En las afueras de la ciudad, en un área rural de aspecto apacible y pintoresco se hayaba una gran casa de campo, dicha construcción era el fruto del esfuerzo de toda la vida de Toshinori Yagi, un profesor de Historia que se había jubilado tiempo atrás, según el médico, Yagi se encontraba en los últimos días de su vida, cosa que nadie discutía o ponía en duda, el aspecto demacrado de Yagi era prueba de ello, tenía un cuerpo delgado y frágil que ya apenas podía moverse, sus profundos ojos azules eran enmarcados por unas pronunciadas ojeras, sus pómulos estaban hundidos y ya casi no podía hablar sin toser.
Pasaba casi todo el día en cama, con algunas salidas ocasionales al jardín que cuidaba con tanto esmero, su estado de salud cada vez más delicado le obligó a buscar la ayuda de un cuidador, situación a la que se había opuesto en un principio, no quería ocasionarle molestias a nadie, pero impulsado por la insistencia de sus amigos y viendose en una obvia necesidad, terminó cediendo a duras penas, sin ganas de salir de casa para visitar agencias se limitó únicamente a poner un sencillo anuncio en el periódico.
Y así fue como en menos de un día, un hombre joven con mirada cansada, cabello largo y negro se presentó ante su puerta solicitando la oportunidad de cuidar de el, Toshinori no desconfío de aquel hombre y con una sonrisa le invitó a pasar.
Habían pasado semanas y Yagi no podía quejarse, dejando de lado la actitud desinteresada de su cuidador, tenía que reconocer que el chico hacía un trabajo impecable, era sorprendente la forma en la que parecía conocer cada aspecto de el, cosas que podían ser tan simples como darle el té a una temperatura perfecta o cocinar su platillo favorito sin que el tuviera que decirle cual es, la presencia de Aizawa fue un bálsamo de vida para su cansado corazón, un bálsamo caído del cielo, literalmente.
La condición de Yagi se deterioraba rápidamente, aún así, el hombre no sentía dolor y la única cosa que lamentaba era que su vista estaba ya tan maltrecha que no era capaz de leer, problema que Aizawa solucionó rápidamente al convertirse en su lector personal.
- ¿Y bien? ¿Que libro quieres esta vez?- Ya era hora de dormir y aunque Toshinori ya no era un niño, gustaba de los cuentos nocturnos.
- Ésta vez quisiera algo diferente, si no te molesta me gustaría que me contaras una historia propia, creo que sería un buen modo de conocerte un poco más - Yagi estaba curioso, el ansiaba saber que clase de historia le contaría Aizawa.
-¿Puede ser de cualquier tipo? ¿No importa que clase de final tenga?- Aizawa vió a Yagi asentir repetidas veces y suspiro cansado, el ya quería irse a dormir.
El pelinegro se mostró pensativo un instante y Yagi se temia una respuesta negativa, pero tras un suspiro de parte del azabache, este comenzo a relatar una historia remontada mucho tiempo atrás.
- Veamos ¿Por donde empezaré? Ah si, hace varios siglos atrás, cuando la humanidad se hayaba fuertemente ligada a lo espiritual, existió un joven amable y bondadoso llamado...- fingió pensar un momento y luego siguió- Midoriya Izuku...-.
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.Midoriya Izuku era un niño que vivía sólo con su madre en la parte más alejada del pueblo, era bien conocido por ser una persona curiosa y amable como pocas, aunque perdió a su padre siendo aún muy pequeño le hacía frente a la vida con optimismo y grandes esperanzas en el futuro, debido a la enfermedad que se llevó a su padre, el pequeño tomó la decisión de convertirse en médico... Salvar a la gente con una sonrisa, ese era su sueño.
Aunque los estudios eran agobiantes siempre encontraba tiempo para salir al bosque que se encontraba cerca de su hogar, gustaba de recolectar y estudiar plantas que podían ser de ayuda en sus estudios, solía aprovechar esos viajes para relajarse un poco y para recolectar leña, fruta o cualquier cosa que pudiera usar o vender.
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Angelito de mi guarda ¿Mi dulce compañía? [Finalizada]
FanfictionCuando Midoriya Izuku abrió la puerta de su casa no se esperaba lo que ocurrió: -Escucha bien bastardo, porque sólo voy a decirlo una vez, soy tu puto ángel de la guarda y estoy aquí para dos cosas, no dejarte caer en la tentación y librarte del "m...