Lara es una chica lista que al parecer puede controlar el clima. Después de mudarse con su padre enfermo, conoce a Minho, un chico de rasgos asiáticos, un poco grosero y con un pasado muy misterioso. Al principio, ambos no se llevan nada bien, pero...
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Lara despertó feliz. En unas horas estaría viajando con sus amigos para competir. Sus padres le habían preparado un gran desayuno y algo de comer para el viaje.
—Vas a necesitar muchas energías.
—Mamá, este desayuno me durará dos semanas.
—Eso es bueno —dijo su papá —.Imagínate si en medio del concurso te da hambre.
Lara sonrió.
—Y la respuesta es... ¡Oh, esperen! Sólo una mordida más a mi sandwich.
La mamá de Lara torció los ojos mientras su esposo y su hija reían a carcajadas.
—Estaremos muy pendientes de ti —dijo su papá.
—Quisiera que vayas. Tú y mamá.
—Es un largo viaje, pero sabes que me gustaría acompañarte.
—Lo sé. Debes descansar y mamá debe cuidarte, no quiero que te sientas mal.
—Te prometo que estaré ahí la próxima vez.
—Te quiero.
—También te quiero, florecita.
Una hora después, Lara estaba subiendo a la combi de Dave junto a sus amigos, preparados para su primera aventura. Lara se despidió de su padre con un ademán. Después de un par de horas viajando por la carretera, los discos de Dave ya se habían vuelto aburridos y todos tenían demasiada hambre como para hablar.
—Deberíamos estirar las piernas un rato —propuso Annie.
—Creo que Vencedor tiene que hacer sus necesidades —dijo Helen.
—Paremos para almorzar. También pueden aprovechar y usar el baño. Estoy casi seguro de que hay una gasolinera muy cerca.
—¡Sí! Ya muero de hambre —dijo Helen.
Minho, que iba sentado junto a Dave miró a Lara por el retrovisor mientras ella espiaba por la ventana. Ignorarla era imposible y presentía que competir junto a ella iba a ser una tortura.
Después de veinte minutos, encontraron la gasolinera que mencionó Dave y se bajaron a estirar las piernas e ir al baño. También había un pequeño comedor, donde almorzarían juntos. Cuando Lara salió del baño, vio a Minho parado solo bajo el parasol del restaurante. Esta vez, iban a hablar.
—¿Estás cansado?
—No.
—¿Te emociona viajar?
—Sí, seguro.
—A mí también —dijo con una sonrisa, pero Minho sólo apartó la vista —.¿Qué sucede contigo?
—Lara, es mejor que no hablemos —contestó tomándola de los hombros y luego se marchó.
—¿¡Por qué!? —le gritó. Minho siguió caminando sin detenerse, pero Lara avanzó hacia él a pasos rápidos y lo detuvo del hombro —.¿Por qué estás me evitando?