Lara es una chica lista que al parecer puede controlar el clima. Después de mudarse con su padre enfermo, conoce a Minho, un chico de rasgos asiáticos, un poco grosero y con un pasado muy misterioso. Al principio, ambos no se llevan nada bien, pero...
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—¿Cómo lo tomó? —dijo Dave llevándose el tenedor a la boca.
—¿Uh?
—Lara. ¿Cómo lo tomó? —Minho se llenó la boca de fideos y los masticó de forma nerviosa. Dave soltó el tenedor y se arrimó al espaldar de su silla, luego le dio una mirada severa —.¿No se lo has dicho?
—Yo...
—¡Maldición, Minho! Dijiste que lo harías hoy. ¿Hasta cuando piensas esperar?
—Oye, Dave. En verdad traté pero no es fácil.
—Llevas semanas con la misma excusa. Mientras más pase el tiempo, será peor. Lo sabes, ¿verdad?
Minho cerró los ojos.
—Lo sé.
—¿Qué siente ella por ti?
—No lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes?
—¡No lo sé, Dave! Maldición. ¿Cómo voy a saberlo? ¿Debo ir y decirle: "Oye, Lara, ¿te gusto?"?
—¿Qué hay de ti?
—¿Podemos tener una cena sin ninguna clase de conversación?
Dave se cruzó de brazos y observó a Minho por un instante. Él había preferido ignorarlo.
—Antes de que fueras al colegio, incluso mucho antes que eso sucediera...tu madre y yo temíamos por ti.
—¿Qué?
—Temíamos que jamás pudieras tener una vida normal, que jamás conocieras a otras personas y sobre todo...que jamás pudieras enamorarte.
—Pero que tonterías.
—Eso era lo que ella quería.
—¿Uh?
—Quería que fueras feliz, quería verte feliz junto a alguien. Por eso debes ser sincero con Lara.
—¿Ah sí? ¿Eso quería en verdad? —dijo con sarcasmo.
—Oye...
—¡Si hubiera querido eso, se habría quedado!
—Minho...
—¡Ella sabía que yo jamás tendría una vida normal! Sabía que jamás me vería feliz, por eso se fue. No podía soportarlo.
—Cierra la boca, Minho. Sabes que tu madre no lo hizo por esas razones.
—¡Maldición! —exclamó dando un golpe en la mesa —.¡Estoy enfermo y ella nunca tuvo esperanza en mí! Siempre pensó que iba a morir.
Minho se levantó de la mesa y subió a su habitación, cerró de un portazo y se metió en la cama. Se odiaba a sí mismo y se sentía culpable. Estaba convencido de que toda la desgracia de su pasado era culpa suya. Una lágrima resbaló por su mejilla. No podía recordar cuándo fue la última vez que lloró. Después se quedó dormido. Despertó horas más tarde, el cielo estaba oscuro y la casa en silencio. Bajó a la cocina, pero Dave ya se había ido, los platos estaban lavados y la mesa recogida. Volvió a su habitación y se sentó en la cama. Una tenue luz entraba por su ventana. Venía del cuarto de la casa de al lado, Lara estaba ahí. Minho salió al balcón con cuidado.