14. - ¿Qué más quieres que toque?- preguntó, volviendo a ver a Sophia..."

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- Sólo tengo que hacer una pequeña parada- dijo Emma, no despegando la vista de su iPhone.

- ¿A dónde vamos?- preguntó Sophia, un tanto molesta por ver que Emma sonreía a su teléfono, tal vez se sintió un poco celosa.

- A recoger el bendito paquete donde la señora Davis, me tiene harta con que lo llegue a traer, lo peor es que sube a mi apartamento a acordarme que lo llegue a traer- rió, con cinismo sensual.

- ¿Alguna idea de qué contiene el paquete? Lleva ahí como un mes...o más...no te urge por lo visto- rió Sophia, acomodando su bolso.

- Tú lo dijiste, no me urge, no sé ni qué es, no he pedido nada por internet...que yo me acuerde...si quieres subes a mi apartamento y yo llego en cuanto termine, ¿si?

- Sí, ella no me cae bien- dijo Sophia, acordándose de lo que le había dicho aquella vez, que ella no era digna de Emma. Tomó las llaves de las manos de Emma y, dejando a Emma en el camino, subió a aquel hermoso, amplio y caro apartamento.

Entró y dejó su bolso y su abrigo sobre el sofá del living-room y notó algo distinto, ah, sí, las paredes; las habían pintado de blanco. Tenía desde el fin de semana de no llegar, usualmente sólo llegaba los fines de semana, de viernes a domingo porque Emma y ella habían acordado dormir juntas, dormir del verbo dormir, no del verbo tener relaciones sexuales; un fin de semana donde Emma, el siguiente donde Sophia, aunque dormir y "dormir" iban de la mano, ahora había sido una excepción, era un miércoles que jueves sería feriado y Emma tenía una especie de necesidad extracurricular, simplemente no quería estar sola, quería dormir con Sophia en la comodidad de su cama. Se dirigió a la cocina y, sintiéndose como en su casa pero no del todo, sacó dos vasos altos y se dispuso a prepararle a Emma algo de tomar; viendo que tenía Pellegrino, fresas, gelato de limoncello que olía a aquel licor cítrico y hojas de menta, decidió ceder a sus "Childian skills" refiriéndose a la inigualable, y que en paz descanse, Julia Child. Era ácido y refrescante, perfecto para Emma. Emma subió, con un paquete realmente de tamaño risible y lo puso sobre el suelo a la entrada.

- ¿Qué haces, mi amor?- dijo, acercándose a Sophia por su espalda y abrazándola por la cintura, posando su barbilla en su hombro izquierdo.

- Pruébalo, si no te gusta, por favor no te lo tomes- sonrió, apoyando su frente en la de Emma y alcanzándole el vaso.

- Voy a asumir que es una receta improvisada...¿te parece si vamos a la oficina de patentes y patentamos esta orgásmica bebida?- sonrió, sintiéndose realmente fresca, tanto en su temperatura corporal, a pesar del frío, como una bebida bastante liviana.

- Sabes...desde que David se fue, estás más relajada todo el tiempo- murmuró Sophia, viendo a Emma a los ojos.

- Hadnʼt realized it...yet- sonrió, guiñando su ojo y bebiendo hasta el fondo aquella fría bebida, que aún así sintió más tibia que el clima. –¿Oye, alguna vez te he dado un tour por mi apartamento?- murmuró, un tanto confundida y a la vez sorprendida, pues Sophia sólo conocía, hasta donde ella sabía, la cocina, el clóset principal, el living-room, su habitación y su baño.

- Hadnʼt realized that you havenʼt...show me around?- sonrió Sophia, tomando la mano de Emma y caminando tras ella.

- Bueno, la cocina la tienes muy familiar- sonrió. – Ya sabes dónde están los vasos y el Grey Goose, que es lo más importante

- Y la granola y el yogurt también...- sonrió, dándole a entender a Emma que eso también era importante.

- Sí, sí, eso también, jaja...bueno, my living-room...oh, no sé si ya te he enseñado esto- dijo, emocionada y sonriente, presionando un botón en la pared, justo al lado de una escultura de piedra de una mujer desnuda pero de terminaciones toscas y gruesas, que posaba con una pierna flexionada, un brazo tras su cabeza y el otro apoyado de su cadera, todo como si estuviera recostada sobre la pared, era una escultura muy interesante, a Sophia le gustaba, más porque no era una estatua cualquiera...Emma la había hecho, y era perfecta, le gustaba imaginar que era Emma misma la mujer de la escultura. Un panel, en medio de la pared, se hundió y se escondió detrás de la pared, revelando una chimenea.

El lado sexy de la ArquitecturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora