16."¡¿No ves que estoy con el diablo adentro y es por tu culpa?!"

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- Para los gustos, Sophia, están los colores- dijo, con furia incómoda, tratando de no elevar su voz para no lastimarla.

- Pues para el color del ego está Emma- repuso, arrojando su bolso sobre suelo. - Todo tiene su límite y tú sobrepasaste los míos- gruñó, oh, Sophia estaba furiosa, por primera vez furiosa. .

- ¡Ah! ¡Eso es entonces! ¿Qué carajo tiene de malo que te de un puto detalle, Sophia, por Dios?

- ¡¿Llamas a eso un puto detalle?!- repuso, elevándole el tono a Emma.

- Licenciada Rialto, no me grite que yo no le estoy gritando- murmuró, haciendo un gesto con su mano para intentar calmarla; orgullo oficialmente herido.

- ¡Ah! ¡Y de repente soy "Licenciada Rialto"! ¡Y me pide que no le grite! ¡Puta, qué descaro!- gritó, como para que todo el edificio escuchara, para que todo Manhattan se diera cuenta que estaba gritándole a Emma.

- Sophia, por favor...no me grites, te lo suplico- murmuró, intentando no llorar. No quería victimizarse, pero le dolía mucho, las palabras de Sophia eran como una muerte lenta y dolorosa, como una tortura.

- ¡No me pidas que no te grite! ¡¿No ves que estoy con el diablo adentro y es por tu culpa?!

- Creí que sería una bonita sorpresa, Sophia...no tenía idea de que no te gustaría- se encogió de hombros, hundiendo su cabeza entre ellos e intentando no llorar; las únicas veces que alguien quien amaba mucho le gritó, fueron las veces que su papá le había pegado; gritar y pegar iban de la mano.

- Cuando dije que yo NO quería ir a Roma, creo que implícitamente dije que NO quería que mamá viniera, ¡¿en qué puto mundo vives Emma?! ¡¿A caso no tienes la glándula del respeto en ese cerebro?!

- Perdóname, no sabía que estaba cruzando la línea...¿qué puedo hacer para compensártelo? Haré lo que sea, Sophia, por favor- susurró, en un tono de voz de dolor, de tener heridas por todos lados, una voz quebrada, llena de tristeza.

- ¡Emma, comprende que no quiero que hagas algo, no quiero que me compres algo para compensármelo! ¡Yo no soy un árbol de navidad al que puedes adornar a tu gusto!- oh, Sophia se estaba pasando también, ya no encontraba la forma de frenar su enojo, de frenar y quedarse sus palabras para ella sola.- Vete...ahorita no quiero verte...ni mañana...no quiero verte...

Emma asintió en silencio y, llena de sumisión confundido con sometimiento, salió de aquel infierno en vida, de aquella hoguera que había quemado más allá que su piel. Cerró la puerta detrás suyo y, sin dar un paso más, estalló en lágrimas, en las lágrimas más emocionales, las que dejaban ver su estado; sus heridas. Sophia también estalló en lágrimas y se sintió demasiado mal en cuanto escuchó el primer sollozo de Emma que se deseó la muerte en ese momento, no sabía qué demonio la había poseído en ese momento. En cuestión de segundos, Sophia había recapacitado lo que no había podido recapacitar durante toda la cena, llena de enojo porque Emma había llegado a su apartamento con la mejor de las sorpresas; Camilla, su mamá. Era una bonita sorpresa, pero no era la obligación de Emma, ¿agh, Emma, cuándo vas a entender? Y lo peor de todo, según Sophia, era que Emma había pagado no sólo su estadía por un par de días en Manhattan, sino que tenía el servicio de auto cubierto, y había cubierto el viaje a Houston, todo lo había planeado con las mejores de las intenciones, pero era demasiado, Sophia se sentía mal, barata.

¿Y ver la química que tenía su mamá con Emma? Era excepcional, habían hablado casi toda la cena sobre la Sapienza, de lo que había cambiado y de lo que debería cambiar. Camilla estaba maravillada con la elocuencia de Emma, la hacía reír y, muy en el fondo, sabía que Emma pondría el mundo a los pies de Sophia con tal de tenerla, pero ya la tenía y sin tantas cosas. "...Vete... ahorita no quiero verte...ni mañana...no quiero verte..." era lo único que tenía eco en Emma, eso y el sonido de sus sollozos, de su congestión nasal. Tomó su teléfono sólo para llamar a Emergencias: "Nate, te necesito, ven a mi aptamento pro favor, te necesito" y sí, le temblaban los dedos, eran demasiadas emociones de una vez, concentradas en los gritos de Sophia, quien la había visto no sólo con odio y con enojo, sino también con asco. Y sí, Emma había decidido traer a su mamá antes de que ella se fuera para conocerla, era algo que no se podía perder, más porque sabía que, para que  Sophia se la presentara, pasarían siglos amargos de espera. Emma entró a su apartamento con la peor de las ganas.

El lado sexy de la ArquitecturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora