13. "...Emma; el epítome de la perfección..."

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- ¿Cómo te sientes, mi amor?- susurró Emma al oído de Sophia, dándole un beso en su cabeza mientras Sophia pretendía estar muerta, sobre su estómago, en aquella gigantesca cama del "Hotel Commonwealth".

- Un poco mejor, pero todavía...- murmuró Sophia, aparentando dolor y molestia.

- Siento mucho que tenga que irme, regreso en cuanto pueda, ¿si?- se disculpó Emma, con un inmenso pesar por dejar a Sophia, medio muerta, medio deshidratada y sola.

- Mi amor...sólo dame un beso, si no te da asco, ¿si?

- ¿Cómo me daría asco?- repuso, con una sonrisa cariñosa, agachándose a la par de la cama, poniendo su rodilla sobre la alfombra, apretando su falda gris oscuro entre sus muslos y su trasero, quedando un poco alto todavía por sus Stilettos Alexander McQueen café oscuro, que no lastimaban sus pies gracias a que dominaba el arte de los quince centímetros mejor que muchas modelos británicas. No le importó que su abrigo blanco Armani, que le llegaba a la misma altura que su falda, limpiara aquella alfombra mientras que, con sus manos, acariciaba la cabeza de Sophia mientras le daba un beso de despedida. – Trata de descansar...te llamo cuando venga de regreso por si necesitas algo- susurró Emma, acariciando la nariz de Sophia con su dedo índice, haciendo que cerrara los ojos. –No dudes en llamarme, por favor, Sophia...si necesitas atención médica, dímelo, por favor- suplicó, haciendo que Sophia se sintiera extraña.

- Gracias, Em...que tengas un buen día, te voy a extrañar- murmuró Sophia, con sus ojos cerrados, pretendiendo estar a punto de dormirse.

Emma se puso de pie, saliendo de la habitación, colocando el rótulo de "Do Not Disturb" en la perilla de la puerta por la parte de afuera y cerró la puerta con sumo cuidado de no molestar a Sophia. Era el cumpleaños número veintiocho de Emma Marie Pavlovic Peccorini, día que ni la cumpleañera misma había sido capaz de recordar ser suyo por su inmensa preocupación por Sophia, quien la noche anterior había comido lo mismo que Segrate; un tipo de pollo al gratín y Sophia, al no tener una coartada para preparar todo para la sorpresa de Emma, se valió del malestar de David, fingiendo lo mismo pero no previniendo el nivel de preocupación de su...¿novia?...y ahora se sentía un tanto, si no es porque muy, culpable, por lo tanto tenía que esforzarse por esa velada.

Sophia se puso de pie en cuanto calculó que Emma había salido, con seguridad, del hotel, pues podría ser que regresara a la habitación por haber olvidado A o B. Nunca mencioné el problema de Sophia, aparte de haber tenido una relación fallida, una única relación en la que emocionalmente dolorosa perdió su virginidad, pero su problema no era ese; eso era cosa del pasado, el problema es que le faltaba aquel gen primordial que la mayoría de mujeres tenían, el gen fantasma del par número veinticuatro: "necesito un novio", que se complementaba con "necesito ir a muchas fiestas", por lo tanto, deduciblemente era lesbiana aunque tampoco tenía el gen socialmente masculino de: "necesito una novia", que se complementaba con "necesito mucho sexo", sino más bien padecía de una trisomía y no en el par veintiuno, sino en el par imaginario número veinticuatro: "quiero ser feliz" y "no importa si la gente me ve mal en el camino para serlo" y "quiero a Emma".
Se vio en el espejo y por primera vez se dijo a sí misma: "Sophia, no estás nada mal para Emma; el epítome de la perfección." Y se dirigió a la ducha, en donde se tomó el tiempo necesario para sentirse limpia, lavando su cabello exhaustivamente, aquella cabellera rubia, que últimamente, desde que había conocido a Emma, había tenido la decencia de comportarse, de no caerse tanto y de recuperar el brillo que alguna vez tuvo, encandeciendo sus rubios platinados y sus rubios miel, dejando un poco de cabello café claro en las capas inferiores, un color intensamente raro pero que sólo a Sophia, naturalmente, se le veía bien...por lo mismo, porque era natural. Tomó su teléfono y, notando que ya era hora de estar en el trabajo, llamó a Natasha.

El lado sexy de la ArquitecturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora