Capitulo 9|Rosas pintadas de rojo.

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Annie me mira desde su posición y yo solo atino a soltar su brazo

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Annie me mira desde su posición y yo solo atino a soltar su brazo.
No entiendo que pasó y sin embargo comprendo que merezco lo que me a dicho.

Sus ojos están llenos de una furia indescriptible, es como si ella me odiara, pero... Ella no puede odiarme, no Annie.

Ella siempre me ha visto en mis peores facetas y siempre a estado de mi lado.

—Descanse su majestad, mañana enviaré a alguien para limpiar.—es lo último que dice antes de que las puertas se cierren.

Un sentimiento de vacío se instala en mi pecho y hace que me quedé despierto por al rededor de una hora más antes de que por fin me dejó caer en los brazos de morfeo.

A la mañana siguiente el ruido de las aspiradoras me hace despertar de mi letargo. Se que ella las a enviado, miro el reloj y veo que ya es pasado del medio día otra vez no asistí a clases ni siquiera me atrevo a salir de la cama, el dolor de cabeza es tan ensordecedor que solo quisiera desaparecer por siempre.

Tal vez así comenzaría a sentirme menos mierda de lo que ya me siento.

Los días siguientes son casi iguales, apenas y salgo de mi cama, Aviso a la dirección del colegio sobre encontrarme resfriado por lo que ni siquiera ellos se preocupan.
Annie no me molesta ni por un segundo, ni siquiera cuando viene a dejar mis deberes.
Simplemente los deja en la mesada de la cocina y envía a una de las cocineras a llenar mi despensa y a preguntar ocasionalmente por mi estado de salud.

No sé que me duele más es que no quiera verme o que por dentro sé que me lo merezco y no la culparía si ella me despreciara por lo que queda de su estancia en el colegio.
De hecho aveces quisiera que me hubiera despreciado desde la primera vez que la bese, ahora me arrepiento de haber permitido que los sentimientos me dominarán.

Annie era una linea que no debía ser traspasada y sin embargo yo corrompi todo lo bueno que había en ella.

El domingo por la tarde es cuando por fin salgo de mi descanso y no es por gusto propio, pues en cuanto escucho el ruido ensordecedor de las trompetas una gota de sudor frío me recorre la espina dorsal.
Los parlantes del colegio siguen resonando mientras corro por todo el departamento recogiendo las cosas que tire mientras me aburría.Las pinturas y pinceles en la sala podrían meterme en problemas así que decido correr a ocultarlo, mi abuela odia mi gusto por la pintura. Ella creé que el arte me volvería bohemio y despreocupado para con mi reino, pero para mí el arte es un medio de expresión mi relajante. De pronto recuerdo la indumentaria que porto y corro a mi habitación en busca de mis mejores ropas.

Su majestad la reina entrará en cualquier momento y si me ve con mi ropa de vagabundo se pondrá como loca.

Me coloco un pantalón de vestir en color negro y procedo a ponerme zapatos formales. Peino mi cabello y busco una camisa blanca un saco azul el mi clóset. El sonido del ascensor me hace saber que alguien a llegado al piso y salgo dispuesto a enfrentar a mi venerable abuela de ser necesario.
Annie entra en el apartamento casi corriendo, porta el traje sastre que se supone debe usar en los días que no hay escuela, pero que claramente no usa de esa manera a menos que mi abuela aparezca.

Príncipe SádicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora