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Adrien sintió un tremendo dolor en su cuerpo, estaba confundido, no recordaba haber hecho algo que lo dejara así.

Abrió los ojos con una tremenda pesadez, quería seguir durmiendo pero una vocecita le reclamaba que se despertara.

—Arriba niño.— Ordenó Plagg de pie estirándose.

Como un balde de agua fría, los recuerdos llegaron a su cabeza. ¡Que buena noche había tenido! De pronto, su plan volvió a aparecer en su mente, ahora cuadraba todo el dolor que sentía.

Observó sus brazos que estaban llenos de mordidas y una que otra marca rosada o morada. Había hecho lo pedido. Si así estaban sus brazos, no quería imaginar cómo estaría el resto de su cuerpo.

—¿Te quedaste con ganas?—Insinuó Plagg mirando al menor que tenía medio cuerpo cubierto por las sábanas.

Se puso de pie, sin importarle que estaba desnudo. Obviamente sorprendió al mayor quien se imaginó al rubio más tímido.

—Andas por terreno peligroso.— señaló mirando de pies a cabeza al chico— A este paso volveré a devorarte completito.

Adrien sonrió atrevido. No sonaba mal la idea de seguir pero tenía que llevar a cabo su plan.

—Me encantaría pero lastimosamente tengo clases.—Respondió con dramatismo.

Plagg bufó molesto, odiaba mucho como había evolucionado la sociedad, le gustaba más como era antes, más tranquilo, con menos responsabilidades y más tiempo para el sexo.

—Ustedes los humanos y sus idioteces.

Agreste entró a su baño, ignorando su reflejo que dejaba a la vista todas las marcas que estaban en su cuerpo.

El de cabellera negra se recostó en la cama, hace mucho que no tenía una distracción. Había estado alrededor de quince años encerrado en la caja de los miraculous, obviamente su apetito sexual estaría muy alto.

Normalmente el cortejaba a su presa, era más divertido cuando oponían resistencia pero por primera vez tomó el camino rápido y un poco aburrido al no haber presa a la que perseguir.

Adrien salió vestido y con el cabello húmedo, aún sentía dolor al caminar o siquiera respirar.

—No se te olvide niño, la sortija y el secreto.— Recordó sin importancia el mayor.

Luka y Rose no habían tenido suerte, el chico castaño, su proveedor, le entregó el paquete a Juleka pero después desapareció. Fue muy generoso al darles una pequeña porción de la droga, sabía que pronto los síntomas de abstinencia se presentarían en sus clientes favoritos.

No la consumirían por el momento, tenían problemas mayores que la abstinencia.

Estaban en la escuela, esperando por la campana. Iban en diferentes clases, después de todo, Luka era mayor.

—¿En serio crees qué se fugó con la droga?— Expresó mirando a los alumnos entrar a la escuela.

—No lo creo.

—¿Qué nos asegura qué no lo hizo?— Indicó mordiéndose el labio al pensar que ella la había abandonado.

Luka suspiró, mirando los autos pasar. No tenía una respuesta para aquella pregunta de Rose quien contuvo las ganas de llorar.

Estaba por responderle cuando la limusina de Adrien se estacionó frente a la escuela. Desde que rompieron, había sufrido bastante por lo que ahora sólo podía verlo de lejos, como ahora.

Una Ladybug rubiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora