En cuanto vio salir a KiBum del bar a donde le había dejado hace tres horas atrás, JongHyun supo que se vendrían problemas. Primero, porque el rubio no había salido solo y segundo, porque aparentemente tenía planes de llevar su pequeña fiesta a otro lugar. Y no era a otro bar.
JongHyun miró su reloj de pulsera, eran las 17:21 de la tarde, por lo que tenía exactamente diez minutos para quitar de encima de KiBum al tipo que le estaba introduciendo la lengua en la boca mientras le apretaba el trasero, tomar al chico y meterlo al auto, y luego otros quince minutos más manejar de regreso a la casa (en un trayecto que normalmente le tomaría el doble del tiempo), hacer que KiBum tomase una ducha y se cambiase de ropa antes de que su padre, o sea su jefe, llegase y lo viese en el estado en el que estaba.
En resumen, iba a tener que quebrantar algunas leyes del tránsito para llegar a tiempo. Y JongHyun odiaba hacerlo. Maldita sea.
Suspirando abrió la puerta y salió del vehículo; KiBum estaba en contra la pared de un callejón continuo al bar del que había salido, el otro tipo se restregaba en su contra de forma asquerosa y poco acorde a la hora del día que era. JongHyun caminó hacia ellos y puso su mano en el hombro del desconocido, empujándolo lejos de KiBum.
- ¡¿Pero qué haces?! ¡Piérdete imbécil!
JongHyun no le hizo caso y simplemente se limitó a ver a KiBum; tenía los ojos vidriosos, los labios húmedos e hinchados y una sonrisa socarrona que quiso quitarle de un puñetazo. Pendejo.
- Fuera de aquí, me llevo al chico
- T-tu, nog me vags a llevag a ninguna pa-pagte id-idiota – masculló el rubio tratando de golpear a JongHyun para apartarlo de él.
Perfecto, KiBum estaba mucho más allá que en un simple estado de embriaguez.
- Ya escuchaste al bonito, déjanos solos
- Desaparécete, imbécil
Algo en la mirada de JongHyun, hizo que el tipo retrocediese un par de pasos y luego se marchase lanzando algunos improperios mientras se iba. Al quedar solos, JongHyun tomó a KiBum del brazo para llevárselo al auto.
- Nog me to-toquesh...
El rubio tastabilló unos cuantos pasos y luego acabó inclinándose sobre sí mismo, con ambas manos en las rodillas mientras vomitaba todo el contenido de su estómago sin mucha elegancia. Lentamente JongHyun fue a socorrerlo mientras sacaba su pañuelo del bolsillo interno de su chaqueta y se lo ofrecía. Volteando levemente el rostro, KiBum lo miró y lo aceptó de malas ganas, limpiando la comisura de su boca.
- ¡Cágllate! – le gritó a la defensiva.
- No dije nada – respondió el moreno.
Ocultando una sonrisa, JongHyun siguió a KiBum hacia el auto y le cerró la puerta cuando el chico se introdujo al interior. El rodeó el vehículo y se metió dentro para luego ponerlo en marcha e ir de regreso a la casa. Todavía tenía mucho trabajo por hacer.
Batiendo todo récord, en veinticinco minutos llegaron a la casa y, para su suerte, una de las empleadas le había informado a JongHyun que el vuelo de su jefe se había atrasado, por lo que llegaría casi a tiempo con los Kang, lo que le daba más tiempo para ayudar a KiBum a estar presentable cuando ese momento llegase.
Ignorando a su madre, KiBum sonrió mientras JongHyun lo custodiaba al subir las escaleras, sintiendo los tacones de la mujer tras él. Cuando llegaron a la planta superior, siguieron hacia el dormitorio del rubio, quien entró deshaciéndose de su ropa y perdiéndose en el interior del baño que ahí había.
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[ El Príncipe ]
Hayran Kurgu•JongKey• JongHyun siempre supo las metas que quería alcanzar en su vida. Para él, no hay términos medios; lo negro es negro, lo blanco es blanco. Por eso cuando en sus deseos de lograr la perfección en su trabajo termina cometiendo un fatal error...