FIFTEEN

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Estábamos a sólo dos días para la competencia que siempre se realizaba en el campamento. En todos estos días, yo no había entablado conversación con casi nadie. Sólo hablaba con mi madre y Barron, Sander y Lola, quienes luego de todo el escándalo que ocurrió en la fogata, vinieron a verme.

Recuerdo ese momento. Yo estaba llorando en mi cabaña, la cual compartía con mi madre. De hecho, estaba entre sus brazos, lo que me hizo admirarla más, sabiendo que estaba destrozada, ella aún así tuvo la fuerza de consolarme. Nos hundimos en nuestro amor, eso nos ayudó a no derrumbarnos.

— ¿ sabías de eso? —me preguntó, con los ojos llorosos. Eso me partía el alma, ver a tu madre llorar era lo peor del mundo.

—Y-yo... suspiré resignada—. Te lo iba a decir, lo juro. Ambas sabemos que las cosas así no duran mucho escondidas. No te conté antes por Mitchie. Ella... no era porque se avergonzara demasiado, al extremo de odiar este mundo, ella sólo quería encajar, y lo entiendo. Pero estuvo mal. Es mi hermana, la amo, se equivocó y servirá para aprender, después de todo, ¿quién no ha cometido un error?

Mi madre pareció pensarlo y asintió, se frotó los ojos y suspiró.

Tendré que hablar con ella. Pero mañana, quizá ella esté incluso peor que nosotras.

La puerta de la cabaña sonó. Unos nudillos golpearon en ritmo de una antigua canción de Hip Hop. Los chicos, pensé de inmediato, ellos eran fanáticos de aquél género.

—Me iré a la cocina, seguro tienes mucho de qué hablar con tus amigos —me acarició la mejilla y depósito un tierno beso en mi frente—. Te amo, hija.

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