CAPÍTULO 1

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Me llamo Asmae Ben Hilal, vengo de una familia musulmana. Ha pasado ya aproximadamente un mes de lo ocurrido, me da muchísimo miedo hablar sobre el tema con mi familia, temo a cómo vayan a reaccionar. Mi familia está chapada a la antigua, como ya comenté antes somos musulmanes, pero la sociedad comete un grandísimo error hacia los musulmanes, se suele confundir que la religión es machistas, y he ahí el error, no hay que confundir cultura con religión.

Mis abuelos educaron a mis padres a base de palos, las mujeres a la cocina y los hombres a trabajar para formar su propia familia, lamentablemente esta es la familia que me ha tocado. Pero esto no lo cuento por el hecho de ser musulmanes, pues esto puede suceder en cualquier país, cultura o religión.

Mis padres pretenden hacer lo mismo con mis hermanas Rania y Amira, y conmigo, ayer en la noche me obligaron a ponerme guapa porque venía la mejor amiga de mi madre junto con su marido e hijo, Safouan, es el hijo perfecto y envidiado, es guapísimo, para qué negarlo, a sus veintiséis es un buen abogado y con una buena cantidad de ceros en el banco ¿Quién no lo querría? No soy tonta, obviamente quieren emparejarnos, quizá un mes atrás habría aceptado sin pensármelo dos veces, porque el rato de estar hablando con él, me hizo ver lo buen chico que es, pero después de todo lo ocurrido, lo último en lo que quiero pensar es en un chico. Cabe decir que la virginidad en nuestra familia es un tema muy serio, es una honra para las mujeres, la pierdes, y no tienes derecho a nada, yo la perdí, no voluntariamente, pero la perdí, y ahí está mi miedo a contarles todo, a que no me sepan escuchar.

Tengo ya una semana con malestares, siento mi cuerpo raro, no puedo parar de vomitar y a cada rato me entran mareos muy fuertes, temo que sea lo que estoy pensando. Ahora mismo me encuentro con mis hermanas pequeñas en el patio trasero de la casa, sin importar la diferencia de edad, las tres somos muy unidas, y en cuanto les conté la situación, rápidamente me arrastraron al patio para poder relajarnos y tomar un poco de aire fresco.

No puedo quitármelo de la cabeza, aún puedo sentir sus manos recorriendo cada parte de mi cuerpo, lloré, pataleé, le rogué que me dejase ir, le daría todo mi dinero, en cambio él se dispuso a golpearme hasta el cansancio.

— Tata — Amira sacude su mano frente a mi cara, ese es un mote cariñoso que me pusieron ambas desde que eran pequeñas — llevamos un buen rato hablándote, dónde te habías perdido, por favor, cuéntanos qué tal Safouan — mueve las cejas mientras sonríe

— Mira enana de mierda — le tiro el pañuelo que tenía entre mis manos — será mejor que te metas en tus asuntos, metiche — en eso Rania explota en risas, de las tres, se puede decir que ella es la más tonta — y a ti ahora qué te ha dado

— Déjala, está como una puta cabra — ríe ahora Amira

— Chicas yo... necesito vuestra ayuda — ambas me miran atentas, tengo la necesidad desahogarme con alguien, ya llevo muchísimo tiempo reteniéndolo dentro de mí, y siento que si pasa un día más, explotaré, y quién mejor que ellas, mis mejores amigas — tiempo atrás tuve un problema, uno muy grave, de momento prefiero que me acompañéis al hospital, cuando volvamos prometo contaros, pero necesito que me acompañéis al ginecólogo, necesito teneros conmigo

— Sí, pero... — interrumpo a Amira que me mira con el ceño fruncido

— De momento nada de preguntas por favor, ya he prometido contaros todo, solamente necesito saber si me acompañaréis mañana y me apoyaréis — ambas asienten extrañadas, sé que tienen muchísimas preguntas, también sé que cuento con ellas para lo que sea, pero eso no quita el miedo que tengo ahora mismo.

A los minutos se ponen a conversar entre ellas, mientras yo vuelvo a perderme en mi mundo, me es imposible borrar las imágenes de aquel día, recuerdo que ya estaba anocheciendo, había decidido salir a dar un paseo con Izza, la que supuestamente era mi mejor amiga, ese día me encontraba cansada, por más que me negué a salir, ella me obligó a salir para que según ella "me diese el aire".

— Señoritas — Magalí, la empleada nos interrumpe, ella es aún una chica jóven de unos veinte años — sus padres las llaman para cenar — nos hace saber, en eso Amira y Rania corren como locas a la casa, nunca madurarán — señora necesito un favor — frunzo el ceño, ella en todo el tiempo que lleva trabajando para mi familia, se ha convertido en una amiga para mí, me preocupa, pues siempre que me habla, es porque algo grave tiene que pasar — yo necesito ir a casa por unos días, mi hermana va a dar a luz y necesita de mí, por favor necesito esos días

— Sí, yo... intentaré hablar con mi madre y te digo algo, tú tranquila.

Me dirijo a paso lento al salón, me da muchísimo miedo el tener que ver a mis padres, en cuanto entro al salón, todas las miradas se posan en mí, una sonrisa nerviosa sale de mis labios. Me siento en mi sitio, para la cena de hoy han puesto marisco, arrastro el plato fuera de mi vista, le tengo alergia a todo tipo de mariscos, eso mis padres lo saben muy bien.

— Buenas noches, me retiro a dormir — me despido, pero mi padre tira de mi mano impidiéndome levantarme

— Me da igual que no cenes, no seas mal educada, he dicho mil veces que nadie se levanta de la mesa hasta que el resto hayamos terminado — me mira fijamente intentando intimidarme, pero eso ya no sucede de hace mucho, me he cansado ya de todo esto, ellos dicen una palabra y las tres tenemos que actuar como sumisas

— Papá — me zafo de su agarre y me levanto — sabéis muy bien que no puedo ni respirar el olor del marisco, de igual forma eso a vosotros os da igual, si vosotros no os preocupáis por mi salud, tendré yo que hacerlo, al fin y al cabo soy yo quien sufre las consecuencias — me retiro hacia mi cuarto dejándolo con la palabra en la boca, no me apetece escuchar a nadie.

Una vez en mi cuarto, corro hacia el baño con una mano en mi boca, las náuseas han vuelto. Caigo al suelo frente al váter, mientras vomito, las lágrimas se amontonan en mis ojos por todo el esfuerzo que hago. Escucho ruido fuera de la habitación, pero ahora mismo no tengo fuerzas ni para moverme, siento unos pasos acercarse al baño, con el pie le doy una patada a la puerta para cerrarla, no quiero que nadie me vea en este estado.

Una vez un poco recuperada, salgo del baño para encontrarme sentado sobre mi cama a Safouan. ¿Qué hace aquí?

— Siento haber entrado así a tu cuarto, hemos venido hace unos minutos y tus padres me han mandado aquí — de verdad no sé de que van — no pretendía entrar ni mucho menos, pero te escuché vomitar desde afuera y me preocupé

— Estoy bien gracias, deberías salir de mi cuarto — respondo un tanto arisca mientras rebusco en el armario un pijama para ponerme — de verdad agradezco tu preocupación, pero ahora mismo necesito estar sola

— Yo... sí lo siento, hasta mañana — se encamina hacia la puerta, pero lo agarro de la mano, ya me hizo sentir mal — ¿sí?

— Discúlpame, no he tenido un buen día, perdóname — él asiente sonriendo — pasa si quieres, podemos charlar un rato — me vuelve a sonreír

— Disculpas aceptadas — me agarra de la mano y tira de nosotros para sentarnos sobre la cama — puedes contarme qué te ha pasado — susurra mientras acaricia mi mano

— Prefiero no hablar de ello Safouan, es un tema privado

— De acuerdo, como tú prefieras, pero que sepas que yo estaré aquí para lo que tú necesites — le agradezco con una sonrisa — creo que lo mejor será que me vaya, mañana hablamos — se acerca a dejarme un beso sobre la mejilla, pero me aparto, no quiero muestras de afecto con ningún hombre.

Sale de la habitación y yo agarro mi ropa para dormir del armario y voy al baño a cambiarme, una vez ya en pijama, me meto en mi cama hecha un manojo de nervios, mañana me toca la cita con la médica, sólo espero que todo vaya bien.

Una víctima másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora