26. II. "When in Rome..."

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- Hmm...- ahogó su primer intento de decir "buenos días" en un trago duro y profundo de saliva. – Mi amor...¡ah!- gimió, mejor que un "buenos días" para Sophia.

Sophia pareció no importarle en lo absoluto, más que una sonrisa se dibujó entre los labios mayores de Emma, que estaban abrazando los labios de Sophia mientras se encargaba de su clítoris. Introdujo su dedo índice derecho en la cavidad vaginal de la Arquitecta, haciéndola temblar en un leve gemido.

- Play with your tits- exhortó Sophia con la boca llena del clítoris rosado candente de Emma mientras detenía, como podía, la tela a un lado.

"Tits? Sounds so nasty...yet so sexy" rió Emma, retorciéndose para desabrochar su sostén y, sin quitárselo, sólo pasarlo detrás de su cabeza, quedando un tanto atrapada entre los elásticos, pero con sus senos en plena libertad. Sophia le tomó las manos antes de que empezara a jugar con ellos y las besó pero, eso no fue todo, también paseó sus dedos de en medio, es decir su dedo del medio y su anular, por su hendidura, haciendo que se sacudiera de placer provocado por ella misma, por su mismo roce y, con sus jugos esparcidos por sus dedos, le indicó que jugara con sus pezones con esos dedos. Sophia volvió a introducir su dedo en la vagina de aquella excitada mujer, para luego meter su dedo del medio también, y, rozando su penetración contra su mentón mientras halaba los labios menores de Emma entre sus labios, sintió la textura con su lengua.

Emma apuñaba sus senos cada cierto tiempo, pero jugaba con sus pezones; atrapándolos entre sus húmedos dedos, burlándolos con las yemas de aquellos dedos, presionándolos un poco, en fin, ella sabía cómo darse placer, en realidad acompañar el placer de Sophia y unirlo con el suyo, haciéndolo uno sólo. Los gemidos de Emma se hicieron más cortos, más agudos y más constantes, que, a la penetración rápida y los lengüetazos sin piedad de Sophia, se convirtieron en un gemido extenso de doce segundos exactos, en los que Emma estrujó, con su vagina, los dedos de Sophia, los cuales, al salir de aquella cavidad, todavía con dificultades Emma para respirar, sacaron un orgasmo precioso que Sophia no supo más que devorar ávidamente.

- Ciao, Principessa- saludó Emma a Sophia, con una sonrisa de oreja a oreja, estado de la resaca: inexistente.

- Tú brillas después de que te corres- sonrió, subiendo con besos hasta sus labios para darle su beso de "hola", pues era más apropiado dado a que no sabían la hora. Emma se sonrojó. Sophia fundió a Emma en un beso, en el que no sólo succionaban vacíamente sus cavidades bucales, sino que apretujaban una nariz contra la otra, introducían una lengua para que la otra la acariciara con la suya, hasta hubo un momento en el que Emma pretendió introducir su lengua en la boca de Sophia pero ella se retiró un poco y atrapó la lengua de su novia entre sus labios; algo que a muchos les podría dar asco pero que a Emma y a Sophia les pareció sexy y hasta juguetón.

- ¿Me ayudas a salir de este desastre?- rió Emma, refiriéndose a los elásticos y tirantes de su sostén y a su camisa.

- Dios, a veces eres una desesperada- sonrió Sophia, sacándola de aquel desastre. – Ahora sí...

- Ah-ah-aah- dijo, como para detener lo que Sophia estaba a punto de decir, poniendo su dedo índice sobre sus labios. – En cuatro...pero sin ropa- sonrió, sonrojando a Sophia y ahogándola en un quejido sexual causado por aquellas palabras exhortativas.

- Sólo déjame probar tus pezones, ¿sí? – sonrió, sólo para que un halo se le dibujara sobre su cabeza. Emma: corrompida.

Sophia bajó a sus pezones para probar aquel lubricante esparcido ya seco, halando un tanto fuerte entre sus dientes cada pezón, haciendo que Emma jadeara entre dientes un "more" una y otra vez hasta que logró recuperar la claridad mental y le acordó a Sophia lo que debía hacer. Le quitó su camisa roja desmangada, dejando en libertad aquellos senos con ese par de pezones rosado claro. Emma la tumbó de espaldas a la cama, a aquella diminuta cama, quedando Sophia casi al borde de ella mientras Emma le quitaba sus leggings negros junto con esa tanga roja que, a pesar de que estaba muy sexy, le molestaba. Sophia se colocó en cuatro, dándole su trasero a Emma mientras Emma se quitaba aquel retazo de tela elástica; que un pañuelo tenía mayor dimensión..

El lado sexy de la ArquitecturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora