Ni si quiera esperé a que abriese la puerta, yo misma le arrebaté las llaves de entre sus manos y la abrí ansiosa. Hago un poco de esfuerzo por el gran peso que contiene el portón, Safouan me aparta para abrirla él mismo, desde la última cita con Saúl, anda muy protector, y hay veces que me exaspera, como en esta situación por ejemplo, el portón es grande y pesa, pero no hay nada que me impida abrirla. Observo emocionada todo a mi alrededor desde el recibidor, siento a mi marido posarse detrás mía mientras rodea mi vientre con sus grandes brazos, yo en cambio recuesto mi espalda sobre su pecho y poso mis manos sobre las suyas que le dan suaves caricias a mi vientre.
Ya estamos en nuestra casa, nuestro hogar... ¿puedo considerarlo así? ¿seremos en algún momento felices? Aquellos mensajes raros habían cesado por el momento, pero eso tampoco me tranquilizaba, es más, me da miedo su silencio. Estoy emocionada por el simple hecho de al fin poder tener algo mío propio, siento una lágrima recorre mi mejilla, una emoción recorrer mi cuerpo, sólo por saber que poquito a poquito voy construyendo mi felicidad junto con la persona que amo.
- ¿Me haces un recorrido?
La mansión es demasiado grande para solamente dos personas y en un futuro para cuatro, al regañarle sobre el tamaño de la casa, pues en un principio quedamos que nos compraríamos un terreno pequeño, uno más hogareño... pero su excusa fue que es la herencia que le había tocado por parte de sus abuelos y no quería desperdiciarlo, que simplemente le hizo algunos retoques.
Dispone de cinco dormitorios, el nuestro está ubicado en la segunda planta, este cuarto es más grande que el que tenemos en casa de mis suegros, teniendo en cuenta que esa habitación fue hecha para una sola persona, en cambio ahora somos dos, u hay que tener en cuenta que yo soy una persona que necesita mucho espacio, pero por el momento pienso que lo suyo sería dormirnos en uno de los dormitorios de la planta baja hasta que al menos de a luz. Me enseña el cuarto que se encuentra frente al nuestro, no puedo evitar derramar lágrimas de la emoción, es chiquito el cuarto, tiene una cuna grande situada en el centro de la habitación, hace tiempo decidimos que los dormiríamos juntos a ambos, me emociona tanto que se haya encargado él mismo de decorarla, la cuna es de madera, color marrón con los barrotes blancos, me acerco a ella y observo su sabanita blanca, al ser grande la cuna, tiene algunos peluches esparcidos por esta, la dejo para acercarme al armario, se encuentra vacío, lo cual me recuerda que pronto tengo que empezar a comprarles su ropita, o incluso podría comenzar a diseñar una nueva colección de ropa para bebés, para mi empresa. Con lágrimas en los ojos me giro buscándolo con la mirada, lo encuentro en el umbral de la habitación recostado sobre el marco de la habitación, mirándome también con emoción.
- ¿Te ha gustado? - asiento aún sin poder hablar, me acerca él y sin poder aguantar más, estampo mis labios con los suyos
- Esto es precioso, de verdad que muchísimas gracias, amor - él me devuelve el beso con más emoción
- Vamos, tengo que enseñarte muchas cosas más.
Pasamos el resto de la tarde recorriendo la casa, las otras habitaciones son dormitorios ya preparados para cuando venga la familia a pasar unos días, porque sé de primeras que mi suegra va a querer quedarse con nosotros, también hay una oficina para él y a su lado se encuentra un estudio para mí, ya sé cuál será mi lugar favorito de ahora en adelante... y el resto son salas para invitados y una zona de juegos para cuando tengamos nuestros amigos vengan a casa. Salimos al jardín y de verdad que no deja de impresionarme, es inmenso, hay una pequeña terraza y junto a ella la piscina, después todo es jardín, según él, quiere que yo lo adorne a mi gusto.
Ahora mismo vamos camino hacia casa de sus padres, conduciendo él, pues le había dado el día libre a Marcos ya que esta tarde seríamos sólo él y yo. Desde que salimos de mi estudio, una idea lleva rondando mi cabeza, y decido comentárselo a Safouan.
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Una víctima más
RomanceLe era imposible olvidarse de aquel día, para ser exactos, de aquella noche, en la que comenzó toda su desgracia, pero a la vez toda su felicidad. A sus veintitrés años andaba esperando un bebé. Fue humillada, golpeada y abusada, después en un inten...