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Gumball

Me acerqué a la puerta del baño dispuesto a llamarle para que saliera a comer, pero de repente me sorprendió escuchar voces al lado de la puerta, una parecía ser la del chico llamado Darwin, pero la otra no lograba definir el dueño, no les entendía nada ni se podía escuchar adecuadamente así que me separé un poco de la puerta, cruce los brazos sobre mi pecho y empecé a esperar hasta que ellos terminasen de hablar, no soy ningún chismoso después de todo.

- ¿Con quién hablabas? - quise saber.

- Eh... No, con... em... conmigo mismo, sí. Este... yo, se me dificulta organizar mis ideas, así que a veces hablo conmigo como si fuera otra persona la que escucha mis problemas y con otra voz me respondo, como si un amigo me diera su punto de vista. ¿sabes? es algo raro, lo siento - contestó muy nervioso, pero no podía culparle, no siempre tienes a alguien husmeando en el baño a ver qué hablas o dices a sus espaldas...

- Si no te agrado sólo dilo, hay tres puertas muy grandes en esta casa, te acojo todo el tiempo que sea necesario, pero no podríamos vivir los dos juntos si me odias tanto - dije.

- No, no, no. No entiendes. No estaba hablando a tus espaldas.... Yo... Sólo trataba de plantearme la forma en la que podría agradecerte todo lo que has hecho por mí. Digo, no cualquiera le abre las puertas de su casa a un extraño, que no tiene familia, conocidos o alguien que se haga cargo de él. Mi intención no era incomodarte o hacerte creer que te odio... Yo en verdad pienso que eres genial, no por sólo ayudarme, sino por que sabes tanto del mar - lo miré algo nervioso en lo que decía, jugueteando con sus dedos y apretando los puños ligeramente.

- ¿Cómo puedes decir que sé mucho del mar? - pregunté curioso, ya que en realidad no le había dicho a qué me dedicaba o alguno de mis proyectos.

- Bueno, es muy obvio, tienes algunas cosas decorando tu casa que sólo consigues adentrándote en el mar. Y dudo que seas un tipo que compra este tipo de artefactos - dijo al tomar una de las caracolas de una encimera.

- Ey, deja mi Turritella - advertí.

- Lo ves, cualquiera sólo lo llamaría "caracola", pero tú conoces su nombre, o bueno, el científico - lo miré dejar la turritella donde estaba y volver a mi lado -. Perdona si te he incomodado - dijo sincero, por lo que no me quedó de otra que retractarme.

- Lo siento, no confío en muchas personas y... ¿sabes qué? hazme un favor y olvida lo de recién, ¿de acuerdo? - pedí a lo que él afirmó aliviado -. Bueno, vamos a comer, el hambre me está matando - aseguré

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Luego de ése incidente la comida fue mucho más tranquila, me preguntó sobre mi trabajo, lo que me gustaba, me contó algo sobre su familia, que había huido por que su padre era demasiado estricto y no deseaba ser una carga para su padre y 8 hermanos. Él parecía ser un joven trabajador, inteligente, paciente y perseverante, por lo que no dudaba que cuando se encontrara mejor de su cabeza podría buscar algún empleo, yo le ayudaría a encontrarlo, eso sin duda.

Darwin preparó como cena lo que parecía ser una ensalada fresca; zanahoria, pepino y jícama. Aunque había sido yo el que le había enseñado a cortar los vegetales, él parecía saber absolutamente nada acerca de preparar comida, casi como un príncipe o mantenido, pero al menos se esforzaba en aprender y ponía empeño en lo que hacía.

A la hora de dormir lo invité a quedarse en mi cama, pues nunca había contado con que tendría visitas en mi casa hasta tan tarde. Le pasé un pijama que ahora me quedaba algo corto para que durmiese cómodo, una cobija para cada uno y yo usaría de almohada un cojín de la sala. Apagué las luces y cada quién se acostó en una esquina de la cama.

- Oye Gumball, ¿estás dormido? - preguntó el chico a mi lado, me giré un poco hasta que mi vista se dirigió al techo sobre nosotros.

- No, ¿por qué? - contesté.

- ¿Crees en las sirenas? - su pregunta me dejó desconcertado en cierta forma pero igual contesté.

- No, son historias de marineros ebrios. ¿Crees en ellas? -.

- Sí, pienso que se esconden en algún lugar oscuro del mar - aseguró como si verdaderamente estuviesen ahí.

- Ya veo -.

- Sí - contestó, pero no dejó pasar mucho tiempo antes de su siguiente pregunta - Gumball ¿Crees en el amor verdadero? - fruncí el ceño ahora más confundido, esto parecía un poco como una charla de chicas, pero bueno, a mi no me importaba seguir con ella.

- Sí, pienso que cuando esa persona especial llegue, no habrá dudas ni miedos que te detengan a hacer lo que tu corazón dicta - medité un poco sobre lo dicho, y prácticamente ése era mi pensar.

- ¿Y el amor a primera vista? - me giré a verlo curioso, al hacerlo me encontré con la vista más preciosa que jamás hubiese encontrado. Sus ojos avellana resplandecían con el leve reflejo de la luz de la Luna, su rostro parecía impasible, esperanzado en mi respuesta.

- Eh... sí, pienso que... a veces sin saberlo conocemos a la persona que puede hacernos feliz, no sabemos mucho de ella, pero sientes en tu corazón como el de la otra persona te llama - un silencio se acogió en la habitación, permitiendo que nuestras miradas chocaran una con la otra. Me miré envuelto en sus bellos ojos avellana.

Nuestros rostros se acercaron poco a poco perdiendo todo miedo al hacerlo, una fragancia se desprendió de su piel, tan dulce, y adictiva que sólo consiguió incrementar mis ansias de arrebatarle los labios de un beso. Sin que él pudiera hacer nada tomé la iniciativa, junté nuestros labios en un beso apasionado, donde nada importara más que disfrutar. Al principio muy arrebatado, salvaje, donde yo estiraba levemente de sus labios haciéndole lanzar suspiros de por medio y terminó en un dulce roce de dos personas con sus corazones latiendo en la misma sincronía...

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Eso es todos pequeños, buscaré publicar más tarde o hasta la próxima semana, los quiero a todos, espero les haya gustado. Sugerencias u opiniones en los comentarios. Recuerden votar si es que les gustó el capítulo.

Nos leemos en la siguiente actualización uwu Riko Ishikawa se despide ;* <3

El secreto del tritón (Gumball & Darwin) [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora