Capítulo 30

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Aitana

22 de diciembre

Las semanas han transcurrido tranquilas hasta llegar a Navidad. Bueno, tranquilas tampoco, porque con Cepeda nunca son tranquilas del todo. No hemos querido decir ni hacer nada en el trabajo, ya hablan suficiente de nosotros como para corroborar las sospechas. Por eso cuando llegamos a casa como que necesitamos desahogarnos, es difícil pasar el día al lado del otro sin besarse, midiendo cada movimiento por si entra alguien en el despacho. 

Pero bueno, ahora tenemos fiesta por Navidades. A Luis le han dado días de vacaciones porque tenía un montón acumulados y, o hacía fiesta o se los tenían que pagar, así que prefirió la fiesta. Yo tengo calendario universitario, así que puedo faltar esos días porque en la universidad ya no se imparten clases. 

Les había dicho a mis padres que no iba a ir por Navidad y los pobres casi lloran del disgusto, sobretodo mi padre. Pero les dije que debía estudiar para el examen de ese semestre, y en eso no mentía, porque tenía el examen el día 9. Aún así la causa principal era Luis, ahora que estábamos tan bien no quería irme de su lado y menos en aquellos días de vacaciones. 

Llego a casa a las 13:30 y no lo veo por ninguna parte. La entrada olía a comida, pero no veía nada en la encimera ni una cazuela al fuego. 

Yo vengo de la universidad, quería ir a la última tutoría del profesor Serrano para aclarar algunas dudas antes del examen. 

-Cepedi!? -Grito mientras dejo el bolso en el sofá tirado. Voy a nuestra habitación y tampoco está ahí. Ah! Si, nuestra habitación. Después de aquella tarde donde nos dijimos todo sin decir una sola palabra, yo no había dejado de dormir en su habitación. La primera noche fue porque Roi y Ana se quedaron en mi cama y Alfred y Amaia en el salón. Así que yo dormí con Cepeda. Pero al día siguiente mi cuerpo me llevó de nuevo a dormir a su lado y, sin decir nada, aquel era ya el dormitorio de los dos. 

Doy una pequeña vuelta por la casa y cuando compruebo que no está por ningún lado, me calzo mis zapatillas de estar por casa y me pongo cómoda. Le envío whatsapps pero hace media hora que no se conecta. El reloj pasa y ya son las 13:55.

Mi móvil vibra.

Estás en casa?

Y este chico? Dónde cree que estoy? Le contesto enseguida un "Claro que si, Luisito. Tu dónde estás?" Al cabo de 3 segundos tengo una contestación. "Baja."

Me vuelvo a cambiar las zapatillas y cojo el abrigo que he dejado antes en la entrada. Bajo las escaleras corriendo y al abrir la puerta no puedo creerme a quien tengo delante de mi.

-Qué hacéis aquí? -Mis padres me abrazan y me dan besos. Cuando me despego de ellos miro a Cepeda, que está sonriente viéndome feliz. 

-Como no ibas a venir...

-Y cómo han contactado contigo? -Me giro hacia él y le doy un beso en la mejilla. Quiero agradecerle esta sorpresa tan bonita, pero mis padres no saben nada de lo nuestro y será mejor no besarse delante de ellos, al menos de momento. 

-Vamos a comer? Así hablamos más tranquilos. -Dice mi padre. Entramos al coche de Luis, yo delante junto a él. Durante el camino mis padres preguntan por el sitio al que les llevamos. Yo no tengo ni idea, pero Cepeda dice que conoce un lugar donde hacen muy buena comida y se está más tranquilo que en los restaurantes del centro de la ciudad. 

Yo no dejo de mirarlo, por mucho que quiera preguntarles mil cosas a mis padres. Cepeda se ve tranquilo, sonriendo como si no estuviese metido en un atasco a hora punta en Madrid. No se que me pasa, pero verle conducir con su mano izquierda en el volante y la derecha cogiendo el cambio de marchas me provoca un deseo que jamás he experimentado. Se ve tan seguro de si mismo, tan adulto, tan hombre. Y es que es un hombre, Aitana, no un niño como Vicente y su pandilla de amigos. 

Esto acaba de empezar. INCLUYE 2nda TEMPORADA TERMINADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora