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Han pasado ocho días desde el ataque de la novia que aún mantenía alerta a los parisinos. No había sucedido algo parecido, incluso la tasa de criminalidad había disminuido de una forma impresionante.

El pánico reinaba en las calles, nadie quería obtener el mismo destino de las inocentes chicas que aún seguían en forma de anillos de diferentes tamaños y materiales.

En esa semana tranquila, Charlotte y Gabriel estuvieron discutiendo mucho respecto al tema.

—No podemos simplemente dejarlo con cualquier persona en la ciudad.—agregó en la discusión—¡Tampoco podemos evaluar a posibles candidatos!

—Lo sé.—respondió levemente cansado—No sabemos cuándo será el siguiente ataque.

Se quedaron en silencio unos minutos, disfrutando la compañía del otro, el sonido de su respiración.

Querían olvidar nuevamente lo que sucedía pero ambos no eran del tipo de persona que fingía que nada sucedía. En un pasado, ellos protegieron naciones enteras que hoy les olvidaron.

—Si carecen de tiempo, usen a alguien a quien puedan vigilar fácilmente y confían plenamente.—Sugirió una voz con gracia debido a la situación.

La idea propuesta no se veía tan descabellada. Si algo salía mal, podrían detenerle antes de que se saliera de control.

—¿A quien sugieres?—Cuestionó Gabriel mirando con desconfianza a un rincón de la pieza.

El rincón estaba tan oscuro que no se lograba ver quien se escondía ahí.
Un pedazo de queso estaba cerca pero rápidamente desaparece.

—¿Qué no es obvio?—agrega burlonamente—En este lugar, hay sólo una persona en la que confían y pueden controlar,—aclara con una sonrisa—después de todo, ustedes tienen control sobre él.

Ante esa idea propuesta, la discusión aumentó de tono entre la pareja que analizaba la situación muy delicada.

—Me niego Gabriel,—respondió con una voz seca—jamás permitiré que este irresponsable termine en manos de—se detiene al oír la voz de su hijo que se acerca tímidamente.

—¿Mamá?—Cuestiona con una pizca de miedo al haber oído el tono de sus padres.

—Adrien.—Murmuró la mujer con sorpresa.

El rubio le dolía el pecho, necesitaba apoyo más que nunca en estos momentos. Aunque había terminado con Luka, seguía investigando un poco de su vida. Con esta actividad, encontró algo que le hirió gravemente.

—Veo mucho potencial en él.—Dijo con una mirada traviesa, acercándose al Agreste menor.

Charlotte, sintiéndose de piedra, observó como ese irresponsable que le desagrada, lamió sin vergüenza alguna la mejilla de su hijo quien sólo sintió cosquillas.

Adrien no podía ver quien estaba a su lado, sólo Gabriel y Charlotte podían.

—Él podría ayudarme con un problema que tengo abajo.—Sugirió pasando sus manos por el torso del rubio que sentía escalofríos.

Charlotte contenía su furia, sabía que aquel bastardo estaba consiente de que su hijo no le veía. Si llegaba a hacer algún gesto dirigido a él, Adrien tomaría por loca a su madre.

—Adrien, retírate por favor.—Pidió amablemente su padre quien ya estaba acostumbrado a ese tipo de escenas con sugerencias sexuales de parte de su acompañante.

El de ojos verdes se retiró e inmediatamente quien tocaba su cuerpo bufó molesto.

—No vuelvas a tocar a mi hijo.—Amenazó la mujer con el ceño fruncido y tremendas ganas de darle una bofetada.

Una Ladybug rubiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora