~ Doce ~

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Desperté exaltada con el vibrado de mi almohada, un poco adormilada saqué mi celular de debajo de ella y miré en la pantalla el nombre de Clarisse junto a una foto de ella sonriendo con unos lentes de sol.

Suspiré y respondí la llamada.

-¿Hola?- mi voz salió ronca, froté mi ojo izquierdo sentándome en la cama.

-¡Liliana Summers no me digas que estabas dormida!- gritó en modo de reclamo.

Abrí mejor mis ojos y retiré el celular de mi oreja para ver la hora, ¿¡Las 12:03 de la tarde!? ¿Cómo pude quedarme dormida tanto tiempo?

-¡No tenía ni idea de la hora!

Me levanté de prisa de la cama y corrí escaleras abajo buscando a mamá y a Melody pero al parecer ya se habían ido.

-Bueno, como sea, ¿ya escuchaste de la fiesta que darán hoy en la noche?

Fruncí el ceño recargándome en la pared de la sala de estar.

-Obviamente no.

-¡Tenemos que ir!- chilló tan fuerte que tuve que alejar un poco el móvil de mi oído.

-No creo que sea buena idea el que yo vaya, Clarisse.

Oí como bufó al otro lado de la línea y subí nuevamente a mi habitación.

-Ahí vas de amargada otra vez.

-No soy amargada-, protesté arrugando la frente.

-Entonces vamos-,  insistió como niña pequeña.

¿Por qué mi amiga era así?

-No tengo nada que ponerme.

Mentí rápidamente como excusa para así salvarme de sus insistencias, no me gustaban las fiestas, para nada.

-No te preocupes, yo te presto algo.

-No somos de la misma talla.

-Lili por favor.

-Clarisse por favor.

Se escuchó el silencio entre las dos líneas, y sabía que ella estaba pensando en algún plan para convencerme, y yo estaba preparándome mentalmente para rechazar su plan.

¡Pero siempre me convencía aunque yo no estuviera de acuerdo!

Jugaba con mi mente, me engañaba, y yo ¡zaz! Caía.

-Hablaré con tu mamá-, suspiró pero noté ese tono malévolo en su voz.

¿Qué iba a hablar con mi mamá?

-¿QUÉ? ¡NO, CLARISSE, NO TE ATREVAS!

-Adiós, amiga- me tiró un beso y cortó la llamada.

Ugh, genial.

Lancé resiganda mi móvil a la cama destendida y caminé con pereza hacía el baño llorando mentalmente porque si Clarisse hablaba con mamá ella me exigiría ir a la fiesta.

"Nunca sales, hija", "Deberías ir a las fiestas", "Yo a tu edad salía mucho a bailar".

Sí, ya me lo sabía de memoria.

Y siempre le pedía una disculpa por no ser la hija perfecta o por no ser una adolescente alocada a la cuál le gustaba salir a bailar.

Abrí el grifo del lava manos y mojé mi rostro, me quedé viendo mi reflejo un momento en el espejo. Mi cara se veía un tanto pecosa por el sol, y mis ojos estaban aún adormilados, ¡que horrible, que horrible! Aparté mi vista del espejo y lo vi de nuevo, ahí, como si fuera su hogar del que nunca saldría, ahí estaba mirándome con burla y desdén.

El libro.

-¿Qué quieres?- pregunté sin ánimos,- ¿tienes vida? ¿te estás burlando de mi?

Sí, miren, estaba hablando con un libro, con un objeto inanimado, ¡me había vuelto loca!

Entonces el libro se retorció, solo, yo no lo estaba tocando, y dudo mucho que la tierra hubiese temblado.

-¿Crees que deba ir a la fiesta?- me senté en piso del baño abrazando mis rodillas, luego sonreí meneando la cabeza,- no puedes hablar, ¿o sí?

El libro volvió a retorcerse y yo me reí, ya podía esperarme cualquier cosa de él.

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