Capitulo XVII

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CAPITULO XVII

Es la noche. Llega el momento y ya estoy alistada, dispuesta a bajar para subir en mi reluciente Mercedes. La wedding planner estuvo dos horas antes en mi departamento viendo que la ropa, peinado y maquillaje fueran lo más perfectos posible. Y eso que solamente era la cena de ensayo; para el día de la boda había reservado pent-house en un lujoso hotel cinco estrellas, y todos debían marcar tarjeta cinco horas antes para prepararme. Ella era muy metódica y exigente con los esteticistas y demás empleados, era de esperarse, teniendo en cuenta la exorbitante suma que les estaba pagando por organizar una boda de tal magnitud.

El vestido que había elegido para que usara esa noche era exquisito. Creado por un reconocido diseñador italiano, exclusivamente para mí y por pedido expreso de mi prometido. Aquello no me agrado demasiado en su momento, mas ahora que lo tenía puesto no podía negar que es perfecto. Este es de un negro azabache, largo, con un gran tajo en el frente del lado izquierdo, que va desde mi muslo hasta el final. No tiene mangas pero si lleva las tiras de los hombros medianamente anchas. Allí, le han hecho unos hermosos adornos, en rombos finos, entrelazados, todos en dorado y brillante. Me queda bien ceñido en la parte de arriba, lo justo como para resaltar delicadamente mi busto, y ligeramente acampanado desde la cintura hasta los pies, acentuando mi cadera y mi trasero.

Los zapatos son divinos también. Pura elección mía. Gamuzados, negros, de tacón alto y medianamente fino, con la punta en boca de pez y pulsera con apliques brillantes. Voy sin joyas y con el pelo suelto; la organizadora pensó que era mejor si lo llevaba de manera natural, así como también el maquillaje.

Francis me dejó en la puerta del gran salón a la hora pactada, y a la salida del auto ya estaba esperándome de pie mi prometido, listo para recibirme. Es la mismísima imagen de una estrella de cine. No tengo idea de quien se habrá ocupado de prepararlo pero luce esplendido, mucho más allá de lo que podría haber imaginado.
Lleva un traje gris plata, también de diseñador, camisa color hueso y corbata negra. Se ha afeitado el rostro y tiene el pelo ligeramente tirado hacia arriba, con un toque de desalineado accidental en el frente, y un mechón asomándole hacia adelante. Lo hacía verse juvenil y seductor al mismo tiempo. Sus zapatos son negros, y ciertamente eso no interesa en lo más mínimo, nadie se los estaba mirando.
De todas las veces que lo he visto usando un traje, está definitivamente me dejo boquiabierta.

No sé si se deba a que estaba a punto de enfrentarlo con la verdad, pero esta noche me permito apreciar lo infinitamente bello que es Edward. Una sensación gigante de querer besarlo y entregarle mi vida entera, me invade el cuerpo de repente, y me veo. Nos veo. Teniendo un futuro juntos. Veo a nuestros hermosos querubines correr por el jardín de la divina casa que él compró para nosotros. Veo sus risas, su rostro iluminado al mirarme, veo la perfecta vida que tendría con él.

- Luces maravillosa, Emma. – con un susurro, su sensual voz suena en mi oído, sacándome de la fantasía. Solo puedo sonreír ante el halago.

Colocando mi brazo sobre el suyo, me acompaña hasta dentro del salón, donde los invitados ya nos esperan ubicados.

La cena da comienzo de inmediato y yo me propongo demorar el momento de decírselo. Ignoro a Laura, cuyas miradas apremiantes me acusan que el tiempo es poco y que ya tenía que terminar con toda esa farsa. Pero ese es el problema, no es una farsa. Lo veo y siento que lo amo. Amo a ese hombre, y de verdad, en este momento solo siento que quiero casarme con él.

Luego de la cena, llega el momento del brindis, pero antes de ello pido un receso para ir al tocador. Al ingresar, me encuentro con mi hermana, quien no se ve nada contenta. Mira alrededor, para luego sobrepasarme, y trabando la puerta, se vuelve hacia mí.

Como Cafe con Chocolate (A Daryl Dixon Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora