Sus celos pueden ser tan incontrolables como el mismísimo Kanye West

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Me encanta ese momento en el que te despiertas, pero aún estás atrapado a medio camino entre el sueño y la realidad. Vale, sí, es un rollo tener que levantarse y
plantarle cara a la vida, por deprimente que esta sea, pero ¿no es increíble ese choque entre dos mundos? Si tienes suerte y el sueño es bueno, de esos que te
proporcionan una sensación de paz, puede que ese momento justo antes de despertarte se alargue y te dure todo el día. Es lo que tienen los sueños positivos, que te
hacen empezar el día con el mejor de los ánimos.
Ojalá hubiera tenido un sueño de esos.
Tardo un rato en darme cuenta de dónde estoy. Ayer debía de estar agotada porque ni siquiera recuerdo haberme quedado dormida. No soy de las que se duermen en
cuanto su cabeza toca la almohada. Necesito al menos cinco intentos más antes de darme cuenta de que, aunque no me guste, el pijama de Scooby Doo me hace barriga.
Sí, Bentley, más te vale que no vuelvas a echarme otra vez del gimnasio.
Pero volviendo a temas más importantes, puede que esté un poco desorientada, pero no tanto como para no saber a quién pertenecen esta cama y la camiseta que
llevo puesta. Estoy rodeada por su olor y por sus brazos, que normalmente me sujetan con fuerza, pero que se han ido relajando a lo largo de la noche. El sol entra por
las ventanas; parece que es tarde, sobre las diez de la mañana si no me equivoco. Mi calendario mental me dice que hoy es sábado y que no hace falta que me ponga
nerviosa porque hoy no tengo nada pendiente, pero, de pronto, siento una presión en el pecho. El pánico se apodera de mí y me obliga a liberarme de los brazos de Cole
y levantarme de la cama. Él protesta pero se vuelve a dormir. Supongo que también está agotado después de lo de anoche; yo ni siquiera sabía que llegaba ayer.
Entro en modo piloto automático, me pongo la ropa que llevaba ayer y recojo mis cosas. Se me ha muerto la batería del móvil, pero estoy convencida de que Cole le
ha dicho a Sarah que su compañera de habitación no está muerta en medio del bosque.
Con todo el sigilo del que soy capaz, me escabullo de la habitación de Cole y me encuentro a su compañero de piso, Eric, en la cocina. Es muy majo, aunque, con
nuestros horarios, apenas nos vemos, y me da bastante vergüenza encontrármelo, sobre todo porque estoy huyendo vilmente.
Se está sirviendo una taza de café y, cuando lo saludo, me ofrece una.
—No, gracias..., tengo prisa.
Levanta una ceja pero no me pregunta nada más. Se me nota demasiado que estoy hecha polvo.
—¿Quieres que le diga algo a Cole?
—No, ejem, ya le mandaré un mensaje, gracias.
Sonrío tímidamente y, cuando ya me dirijo hacia la puerta, noto sus ojos clavados en mi espalda.
—Ayer cuando llegó estaba histérico. ¿Va todo bien?
Me detengo junto a la puerta y pienso en la respuesta. ¿Va todo bien? Me doy la vuelta y le dedico una sonrisa tranquilizadora.
—Sí, hemos tenido algunos problemillas de comunicación, pero ya está solucionado.
No parece que me crea.
—Genial. Bueno, no sé si ya te lo habrá dicho, pero mi novia quiere que cenemos los cuatro. Dime cuándo estáis libres para que pueda ir haciendo planes.
Mientras habla de ella, tiene una expresión tan adorable en la cara que se me escapa una sonrisa, a pesar del malestar que siento por dentro.
—Claro. La semana que viene tendremos algún día libre, justo antes de que los profesores hagan restallar los látigos.
—Primera tanda de finales, ¿eh? ¿Estás nerviosa?
Me encojo de hombros, sin apartar la mirada de la puerta de Cole. Quiero irme antes de que se levante y, por lo que parece, Eric intenta que me quede. Es un
compañero de piso leal, tengo que reconocérselo.
—Precisamente por eso tengo prisa. He quedado para estudiar con unos compañeros dentro de una hora y necesito prepararme. Ya te diré algo de la cena.
Me despido con la mano y salgo por la puerta, suspirando aliviada. Salgo del edificio y es entonces cuando me doy cuenta de que Cole tiene las llaves de su coche y
que voy a tener que volver andando al campus, con el frío que hace. Vaya por Dios, justo el día que no voy vestida adecuadamente. Un café del Starbucks de la esquina
me ayuda a combatir el frío y el paseo a pensar con claridad, algo que ayer por la noche es evidente que no hice. Ni siquiera me negué a irme con Cole a su casa.
¿Debería haberlo hecho? Básicamente, se ha pasado días enteros haciéndome el vacío y negándose a hablar conmigo mientras yo me enfrentaba al problema que él
mismo ha creado. Desde luego eso no le deja en muy buena posición, a pesar de su historial de novio ejemplar. No debería haber puesto en práctica el absurdo plan de
Nicole sin hablar conmigo antes. ¿Qué le costaba avisarme, aunque fuese en el último momento? Recuerdo las miradas de la gente y me cabreo porque la mayoría debe
de pensar que soy patética, una estúpida a la que le han roto el corazón.
Sin embargo, lo bueno de la universidad es que solo tienes derecho al candelero durante una fracción de segundo, así que sé que lo peor ya ha pasado. La gente tiene
problemas mucho más graves que el estado actual de mi relación con Cole, y la prueba de ello es que, cuando llego al campus, he perdido mi estatus de famosa a favor de
la noticia del momento; a saber, la fiesta que se celebra esta noche en una de las fraternidades, la última juerga antes de que los trabajos y los exámenes finales absorban a
todo el mundo.
Por suerte, consigo llegar hasta la residencia sin que nadie me pare por el camino. Estoy tan agotada que parece que venga de un after. Tengo los ojos hinchados y un
poco rojos como si hubiera estado llorando. Cojo el neceser y me doy una ducha caliente en los lavabos comunitarios. Es sábado, así que mucha gente aún sigue
durmiendo después de emborracharse anoche. Es lo que debería haber hecho yo; a saber en qué aventuras se habría visto envuelta Tessa la Borracha. Quién sabe, quizá
lo ponga en práctica la próxima vez que mi novio decida hacérmelas pasar canutas.
Sarah no está en la habitación. Conociéndola, habrá ido a la biblioteca o estará por ahí con alguna de sus actividades extracurriculares. Aprovecho la oportunidad para
abrir la web de ESPN que Cami y Sarah han intentado bloquear. Repaso la entrevista y las palabras de Cole siguen siendo las mismas, aunque los comentarios me
parecen cada vez más interesantes, sobre todo los que se molestan en especificar todas las guarradas que le harían a mi novio. El único aliado que encuentro es una tal
«PatadaEnLosHuevos» que repite una y otra vez que a ella lo que le gustaría es dejar a Cole estéril.
Ay, Beth, cuánto te echo de menos.
De pronto, me acuerdo del trabajo de la profesora Flynn. Existe la posibilidad de que me deje rehacerlo desde cero o algo por el estilo, así que tengo que ponerme a
trabajar en ello cuanto antes. Quiere que sea creativa y original, ¿no? Pues este es tan buen momento como cualquier otro. Si el desamor te puede hacer ganar varios
Grammy, lo mínimo que debería salir de una puñalada en el corazón debería ser un buen trabajo sobre Austen.
Rebusco en el portátil y trato de obviar el hecho de que he dejado a Cole en su cama, solo. De pronto, el cansancio de los últimos días se cierne sobre mí y empiezo a
cabecear. Últimamente no descanso demasiado bien, sobre todo teniendo en cuenta que me gusta dormir más que respirar, así que no es de extrañar que, en cuanto me
meto en la cama, vuelva a quedarme dormida.
Diría que alguien me está golpeando en el cráneo.
O quizá están llamando a la puerta, no lo tengo muy claro. La cuestión es que acabo de despertarme demasiado rápido de un sueño profundo y el corazón me late a
doscientos. Me levanto como puedo y abro la puerta, tras la cual se encuentra Cole. No tengo ni idea de cuánto rato llevo dormida, pero no puede ser mucho porque él
también parece agotado. Está igual de guapo, pero le iría bien descansar porque las ojeras que tiene bajo los ojos delatan exactamente cómo se siente.Nos miramos en silencio. Yo no le invito a entrar y él no lo intenta, lo cual no es propio de él, pero demuestra que es consciente de hasta qué punto ha metido la pata.
—¿Quién te ha dejado entrar esta vez?
Suspira aliviado, como si creyera que me voy a lanzar sobre su yugular a la primera de cambio. Tampoco me falta mucho, Stone, no tientes a la suerte.
—Una chica de tu planta, hummm, me ha reconocido.
