10. Un helado y una confesión

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Mi mirada estaba pegada en el llamativo cartel que anunciaba, el muy esperado, baile de otoño. Una cordial invitación de la universidad a todos sus alumnos, en donde podremos celebrar la entrada de una nieva estación.

Ya había culminado la ultima clase del día lo que significaba que ya me podía ir a mi casa.

Me pregunté como podrían mantener esta fiesta con los fondos universitarios, si ni siquiera podían mantener el programa de carpintería.

Miré a través de la ventana enterándome de que el cartel tenia razón, las hojas que antes eran verdes se estaban tiñendo de un color rojizo.

-¿Alguien a quien invitar para el baile de otoño?-interrumpió mis pensamientos mi amigo Max.

-¿A quien podría invitar?-pregunté en tono burlón-Tu y Dana son mis únicos amigos.

-¿No invitaras a la chica?-me preguntó el, a lo cual yo respondí con un gesto de confusión.

-Recuerda que hace unos días me dijiste que estabas interesado en una chica, y me pediste consejo-me recordó el, trayéndome de vuelta los recuerdos de ese día. Le había mentido sobre estar interesado en una chica para obtener su consejo amoroso.

-Sobre eso-miré a mis pies al decirlo-Tengo algo que decirte.

-¿Sobre la chica?-me preguntó.

-Ahh si, supongo-respondí-¿Un helado? Yo invito.

-Nunca le digo que no a comida gratis-me dio una palmada en el hombro y abrió su casillero, sacó su bolso y me miró.

-Vamos-animó el y empezamos a caminar. Salimos de la universidad y empezamos a caminar por las calles que llevaban a la heladería.

Las calles estaban húmedas y el cielo algo gris por la llegada del otoño. El contraste entre lo gris del ambiente y lo rojo de las cabinas telefónicas formaban un muy bello efecto visual.

-¿Y por qué tienes que invitarme a un helado para decirme como te va con una chica?-me preguntó el.

-Es solo que...-pensé en que decir para que el tema no saliera a flote hasta que estemos en la heladería-Es mas que una situación de chicas.

-Ay no-el se detuvo con los ojos abiertos-¿Embarazaste a una universitaria?

Solté una carcajada ante la seriedad de su planteamientos, en su rostro parecía que de verdad creía que había embarazado a alguien.

-No, no-negué yo-No tiene nada que ver con eso.

-¿Tienes alguna enfermedad de transmisión sexual?-intentó adivinar.

-Tampoco-dije-Tienes una baja expectativa en cuanto a mi cuidado.

Después de decir eso nos reímos un poco, lo cual alivió los nervios que tenía. Caminamos en silencio, a veces haciendo uno que otro comentario sobre algo ocurrente.

Y seguimos así hasta que llegamos a un camión heladero, donde había un señor de tercera edad atendiendo.

Miramos el menú de helado y decidimos que lo mejor para mi billetera era pedir una simple barquilla.

-Disculpe ¿Me da dos barquillas de vainilla? Por favor-pregunté rescatando unos billetes de mis bolsillos.

-Claro-respondió el-Serian nueve dólares.

Saqué los billetes de mis bolsillos e intenté desarrugarlos para luego entregárselos al señor. El cual, aceptó los billetes y empezó a hacer las barquillas.

Tomé una bocanada de aire, sabia que cuando tuviéramos las barquillas en las manos, tendría que decirle.

El señor estiró los brazos, sacándolos del camión y no los tendió. Agarré la barquilla y lleve mi mirada a Max.

-Sentemonos-pedí señalando con la cabeza una banqueta roja, a lo cual el aceptó y se sentó a mi lado.

-Así que, la chica-dijo el comiendo poco a poco la barquilla-Escúpelo.

-Entonces-inicié yo, oprimiendo la galleta de la barquilla-Estoy interesado en esta persona, a la que he estado observando hace mucho tiempo, y se que de verdad me gusta.

-¿Quien es?-preguntó el-Tal vez le pueda hablar bien de ti.

Sonreí agradeciendo ese gesto, pero poniéndome aun mas nervioso por su pregunta.

-Adivina-reté con una mirada nerviosa.

-Dios, no lo se-dijo el mirando a la calle-¿Es Sonja?

-¿Sonja?¿De verdad crees que me gusta Sonja?-pregunté en un tono divertido.

-Es que no tengo idea, puede ser cualquier chica-se quejó el.

-Te daré una pista-mi corazón se aceleró y hablar era cada vez mas difícil-No es una chica.

El me miró, y luego devolvió su mirada al suelo. Saber lo que estaba pensando ahora mismo, era imposible para mi. Mientras el tiempo de silencio se alargaba, me empecé a arrepentir.

¿Por qué le dije? Debí esperar un poco para decirlo. Debí ordenar los pensamientos en mi cabeza antes de declararlo. Pero eso no importaba ahora, porque ya estaba dicho y no podía hacerlo olvidar.

-¿A que te refieres con eso?-preguntó el.

-Que la persona que me gusta no es una chica-dije yo intentando hablar a pesar del nudo en mi garganta.

-No te entiendo-insistió el, no parecía poder entenderme y eso hacia este proceso mas molesto.

-Max, soy gay-declaré mirándolo a los ojos. El parecía evadir mi mirada a toda costa. Se paró de la banca y yo hice lo mismo.

-Di algo, por favor-pedí yo.

-Es solo que...-empezó el-Nunca imaginé eso, solo trato de ordenar mis ideas.

Cerré los ojos con fuerza,no porque evitaba llorar, sino porque me arrepentía totalmente.

En este punto ya mi barquilla se había derretido, no la había comido desde que nos sentamos en la banca. Lo que provocó que se derritiera y dejara un camino de vainilla que terminaba en mi mano.

-Todo bien, supongo-dijo el, pero se notaba incómodo-Con tal de que no te enamores de mi.

Bajé la mirada, ahora mismo solo quería irme de ahí. Su ultimo comentario me hizo enojar un poco, es decir, el hecho de que me gusten los hombres, no significa que me gustan todos los hombres.

-¿Soy yo la persona en la que estas interesada?-preguntó el.

-¿Qué? Claro que no-me defendí-Es un chico de atletismo.

-Cameron, son muchas cosas que ahora tengo que procesar-dijo el-Solo dame algo de tiempo y te daré una respuesta.

Dicho esto me miró de arriba a abajo, como si fuese otra persona, como si ya no fuese su amigo. Se dio la vuelta y se empezó a alejar de mi.

Love CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora