Capítulo 2 | Larga vida a su majestad.

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La vida podía ser una maldita traicionera, pero uno es un imbécil si se conforma con lo que ella le pone enfrente y para creerme solo hacía falta verme a mí

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La vida podía ser una maldita traicionera, pero uno es un imbécil si se conforma con lo que ella le pone enfrente y para creerme solo hacía falta verme a mí.

Caminando de forma lenta por todo mi dormitorio, todo con la firme intención de no despertar al chico prácticamente desnudo en mi cama.
Terminé de alistarme y mientras tomaba mi mochila no pude evitar verlo dormir. Yacía con una mano colgando del colchón, su cabello estaba levemente despeinado y sus facciones, normalmente duras, parecían casi angelicales.

Kendall Mason era una contradicción, era la mezcla de la belleza y la maldad. Era cruel, frío y calculador.

Y yo... Yo era una tonta, una débil y triste chica que no se valoraba lo suficiente. Que se hacía promesas así mismas y no cumplía ninguna.

Le di una última mirada antes de golpearme mentalmente y salir de la habitación. Los pasillos del internado estaban casi desiertos, lo cual no era raro en un lugar como el internado Whiteman.
En ese sitió los chicos creían tener la vida arreglada, cosa que no era tan irreal. Pero existía gente como yo, gente que le interesaba rendir y ser la excelencia académica de aquel prestigioso colegio, ellos eran los chicos que encontrarías en biblioteca a primera hora de la mañana.
Al llegar me topé con Kelsey, una compañera de clases que era muy amigable y hasta graciosa. Tenía el cabello largo muy por debajo de su espalda baja, ojos de un café claro casi verdoso, tez blanca y complexión robusta. Era tímida y eso tenía mucho que ver con los crueles apodos que algunos chicos le habían puesto.
Pero cuando la llegabas a conocer mejor era graciosa a grandes rasgos, sin contar que el sarcasmo era casi su segundo idioma.

—Vaya esta mañana, te ves especialmente del asco.—Comento haciendo una mueca leve.—No me digas que el principito te mantuvo despierta haciendo tareas de nuevo.

—No, no he visto a Kendall desde el incidente de ayer.—Mentí.

La chica asintió levemente mientras me proporcionaba un termo, tome un sorbo sabiendo que se trataba de su café de cada mañana.

—Sí...—dijo dándome su mejor mirada inquisitiva.—La próxima vez que me lances tu mirada de "no te metas" golpearé a Malorie y luego a ti.—me advirtió.

Sin decir nada más, le dediqué una mirada burlona y procedí a ponerme a estudiar antes de que iniciarán las clases.

No paso mucho tiempo cuando el timbre sonó anunciando la hora del desayuno.

—¿Hoy desayunarás conmigo?—me pregunto Kelsey aún sabiendo que mi respuesta sería negativa.

Mi lugar, aunque lo odiara, era en la misma mesa que Kendall y el resto de los populares. Yo era su asistente personal y se suponía que esa era la principal razón por la que podía asistir a un colegio tan costoso.

—No puedo debo llevar su desayuno.—murmuré en forma de disculpa.—Además creo que ayer no durmió muy bien y tengo que conseguir café.

Kels asintió sin decir más, ella sabía cuál era mi situación con respecto a Kendall y la escuela.

—Como me gustaría que tu familia pudiera pagar esta escuela.—dijo con voz molesta.—Así no tendrías que ser la esclava de ese malvado príncipe sádico.

Iba a responderle que a mí también me gustaría eso. Pero los murmullos en el pasillo comenzaron a acrecentarse avisando quien se acercaba.

Al cabo de unos segundos pude divisarlo, ahí estaba él con su sonrisa petulante acrecentándose a cada paso que daba.

Lucía bastante bien para no haber dormido mucho la noche anterior.
Ahora comprendía que no había sido tan mala su idea de guardar un cambio de ropa para él en mi closet.

—Larga vida a su majestad.—murmuró la castaña con ironía, mientras veíamos al chico acercarse a nosotros.

Sus ojos grises como plata fundida se posaron sobre mí y con solo eso supe que debía seguirle.

Si alguien alguna vez me preguntaba como había terminado en esa situación, no sabría qué decir.

Ni yo lo sabía. Un momento era una niña de doce años, valiente y fuerte.
Y al otro era una chica de diecisiete, débil y rota. Un día fui feliz y tenía un mejor amigo que quería y me quería. Y al siguiente era una miserable chica cuyo ex mejor amigo usaba a su conveniencia.

Malorie se apresuró por el pasillo hacia nosotros y yo tuve que retroceder para caminar detrás de ellos. Cuando ella lo besaba en los labios se sentía como un puñetazo en el rostro.

Cada vez que veía a Malorie únicamente podía preguntarme ¿Qué tenía ella que yo no? Pero luego veía su despampanante figura, su cabello pelirrojo y todo el dinero que ella tenía y yo no. Y entonces nada más podía contener mis sentimientos.

Ella era su elegida y yo solo un juguete.
Dicen que el amor duele, pero lo que realmente duele son los sentimientos que este desencadena.
Enamorarte, no duele, duele, no ser correspondido.
Mata ver que mientras tú darías todo por esa persona, ella apenas nota lo que tú sientes.

—Annie.—la voz de un chico sonó detrás de mí y cerré los ojos levemente.

Para que un chico me hablara con Kendall cerca únicamente había dos razones.
O era nuevo o muy valiente.

Todos los chicos sabían que no debían acercarse a mí.

Y entonces me di la vuelta al igual que Kendall y su séquito.
El último que lo había intentado había ido al baile de primavera con una pierna enyesada

—¿Qué ocurre?—le pregunte lo más amable que pude.
El chico frente a mí usaba lentes de monturas gruesas y si mal no recordaba su nombre era Elliot y estaba en las mismas clases que yo.

—So... Solo quería regresarte tu libro de historia que olvidaste ayer en la cafetería.

Por un momento lo mire confundida, pero posteriormente tome el libro de su mano y el chico emprendió su huida.

La mañana paso sin contratiempos, Kendall no habló de la noche anterior, porque así era él con lo referente a nuestra relación clandestina.

Nadie podía saber, si alguien lo supiera, aun así estarían de su lado.

Camine por los jardines de la escuela, con mi libro de historia en una mano y un sándwich en la otra.

Tenía examen ese día y con Kendall en la práctica de equitación tenía al menos dos horas libres.

Puse mi libro sobre una banca mientras comía y cuando había terminado decidí tomar mi libro.

Pero un pequeño papel que cayó de este llamo mi atención.

Lo levanté y leí; "Sabemos que esta arta de Kendall si quieres que todo acabe ve al salón 302 a media noche"

Fruncí el ceño mientras leía, había escuchado hablar sobre un grupo de chicos que odiaban a Kendall de sobre manera, pero al no saber quién era su líder no se podía solucionar nada.

Pensé en decirle, él sabría que hacer. Pero por alguna razón no quería, creer en recuperar al chico que conocí era más fuerte que yo y finalmente guarde el papelito.

Sin saber que esa reunión nocturna sería mi peor error.

N/A: Gracias por los votos, me gustaría recibir su opinión en los comentarios. :)
El viernes subiré el cap. 3 :)

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