—Seguro que tu reciente soltería no ha tenido nada que ver.
Cole se pone tenso y mira a su alrededor. Todavía no hay nadie, pero no creo que los pasillos tarden en llenarse de gente. Si fuera él, a mí también me preocuparía.
—¿Podemos hablar de esto en privado? —Da un paso al frente, pero apoyo la mano en el marco de la puerta y le impido entrar—. Vaya, veo que no. Pues lo justo es
que tú también te humilles un poco, ¿no?, ya que parece que te da igual que la gente se ría de mí.
Me lo dice con una expresión en la cara que es todo ternura y, sí, por un momento me planteo abalanzarme sobre él y abrazarlo, pero esto es la guerra y no puedo
dejarme llevar por una simple miradita.
—Tessa, de verdad, todo lo que he hecho...
—¿Ha sido por mi bien? ¿Para protegerme? Pues felicidades, Stone, porque es exactamente lo que has hecho. Tú solito has conseguido acabar con esa criatura mítica
de la que me proteges y ni más ni menos que gritando a los cuatro vientos que ya no tienes nada que ver conmigo. Pero, ¿sabes qué?, ahora todo el mundo cree que para
ti no soy más que un revolcón rápido, la chica estúpida e infantil con la que no quieres que te vean. Estabas tan ocupado con tu fantástico plan para «protegerme»
ignorándome que ni siquiera te has dado cuenta de que te estaba saliendo el tiro por la culata.
De pronto le cambia la cara. Está furioso y, aunque intento impedírselo, se cuela en la habitación y cierra la puerta de un portazo. Luego me coge de los brazos y me
atrae hacia su pecho.
—¿Quién te ha dicho eso? Sabes que me cargo a cualquiera que se atreva a mirarte de esa manera —me espeta.
—No te atrevas a decir eso cuando eres tú el culpable de que estemos así. No sabes lo mal que lo he pasado, Cole; se me ha venido todo encima y sin previo aviso.
Parpadea un par de veces, me suelta y, renegando entre dientes, da una patada a los pies de mi cama.
—No sabes cómo son los periodistas, Tessie. Si hubieran descubierto algo sobre ti o sobre nosotros, no habrías vuelto a tener ni un segundo de respiro. Algunos de
los tíos que he conocido... me han contado lo que tienen que soportar a veces sus novias y... no quería que a ti te pasara lo mismo.
No tenía ni idea de que se diera tanta importancia a la vida sentimental de los jugadores, está claro que no conozco el mundillo de las ligas universitarias y, aunque sé
que su carrera va al alza y que la prensa cada vez se interesa más por él, me cuesta asumir el hecho de que nuestras vidas están cambiando.
—¡¿Por qué nunca te molestas en preguntarme a mí antes de actuar así?! —le grito. Me siento tan frustrada que me daría de cabezazos contra la pared; esta
conversación ya la hemos tenido antes y no sé si tiene algún sentido que la volvamos a tener—. ¿Qué parte de relacionarnos como iguales es la que no entiendes? ¿Te
imaginas la vergüenza que he pasado por culpa de esa entrevista? Y luego encima vas y me esquivas.
Se me quiebra la voz y tengo que sentarme en la cama antes de que se me doblen las rodillas. Noto su presencia muy cerca de mí, aunque no se atreve a tocarme.
—Sabía que lo pasarías mal, créeme, tu hermano me lo advirtió, pero también sabía que, si hablaba contigo, acabaría llamando al periodista para que cambiara todo lo
que le había dicho. Lo... lo siento, sé que debería haberlo hecho mejor.
—Pues sí —replico con un gruñido.
Cole se arrodilla a mis pies y me sujeta la cara para besarme, pero entonces ve la expresión de pánico en mi cara y sus ojos se tiñen de una tristeza que me rompe por
dentro.
—No quieres que te toque.
—Estoy confusa y dolida. No sé hacia dónde vamos y, cada vez que damos un paso al frente, es como si tú retrocedieras cinco. —Respiro hondo antes de seguir—.
Haría cualquier cosa por ti, lo que sea para que estemos juntos. Para mí significas mucho más que todo este drama y te quiero por haberme ayudado a superar tantas
cosas durante este último año, pero... ahora me haces sentir que soy como una carga que tienes que llevar a hombros.
Cole ahoga una exclamación de sorpresa.
—¡No! Eso no es verdad —replica, y se ríe con amargura—, más bien al contrario. Sé que algún día te darás cuenta de que te iría mucho mejor sin mí. Ese día tendré
que postrarme a tus pies y convencerte de que, aunque puede que sea así, nunca encontrarás a nadie tan desesperado por que formes parte de su vida como yo.
Se me llenan los ojos de lágrimas porque sé que este es el chico del que me enamoré perdidamente. El chico malo, el chulito que por dentro es tan vulnerable que se me
parte el corazón.
—No debería doler tanto, ¿verdad?
Cole apoya la cabeza sobre mi regazo y responde que no. Le acaricio el pelo y siento que este es el primer momento de paz que compartimos desde hace mucho
tiempo.
—Hagámoslo a tu manera, mantengamos esto, lo nuestro, alejado de cualquier cosa que pudiera destruirnos.
Lo digo y se me acelera la respiración porque, en cuanto las palabras salen por mi boca, sé que es una mala idea. Pero, teniendo en cuenta todo lo que nos ha pasado
desde que estamos aquí, sé que tenemos que darlo todo y luchar con uñas y dientes para volver a ser el Cole y la Tessa que se enamoraron lenta pero desesperadamente.
Son muchos los pequeños momentos que nos han traído hasta aquí, los bailes y los vestidos, las peleas y las risas, los helados y los bombones, los primeros besos y las
confesiones a media voz. Si necesitaras tanto tiempo como nosotros para encontraros el uno al otro, ¿harías todo lo que estuviera en tu mano para conservar a esa
persona a tu lado?
Solo cuando Cole levanta la cabeza de mi regazo, se sienta junto a mí y, sujetándome por la nuca, me besa con todo el amor que siente, solo entonces sé que he
tomado la decisión correcta.
—No me avergüenzo de ti, Tessie. Te quiero, me sorprendes cada día de mi vida; eres la persona más fuerte que conozco, bizcochito. —Me mira a los ojos y añade
—: Pero tampoco puedo ser el causante de tus inseguridades ni la razón por la que la gente te mire de formas que me hagan plantear volver a ser la persona que era
antes. Si con esto consigo que seas más feliz, estoy dispuesto a hacerlo.
—Y ¿cómo reaccionarás cuando no puedas cogerme de la mano en público o cuando alguien me tire los tejos?
No debería ser tan directa con él, pero soy una chica; nosotras no tenemos la visión de túnel típica de los hombres. Me estoy preparando para cuando Cole se ponga
como un energúmeno y pretenda que me quede encerrada en mi habitación.
Justo entonces, su mirada se vuelve fría y me besa de nuevo, esta vez con más intensidad, lo cual me demuestra que no tiene intención alguna de permitir que se me
acerque ningún chico y mucho menos de dejar que intenten algo conmigo.
—Seguiremos siendo amigos, seré el típico amigo pesado a quien los escrúpulos no le impiden partirle la cara a cualquiera que se atreva a mirarte.
—Madre mía, eres consciente de que te vas a arrepentir de esto, ¿verdad?
—Ya me estoy arrepintiendo, pero si con esto consigo que sigas formando parte de mi vida hasta que cumpla los ochenta, ¿qué importancia tienen un par de cargos
por intento de homicidio?
—Sinceramente, no creo que seas capaz de aguantarte.
Me mira con una ceja levantada y sus manos se deslizan por mi jersey hasta que desaparecen debajo. Me da un beso en el cuello y me susurra al oído:
—¿Decías?
—Creo que no me has entendido —le digo, y siento que se me acelera la respiración.
—Pues yo creo que te he entendido perfectamente.
Me dedica una de sus sonrisas pícaras, pero justo cuando está a punto de adentrarse en territorio desconocido, recupero la cordura suficiente para acordarme de
Sarah.
—Ah, de eso nada. —Me escurro de entre sus brazos—. Aún estoy enfadada contigo.
De repente le cambia tanto la cara que casi resulta cómico, y me doy cuenta de que los dos intentamos aferrarnos a los pocos momentos de normalidad que nosquedan antes de lanzarnos de cabeza a algo que sé de antemano que no es buena idea.
Porque si algo sé de mi novio es que sus celos pueden ser tan incontrolables como el mismísimo Kanye West. A veces sacan lo peor que lleva dentro, solo hay que
contar la cantidad de veces que le ha pegado a Jay en toda la cara.
¿De verdad está dispuesto a lidiar con lo que sucederá cuando la gente crea que ya no estamos juntos, y todo por esa especie de bien superior que es mi felicidad?
Algo me dice que va a aprender esta lección por las malas.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2018 ⏰

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