La gente dice que después de dos años en tratamiento psiquiátrico y con medicación uno se cura de la depresión pero os aseguro que no es cierto, cada uno evoluciona como puede pero de lo que algo estoy seguro es de que la depresión te deja marcado de por vida.
Además no se olvida tan fácilmente el dejar de contar las calorías, el dejar de sentirse gordo o el de recordar que necesitas cortarte. Al fin y al cabo todo está en la mente y nada es tan difícil como curarla.
A estas alturas se supone que no debería de pensar nunca en el suicidio pero es lo que hay, curar una mente no es para nada fácil y perder los antiguos hábitos no es para nada sencillo.
Sin embargo hay algo que no olvidaré de todo ese tiempo y es el apoyo que recibí de mi madre. Ella siempre estuvo ahí, peleábamos, como todos los hijos lo hacemos, ella había perdido a una hija y a pesar de todo seguía luchando por mí a diferencia de mi padre que se había ido de mujer en mujer tras dejarnos a nosotros.
Si no fuese por ella habría dejado de verme a mí como un caso posible. Ella y mi psiquiatra me hicieron ver cosas que jamás habría visto en mí. Y por eso seguía luchando y decidí escribirle esta especie de diario a mi difunta hermana. Porque así no la perdería jamás y siempre la conservaría entre las páginas de esta historia. Ella quedaría conservada en mi mente y en la de los demás porque yo había echo eso por ella y lo seguiría haciendo porque así, una parte de ella jamás habría muerto.
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Sentimientos de una suicida
Teen FictionSólo yo sabía lo que sentía... y no lo vi. Ella murió, ¿se suicidó? No, sólo yo sé que no. Pero su vacío me llena de soledad. ¿Quién soy yo sin ella? Si sólo supiera que pasó... por qué sonreía cuando en verdad estaba vacía. ¿Quién soy yo ahora?