y la adrenalina me había dejado abrumado, de un jalón tomé a Leah de vuelta a mis brazos y no desvié la vista de la... destruida, imagen que tenía.
Su cabello rubio estaba sucio por el sudor de bailar durante horas, parte de su maquillaje ocultando los golpes y magulladuras había desaparecido dejándolos a la vista, sus labios entreabiertos estaban resecos, su piel había perdido color, sus ojos... sin brillo, y las marcas de garras en su cuello eran nada comparadas con las enormes mutilaciones en su espalda. Estaba tan concentrado en ella que no sentí a Victoria sosteniendo mi brazo en un extraño gesto de consolación, no pensé en nada, no dije nada, hasta que Gerard y William llegaron por nosotros.

last damn night,                    CHRIS ARGENTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora